Pregunta
¿Cuál es el significado del Monte Sinaí?
Respuesta
A veces, el monte Sinaí se denomina simplemente Sinaí. Además, muchos versículos contienen referencias al desierto de Sinaí, que se refiere a la parte desértica que rodea la montaña. El monte Sinaí también se denomina a veces monte Horeb.
El monte Horeb es el lugar donde Moisés vio la zarza ardiente y donde Dios le habló y le envió en misión a Egipto para sacar a los israelitas de la esclavitud (Éxodo 3:1-6). El monte Sinaí era la montaña del desierto donde, tras cruzar el mar Rojo, Dios se reunió con Moisés y le entregó la ley. Así, Moisés recibió la ley y vio la presencia de Dios en la misma parte en la que originalmente se había encontrado con Dios en la zarza ardiente (cf. Hechos 7:30). El pasaje principal relativo a la entrega de la ley en el monte Sinaí se encuentra en los capítulos 19-34 del Éxodo.
Al principio del viaje de los israelitas por el desierto, Dios les dijo que se prepararan para encontrarse con Él. Dios prometió que les entregaría Su ley desde la cima de la montaña para que supieran cómo comportarse. Al pueblo se le advirtió que se mantuviera alejado de la montaña, ya que sería tierra santa. Cualquier persona o animal que tocara el Sinaí mientras Dios estuviera allí sería condenado a muerte (Éxodo 19:12-13).
Dios descendió sobre el monte Sinaí con una terrible demostración de poder: truenos y relámpagos, una nube oscura, fuego y humo, el sonido de una trompeta y el temblor de la tierra (Éxodo 19:18). Dios hizo oír Sus mandamientos al pueblo con voz de trueno. Este se asustó tanto que pidió a Dios que hablara con Moisés y que Moisés fuera el intermediario (Éxodo 20:19).
Dios llamó a Moisés a la montaña para reunirse con él varias veces. Dios le dio a Moisés la ley, que Moisés transmitió fielmente al pueblo.
En uno de sus viajes al monte Sinaí, Moisés permaneció en la presencia del Señor durante mucho tiempo (40 días), y el pueblo se inquietó y comenzó a pensar que Moisés había perecido. Éxodo 32 relata que, después de prometer hacer todo lo que el Señor había mandado (incluido no hacer ninguna imagen para adorar), el pueblo exigió a Aarón que les hiciera un ídolo para adorarlo. Este era el dios que querían que los guiara mientras continuaban su viaje. Aarón hizo un becerro de oro, y el pueblo comenzó a celebrar y a ofrecerle sacrificios.
Desde la cima de la montaña, Dios le contó a Moisés lo que había sucedido, y Moisés descendió del Sinaí enfurecido. Llevaba consigo las tablas de piedra en las que Dios mismo había grabado la ley, y Moisés las rompió con ira, tal vez como una ilustración de lo mucho que los israelitas ya habían quebrantado la ley de Dios. Muchos de los adoradores de ídolos murieron (Éxodo 32:28), y Moisés trituró el becerro de oro, lo echó en agua y lo hizo beber a los israelitas (versículo 20). Luego subió de nuevo a la montaña para recibir una segunda copia de la ley de Dios.
Una vez más, Moisés pasó un largo tiempo en el Sinaí, y Dios le permitió presenciar parte de Su gloria. Cuando Moisés bajó de la montaña, su rostro resplandecía con la gloria de Dios. El pueblo le temía, por lo que se puso un velo sobre el rostro para no asustar a los israelitas (Éxodo 34:29-35).
El Sinaí también aparece en la historia del profeta Elías. Cuando huía de la reina Jezabel, Elías se detuvo a descansar en el desierto. Allí, un ángel del Señor le dio de comer y, "con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios" (1 Reyes 19:8). En Horeb, o Sinaí, Elías se quedó en una cueva donde se encontró con el Señor. Dios le habló con «el susurro de una brisa apacible» (1 Reyes 19:12). Los paralelismos entre la prueba de Elías y la de Moisés son significativos: ambos profetas fueron sostenidos por Dios durante cuarenta días y cuarenta noches. Ambos se encontraron con el Señor y oyeron Su voz audible. Ambos estuvieron en el mismo lugar.
En el resto de las Escrituras, el monte Sinaí se asocia con la entrega de la ley. Cientos de años más tarde, Nehemías oró públicamente: "Luego bajaste sobre el monte Sinaí, y desde el cielo hablaste con ellos; les diste ordenanzas justas y leyes verdaderas, estatutos y mandamientos buenos" (Nehemías 9:13). En Gálatas 4:24-25, Pablo utiliza el monte Sinaí metafóricamente para representar la ley y el Antiguo Pacto.
Pablo también habla del rostro resplandeciente de Moisés (un acontecimiento indisolublemente ligado al Sinaí) en 2 Corintios. Dice que la ley implicaba gloria (como lo demuestra el rostro de Moisés), pero que era una gloria efímera. Pablo llama a la ley "ministerio de muerte" porque condenaba a todos los que la quebrantaban (2 Corintios 3:7). Pablo señala cuánta más gloria, y gloria duradera, hay en el ministerio del Espíritu y el evangelio que da vida (versículos 8-18).
En Hebreos 12:18-24, el autor contrasta el Antiguo Pacto dado en el monte Sinaí con el Nuevo Pacto:
"Porque ustedes no se han acercado a un monte que se puede tocar, ni a fuego ardiente, ni a tinieblas, ni a oscuridad, ni a torbellino, ni a sonido de trompeta, ni a ruido de palabras tal, que los que oyeron rogaron que no se les hablara más. Porque ellos no podían soportar el mandato: Si aun una bestia toca el monte, será apedreada. Tan terrible era el espectáculo, que Moisés dijo: Estoy aterrado y temblando.
Ustedes, en cambio, se han acercado al monte Sión y a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, a la asamblea general e iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos, y a Dios, el Juez de todos, y a los espíritus de los justos hechos ya perfectos, y a Jesús, el mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la sangre de Abel".
Dado que la entrega del nuevo pacto parece ser una presentación "más amable y gentil", podríamos inclinarnos a creer que rechazarlo es menos grave que rechazar el antiguo pacto. Sin embargo, Hebreos 12:25-29 advierte a los creyentes judíos que estaban siendo presionados para abandonar el cristianismo y volver al judaísmo, que no lo hicieran:
"Tengan cuidado de no rechazar a Aquel que habla. Porque si aquellos no escaparon cuando rechazaron al que les amonestó sobre la tierra, mucho menos escaparemos nosotros si nos apartamos de Aquel que nos amonesta desde el cielo. Su voz hizo temblar entonces la tierra, pero ahora Él ha prometido, diciendo: Aún una vez más, Yo haré temblar no solo la tierra, sino también el cielo. Y esta expresión: Aún, una vez más, indica la remoción de las cosas movibles, como las cosas creadas, a fin de que permanezcan las cosas que son inconmovibles.
Por lo cual, puesto que recibimos un reino que es inconmovible, demostremos gratitud, mediante la cual ofrezcamos a Dios un servicio aceptable con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor".
Hoy en día, existe cierto debate sobre qué montaña es el histórico monte Sinaí. Sin embargo, si una persona pudiera realmente escalar el monte Sinaí, eso no la acercaría más a Dios. Dios no está confinado a un lugar específico. En todo caso, tal escalada debería recordar al peregrino espiritual cuántas veces ha violado las leyes que se entregaron allí.
La única manera de acercarse a Dios es mediante la fe en Cristo. Escalar montañas no sirve de nada. Aquellos que están en Cristo tienen el Espíritu de Dios viviendo en ellos. Aunque son imperfectos, no están bajo ninguna condenación (Romanos 8:1). Cristo, que es "digno de más gloria que Moisés" (Hebreos 3:3), ha cumplido la ley (Mateo 5:17). Somos libres. "Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte. Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al pecado en la carne, para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu" (Romanos 8:2-4).
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