Pregunta
¿En qué consiste el ministerio de la palabra (Hechos 6:4)?
Respuesta
Junto con el crecimiento de la iglesia, surgen problemas. La iglesia primitiva creció en número tan rápidamente que muchos de sus miembros más necesitados, en particular las viudas, estaban siendo descuidados en la distribución de alimentos. Este problema generó otras áreas de descuido dentro de la iglesia, por lo que los doce apóstoles reunieron a toda la congregación y dijeron: "No es conveniente que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir mesas. Por tanto, hermanos, escojan de entre ustedes siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encargar esta tarea. Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio de la palabra" (Hechos 6:2–4).
El ministerio de la palabra se refiere a predicar y enseñar el mensaje de Dios y ser testigos de Cristo en la tierra. Los doce discípulos, comisionados por el mismo Jesús (Hechos 1:8), entendieron que el ministerio de la palabra era su llamado principal y su máxima prioridad.
En Hechos 6:2–4, la palabra griega diakonia aparece tres veces, traducida dos veces como "ministerio" y una vez como "servir". Los apóstoles no establecen una superioridad del ministerio de la palabra sobre el ministerio de servir las necesidades físicas de las personas. No menosprecian ni distinguen de manera negativa el ministerio práctico del ministerio espiritual en la iglesia, sino que asignan las tareas según el llamado y las capacidades de cada persona.
El ministerio, o servicio, es la responsabilidad designada por Dios para cada creyente. Sin embargo, Dios llama a diferentes personas a distintos tipos de ministerios según sus dones y cualificaciones individuales (Romanos 12:4–8; 1 Corintios 7:17).
Los apóstoles fueron llamados a predicar y enseñar la palabra de Dios y no permitieron que nada los desviara de esa prioridad. Los líderes cristianos de hoy harían bien en seguir su ejemplo por el bien de la salud y el crecimiento de sus iglesias. No es que los apóstoles estuvieran demasiado ocupados para el ministerio práctico. Su preocupación era que el bienestar espiritual del cuerpo sufriría si se involucraban en áreas de ministerio que no les correspondían.
Cuando los pastores y ancianos se protegen de las distracciones de la administración de la iglesia y se dedican completamente al ministerio de la palabra y la oración, la iglesia puede florecer y crecer en madurez espiritual. De igual forma, esta correcta alineación garantiza que cada miembro tenga la oportunidad de descubrir sus dones y desarrollar ministerios únicos para servir y edificar el cuerpo de Cristo para la gloria de Dios (1 Pedro 4:10–11; Efesios 4:1, 7–8, 11–16).
En cierto sentido, cada cristiano está encargado del ministerio de la palabra. Todos los creyentes deben confesar su fe en Jesucristo como Señor (Romanos 10:10) y estar “siempre preparados para presentar defensa ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes” (1 Pedro 3:15). Cada uno de nosotros está llamado al "ministerio de la reconciliación", para ayudar a otros a reconciliarse con Dios compartiendo el "mensaje de la reconciliación" (2 Corintios 5:18–19). Debemos aprovechar cada oportunidad para compartir el mensaje de verdad con nuestras familias y seres queridos no creyentes y animar a nuestros hermanos en Cristo con las Escrituras (Efesios 5:19; Colosenses 3:16).
Sin embargo, existe un ministerio único de la palabra para aquellos llamados y capacitados por Dios para predicar y enseñar Su mensaje (Efesios 4:11; 1 Corintios 12:28; Romanos 12:7; 1 Pedro 4:11). La importancia de la palabra de Dios da prominencia a su enseñanza entre los dones ministeriales. Nuestras vidas dependen de la palabra de Dios (Mateo 4:4). El apóstol Pablo exhortó a su discípulo Timoteo: "Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad" (2 Timoteo 2:15). Aquellos a quienes se les confía el ministerio de la palabra deben dedicar tiempo al estudio de las Escrituras (Esdras 7:9–10).
Los apóstoles combinaron la oración con el ministerio de la palabra, conscientes de que su ministerio no daría fruto sin la oración. La oración fue esencial en el ministerio de Cristo (Lucas 5:16; 6:12; 9:18, 28; 11:1; 22:41). Como embajador del mensaje de Dios, Pablo pidió oración por su ministerio: “Y oren también por mí. Pídanle a Dios que me dé las palabras adecuadas para poder explicar con valor su misterioso plan: que la Buena Noticia es para judíos y gentiles por igual. Ahora estoy encadenado, pero sigo predicando este mensaje como embajador de Dios. Así que pidan en oración que yo siga hablando de él con valentía, como debo hacerlo” (Efesios 6:19–20, NTV; ver también Colosenses 4:3–4; 2 Tesalonicenses 3:1). Sin el poder y la bendición del Espíritu Santo en respuesta a la oración, los esfuerzos humanos son débiles e ineficaces (Hechos 4:31).
Jesús mismo es la palabra hecha carne (Juan 1:1–4, 14). Su ministerio de la palabra fue tanto público como privado. Enseñó a grandes multitudes (Marcos 4:1–9) y en reuniones íntimas (Marcos 4:10). Aquellos a quienes se les confía el ministerio de la palabra deben seguir el ejemplo de Cristo, predicando y enseñando fielmente a sus congregaciones, a los perdidos en el mundo y aconsejando individualmente a aquellos que están confundidos y luchando con la verdad (Marcos 4:33–34; Juan 2:23–3:21; 2 Timoteo 4:2).
English
¿En qué consiste el ministerio de la palabra (Hechos 6:4)?
