Pregunta
¿Cómo puedo superar el agotamiento ministerial?
Respuesta
La palabra agotamiento describe "la reducción de un combustible o sustancia a nada por el uso o la combustión". También puede referirse a un "colapso físico o mental provocado por el exceso de trabajo o el estrés". Ambas definiciones se aplican al agotamiento ministerial.
El ministerio puede consumirlo todo. Un verdadero ministerio espiritual no existe para el beneficio de quien ministra. Es un llamado de Dios a entregarse continuamente: invertir tiempo, recursos y energía en una labor que muchas veces solo tiene recompensa en el cielo (Marcos 9:41; Lucas 12:34). Como dice la definición, el agotamiento ocurre cuando somos "reducidos a nada por el uso" o el sobreuso. El resultado de eso puede ser un colapso físico o mental.
Para evitar o recuperarnos del agotamiento en el ministerio, debemos hacernos algunas preguntas importantes:
1. ¿Estoy completamente seguro de que Dios me llamó a este ministerio?
Una de las principales causas del agotamiento es que no "encajamos". A veces, el entusiasmo o la necesidad hacen que alguien entre en un ministerio para el cual no está capacitado ni llamado.
Ya sea por responder a un llamado urgente de ayuda o por un deseo personal de ser útil, muchas personas asumen responsabilidades que Dios no les ha dado. La falta de fruto o el desgaste emocional pueden traer desánimo e incluso depresión. Muchos llegan a pensar que Dios está decepcionado de ellos o que han fallado, cuando en realidad ese ministerio nunca fue parte del plan de Dios para sus vidas.
La "idoneidad" no se determina solo por el talento. Las Escrituras están llenas de ejemplos de personas que, humanamente, no eran las más calificadas, pero Dios las escogió igual. Llamó a Gedeón, que se sentía insignificante (Jueces 6:12, 15); a Moisés, ya anciano y temeroso (Éxodo 2:14–15); y a Saulo, perseguidor de cristianos, quien se convirtió en el apóstol Pablo (Hechos 9:1–2, 14–15). Jesús eligió a doce discípulos que, a simple vista, no eran hombres que uno esperaría para cambiar el mundo (Mateo 9:9; Marcos 1:16). Pero Dios escoge a quien quiere y capacita a quienes llama (Isaías 46:11).
Dios también nos da dones sobrenaturales para que podamos cumplir con Su propósito (Éxodo 35:20–25; 1 Corintios 12:4–5). Necesitamos estar tan conectados con Dios que podamos reconocer Su voz y Su llamado sobre nuestras vidas (Juan 10:27; Hechos 13:2). Si nos comprometemos a hacer solo lo que Él nos pide y nada más, evitaremos caer en situaciones que nos lleven al agotamiento.
2. ¿De dónde saco la fuerza para servir en este ministerio?
Uno de los mayores errores es tratar de hacer la obra de Dios en nuestras propias fuerzas. A veces nos lanzamos a servir porque vemos la necesidad y creemos tener la capacidad. Asumimos que Dios nos está llamando porque estamos disponibles y sabemos hacerlo. Pero olvidamos que Dios no necesita nuestras habilidades naturales. Él ya sabe para qué nos diseñó y quiere hacerlo a través de nosotros.
Jesús mismo, siendo el Hijo de Dios, dijo: "el Hijo no puede hacer nada por Su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre…" (Juan 5:19, 30). No se apoyó en Sus fuerzas humanas; dependía completamente del Espíritu Santo. Lo mismo hicieron los apóstoles. Varias veces, antes de realizar algo poderoso, la Escritura señala que estaban "llenos del Espíritu Santo" (Hechos 4:8, 31; 7:55; 9:17). El cristianismo se expandió rápidamente debido al poder del Espíritu Santo (Hechos 2:41).
Los mismos discípulos que huyeron por miedo (Marcos 14:50), luego predicaban con valentía (Hechos 2:14), viajaban incansablemente compartiendo el evangelio y murieron como mártires (Hechos 12:2). Cuando esperaron al Espíritu Santo, lograron lo que por sí mismos jamás habrían podido (Lucas 24:49; Hechos 1:4–5).
Si los discípulos no podían iniciar la obra de Dios sin ser llenos del Espíritu, nosotros tampoco deberíamos hacerlo. Debemos permitir que Dios vacíe nuestros corazones del orgullo, y los llene con Su Espíritu antes de intentar cualquier obra para Él. Como dijo D. L. Moody: "Antes de orar para que Dios nos llene, primero deberíamos orar para que nos vacíe".
3. ¿Estoy tomando tiempo para mantenerme lleno y equilibrado?
Otra razón del agotamiento es la falta de cuidado personal. Quienes sirven en el ministerio muchas veces tienen un deseo genuino de darlo todo. Pero cuando las necesidades son muchas, los recursos escasos y los colaboradores pocos, es fácil descuidar los límites saludables. Se da y se da, sin descanso, hasta que ya no queda nada. Tal vez eso fue lo que le ocurrió a Epafrodito, compañero de Pablo (Filipenses 2:25, 30).
Dios estableció la idea del sábado por nuestro propio bien. Jesús dijo: "El día de reposo se hizo para el hombre, y no el hombre para el día de reposo" (Marcos 2:27). El sábado es un tiempo dedicado al descanso y al refrigerio. Todos necesitamos tiempos de separación de nuestro trabajo diario, o incluso el ministerio puede convertirse en un ídolo. Jesús fue el siervo más dedicado que jamás haya existido, pero nunca descuidó Su tiempo a solas con el Padre. Muchas veces las Escrituras registran que Él se levantaba temprano en la mañana para reunirse con Dios (Marcos 1:35; Lucas 4:42) o que se iba a la montaña a solas para orar (Lucas 6:12; Marcos 6:46).
El ministerio agota a nivel espiritual, emocional y físico. Pablo dijo que se ofrecía como libación ante el Señor (Filipenses 2:17; 2 Timoteo 4:6). Cualquiera que haya servido intensamente entiende lo que eso significa. Al llevar las cargas de otros (Gálatas 6:2), alcanzar a los perdidos (1 Corintios 9:2), y sentir el peso de necesidades ajenas, fácilmente podemos quedarnos vacíos. Para recargarnos, necesitamos variedad: pasar tiempo con la familia, disfrutar de pasatiempos, tener mentores, y participar de retiros espirituales puede ayudarnos a mantener nuestras copas llenas.
El secreto para resistirse al agotamiento es saber cómo reabastecerse. A menos que nos mantengamos conectados a la fuente eterna de vida y energía, agotaremos rápidamente nuestras reservas. Debemos seguir el ejemplo de Jesús. Él también dio y dio hasta que se agotó. Pero Él sabia donde ir para llenarse de nuevo. Pasó tiempo en oración, ayuno, consagración y clamando a Su Padre, derramando Su corazón y recibiendo respuestas. Pasaba tiempo con amigos íntimos y también se retiraba a la soledad. De este modo, tenía fuerzas para cumplir el propósito para el que había sido enviado. Incluso el Hijo de Dios nunca descuidó la oración ni la Palabra de Dios. Él nos dio el ejemplo de lo que se necesita para estar llenos y poder perseverar en los llamados que Dios ha puesto en nuestras vidas (Gálatas 6:9; 2 Tesalonicenses 3:13).
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¿Cómo puedo superar el agotamiento ministerial?
