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Pregunta

¿Cómo honras al Señor con tus riquezas (Proverbios 3:9)?

Respuesta


Dios promete guiar y bendecir a quienes confían plenamente en Él, dependen de Él y le consagran todo lo que tienen y hacen (Proverbios 3:5–6; Salmo 37:5). Una de las pruebas más desafiantes de nuestra confianza en el Señor es cómo manejamos nuestro dinero (ver Mateo 19:23–24). Las Escrituras nos ordenan: “Honra al Señor con tus riquezas y con lo mejor de todo lo que produces. Entonces él llenará tus graneros, y tus tinajas se desbordarán de buen vino” (Proverbios 3:9–10, NTV).

En el Antiguo Testamento, Dios instruyó a Su pueblo a ofrecerle la primera y mejor parte de cada cosecha como acto de adoración (Éxodo 23:19; 34:26; Levítico 23:10; Deuteronomio 26:1–3, 9–11). De este modo, los israelitas honraban al Señor con sus bienes. Debían tomar lo mejor de su cosecha y ofrecérselo a Dios. En hebreo, la palabra traducida como "honrar" en Proverbios 3:9 implica "atribuir peso o valor significativo". Honrar a Dios significa reconocer Su valor supremo. Ofrecemos al Señor lo primero de nuestros ingresos, porque Él ocupa el primer lugar en nuestras vidas. Le damos lo mejor de nuestras ganancias porque es nuestro tesoro más valioso.

El salmista advierte: "Y si tus riquezas aumentan, no las hagas el centro de tu vida" (Salmo 62:10, NTV). Honramos al Señor con nuestras riquezas al no permitir que la acumulación de dinero se convierta en la principal ambición de nuestra vida. Usamos el dinero no para fines egoístas o materialistas, sino para demostrar que Dios ocupa el primer lugar en nuestro corazón y en nuestra vida. Jesús enseñó a Sus discípulos: "Almacena tus tesoros en el cielo, donde las polillas y el óxido no pueden destruir, y los ladrones no entran a robar. Donde esté tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón....No se puede servir a Dios y estar esclavizado al dinero" (Mateo 6:20–21, 24, NTV).

El mandato de honrar al Señor con las riquezas en Israel venía acompañado de la promesa de recompensa abundante por la obediencia (Deuteronomio 28:8). El profeta declaró: "Traigan todos los diezmos al depósito del templo, para que haya suficiente comida en mi casa. Si lo hacen—dice el Señor de los Ejércitos Celestiales—, les abriré las ventanas de los cielos. ¡Derramaré una bendición tan grande que no tendrán suficiente espacio para guardarla!" (Malaquías 3:10, NTV).

De manera similar, en el Nuevo Testamento, Jesús dijo: “Den, y recibirán. Lo que den a otros les será devuelto por completo: apretado, sacudido para que haya lugar para más, desbordante y derramado sobre el regazo. La cantidad que den determinará la cantidad que recibirán a cambio” (Lucas 6:38, NTV). El apóstol Pablo aseguró a quienes daban generosamente que Dios supliría todas sus necesidades: "Y este mismo Dios quien me cuida suplirá todo lo que necesiten, de las gloriosas riquezas que nos ha dado por medio de Cristo Jesús" (Filipenses 4:19, NTV).

Aunque Dios promete bendecir nuestra generosidad, no damos para recibir. Honramos al Señor con nuestras riquezas, estando satisfechos con lo que tenemos: "Ahora bien, la verdadera sumisión a Dios es una gran riqueza en sí misma cuando uno está contento con lo que tiene. Después de todo, no trajimos nada cuando vinimos a este mundo ni tampoco podremos llevarnos nada cuando lo dejemos. Así que, si tenemos suficiente alimento y ropa, estemos contentos. Pero los que viven con la ambición de hacerse ricos caen en tentación y quedan atrapados por muchos deseos necios y dañinos que los hunden en la ruina y la destrucción. Pues el amor al dinero es la raíz de toda clase de mal; y algunas personas, en su intenso deseo por el dinero, se han desviado de la fe verdadera y se han causado muchas heridas dolorosas" (1 Timoteo 6:6–10, NTV; ver también Eclesiastés 5:10; Lucas 12:15; Efesios 5:5; Hebreos 13:5).

Honramos al Señor con nuestras riquezas al reconocer que toda provisión financiera proviene de Dios (Deuteronomio 8:17–18; 1 Samuel 2:7; 1 Crónicas 29:12; Proverbios 8:18–21; Eclesiastés 5:19) y que todo lo que tenemos le pertenece a Él (Salmo 24:1–2; 50:12; Job 41:11; Hageo 2:8). Pablo instruyó a Timoteo: "Enséñales a los ricos de este mundo que no sean orgullosos ni que confíen en su dinero, el cual es tan inestable. Deberían depositar su confianza en Dios, quien nos da en abundancia todo lo que necesitamos para que lo disfrutemos. Diles que usen su dinero para hacer el bien. Deberían ser ricos en buenas acciones, generosos con los que pasan necesidad y estar siempre dispuestos a compartir con otros. De esa manera, al hacer esto, acumularán su tesoro como un buen fundamento para el futuro, a fin de poder experimentar lo que es la vida verdadera” (1 Timoteo 6:17–19, NTV). Demostramos el valor de Dios al recibir todas las riquezas con humildad y gratitud, usándolas para el bien y la gloria del reino de Dios (Proverbios 11:28; Lucas 8:1–3; 2 Corintios 9:10–11; Colosenses 3:17; 1 Timoteo 4:4–5; 1 Juan 3:17; Santiago 1:10–11).

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