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Pregunta

¿Cuál es la clave de la victoria cuando se lucha contra el pecado?

Respuesta


La clave para vencer en nuestra lucha contra el pecado no está en nosotros mismos, sino en Dios y en Su fidelidad hacia nosotros: "El Señor está cerca de todos los que lo invocan, de todos los que lo invocan en verdad" (Salmo 145:18; ver también Salmo 46:1).

No hay forma de evitarlo: todos luchamos contra el pecado (Romanos 3:23). Incluso el gran apóstol Pablo se lamentaba de su continua lucha contra el pecado en su vida: "Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno. Porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico. Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí" (Romanos 7:18-20). La lucha de Pablo contra el pecado era real, tanto que exclamó: "¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?" (Romanos 7:24).

Sin embargo, a continuación, responde a su propia pregunta, así como a la nuestra: "Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro" (Romanos 7:25a). En este pasaje, Pablo no solo nos proporciona la clave para la victoria en la lucha contra el pecado, sino que explica el eterno dilema entre nuestra naturaleza pecaminosa y nuestra naturaleza espiritual: "Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado" (Romanos 7:25b).

Anteriormente, Pablo dijo: "Porque sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado" (Romanos 7:14). Pablo compara nuestra naturaleza pecaminosa, nuestra carne, con un esclavo. Así como un esclavo obedece a su amo, nuestra carne obedece al pecado. Sin embargo, como creyentes en Cristo, nos hemos convertido en seres espirituales bajo la ley de Cristo; nuestro ser interior está bajo la influencia y la propiedad de la gracia de Dios y la vida de Cristo (Romanos 5:21). Mientras vivamos en este mundo, nuestra naturaleza pecaminosa y nuestros deseos carnales permanecerán con nosotros. Pero también tenemos una nueva naturaleza en Cristo. Esto conduce a una lucha entre lo que queremos hacer y lo que realmente hacemos, ya que el pecado sigue atacando nuestra naturaleza terrenal. Esta lucha es una parte normal de la vida cristiana.

Es interesante notar que Pablo, el más grande de los apóstoles, declaró que, de todos los pecadores, "yo soy el primero" (1 Timoteo 1:15). Pablo afirma las luchas que todos tenemos al batallar contra el pecado y la tentación en nuestras vidas. Las luchas son reales y debilitantes. Nos cansamos de las tentaciones interminables y de no alcanzar la gloria de Dios. Pablo, en esencia, nos dice que no debemos fingir que nuestras luchas no nos afectan. Él ha pasado por eso. Él lo entiende. Aunque nuestros esfuerzos por hacer lo correcto parecen desesperados, tenemos esperanza "por Jesucristo Señor nuestro" (Romanos 7:25; Hebreos 4:15). Y Él, de hecho, es la clave de nuestra victoria sobre el pecado.

Un verdadero cristiano luchará contra Satanás y sus esfuerzos diarios por socavarnos. El diablo es el gobernante de este mundo, y estamos viviendo "detrás de las líneas enemigas" (Efesios 2:2; Efesios 6:12; Juan 12:31). Sin embargo, si nos enfocamos en Cristo, podremos cultivar una mentalidad que proclame que preferimos morir antes que hacer algo que lastime a Dios. Cuando nos entregamos totalmente a Cristo (Mateo 16:24), Satanás huirá de nosotros. Cuando nos acercamos a Dios, Él, a su vez, se acercará a nosotros (Santiago 4:7-8).

La clave de la victoria en nuestra lucha contra el pecado reside en la promesa misma de Dios: "No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla" (1 Corintios 10:13).

Como verdaderos creyentes en Cristo, incluso cuando enfrentamos pruebas "más allá de nuestras fuerzas" (2 Corintios 1:8), podemos repetir las palabras tranquilizadoras de Pablo, quien declara: "Dios nos ha librado y nos seguirá librando" (2 Corintios 1:10). Por último, el salmista nos da estas palabras de aliento: "Confía en el Señor, y haz el bien; habita en la tierra, y cultiva la fidelidad. Pon tu delicia en el Señor, y Él te dará las peticiones de tu corazón. Encomienda al Señor tu camino, confía en Él, que Él actuará" (Salmo 37:3-5).

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