Pregunta
¿Cómo hacemos morir las obras de la carne (Romanos 8:13)?
Respuesta
En Romanos 8:1–17, el apóstol Pablo resalta el papel del Espíritu Santo en la vida del creyente. Como hijos adoptivos de Dios, los cristianos ya no están controlados por su naturaleza pecaminosa, porque el Espíritu Santo vive en ellos, dándoles el poder para vencer el pecado y hacer morir las obras de la carne: "Así que, hermanos, somos deudores, no a la carne, para vivir conforme a la carne. Porque si ustedes viven conforme a la carne, habrán de morir; pero si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne, vivirán. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios" (Romanos 8:12–14).
En el griego original, el verbo traducido como "hacen morir" significa “terminar un estado o actividad con determinación letal; matar". Las "obras de la carne” son los comportamientos pecaminosos de nuestra naturaleza no regenerada. Pablo usa un lenguaje casi idéntico cuando escribe a los colosenses: "Por tanto, consideren los miembros de su cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas, en las cuales ustedes también anduvieron en otro tiempo cuando vivían en ellas. Pero ahora desechen también todo esto: ira, enojo, malicia, insultos, lenguaje ofensivo de su boca. Dejen de mentirse los unos a los otros, puesto que han desechado al viejo hombre con sus malos hábitos, y se han vestido del nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de Aquel que lo creó" (Colosenses 3:5–10).
Nuestra condición como hijos de Dios nos coloca bajo una obligación moral: hacer morir las obras de la carne. Nuestra única deuda ahora es vivir una vida santa, mediante el poder del Espíritu que habita en nosotros (1 Pedro 1:15–16). Es importante entender que Pablo no está hablando de perder la salvación en Romanos 8:13. No dice que perderemos la salvación si caemos en la carne. Más bien, describe el resultado natural de haber nacido de nuevo: ahora somos guiados por el Espíritu Santo, que transforma nuestro comportamiento y nos llena de vida.
El fruto de la salvación es que ya no vivimos según la carne, sino que somos guiados por el Espíritu de Dios. Las cosas pecaminosas del viejo hombre son eliminadas; las cosas santas del Espíritu comienzan a florecer.
Antes de conocer a Cristo, nuestra inclinación natural era satisfacer los deseos de la carne, lo cual lleva a la muerte. Pero ahora, como hijos adoptivos de Dios, vivimos para un nuevo propósito: "Pues Dios conoció a los suyos de antemano y los eligió para que llegaran a ser como su Hijo, a fin de que su Hijo fuera el hijo mayor entre muchos hermanos" (Romanos 8:29, NTV). La voluntad de Dios para cada creyente es la santificación (1 Tesalonicenses 4:3), un proceso de toda la vida en el que el Espíritu Santo obra en nosotros, moldeándonos a la imagen de Cristo (2 Corintios 3:18).
Entonces, si hacer morir las obras de la carne es parte de nuestro propósito en Cristo, ¿cómo podemos cumplirlo? Primero, debemos entender nuestra verdadera posición espiritual: "Los que pertenecen a Cristo Jesús han clavado en la cruz las pasiones y los deseos de la naturaleza pecaminosa y los han crucificado allí" (Gálatas 5:24, NTV). Cuando recibimos a Jesús como Salvador, somos hechos santos y justos por el Espíritu Santo (1 Corintios 6:11; 2 Tesalonicenses 2:13; 1 Pedro 2:9). Ahora estamos muertos al pecado y vivos para Cristo, por medio del poder del Espíritu (Romanos 6:11; 8:10; Efesios 2:5; 1 Pedro 3:18; Tito 3:5).
El secreto para hacer morir las obras de la carne está en vivir por el Espíritu (Gálatas 5:5; 1 Pedro 1:2) y permanecer en comunión con Dios. Pablo exhorta: "No dejen que ninguna parte de su cuerpo se convierta en un instrumento del mal para servir al pecado. En cambio, entréguense completamente a Dios, porque antes estaban muertos pero ahora tienen una vida nueva. Así que usen todo su cuerpo como un instrumento para hacer lo que es correcto para la gloria de Dios" (Romanos 6:13, NTV). Al comprometernos profundamente con nuestra relación con Dios y buscar diariamente a Cristo, avanzamos por el camino de la santificación y el crecimiento espiritual.
No podemos vencer el pecado por nuestros propios medios. No se logra con esfuerzo humano. La santificación es una obra interna del Espíritu Santo, que ocurre de forma natural mientras pasamos tiempo en la presencia de Dios (Juan 15:5–8; Mateo 5:6; Juan 14:23; Hebreos 4:14–16), nos alimentamos diariamente de Su Palabra (Juan 17:17; Hebreos 4:12), permanecemos en comunión con otros creyentes (Hechos 2:42–47; Hebreos 10:24–25; Colosenses 3:16; Gálatas 6:1–2), y dejamos que el Espíritu guíe nuestra vida (Gálatas 5:16; Efesios 4:22–32).
Solo por el poder del Espíritu Santo, mientras nutrimos nuestro espíritu (Efesios 4:21–24) y negamos los deseos de la carne (Efesios 5:18; Gálatas 5:16–17), podemos hacer morir nuestra naturaleza pecaminosa. Este proceso de santificación no se completará hasta que estemos cara a cara con Jesús (Filipenses 1:6; 3:12–14). Mientras tanto, confiamos en la promesa de Dios de producir en nosotros el fruto de Su Espíritu (Gálatas 5:22–23).
English
¿Cómo hacemos morir las obras de la carne (Romanos 8:13)?
