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Pregunta

¿Qué es la doctrina de la generación eterna y es bíblica?

Respuesta


La doctrina de la generación eterna se remonta a las primeras etapas de la iglesia cristiana. Esta doctrina, junto con la procesión eterna del Espíritu Santo, forma la base para la doctrina completa de la Trinidad. Esta doctrina se codificó en el Credo de Nicea, que se acepta universalmente como una declaración precisa de fe tanto en las iglesias católicas romanas como protestantes. Además, esta doctrina también se ha incluido en confesiones de fe de la Reforma, tales como la Confesión Belga (Artículos X y XI) y la Confesión de Fe de Westminster (Capítulo II.3). Estas dos confesiones son el estándar doctrinal para muchas iglesias reformadas y presbiterianas en todo el mundo.

Al hablar de la doctrina de la Trinidad, nos enfrentamos inmediatamente al el hecho de que es una doctrina rodeada de misterio. Como seres finitos y creados, nunca podremos comprender plenamente la doctrina de la Trinidad; simplemente está más allá de nuestra capacidad de comprensión. Todas las analogías humanas que se usan para explicar la Trinidad fracasan en algún aspecto. Por lo tanto, necesitamos humildad cuando intentamos explicar estas cosas. No debemos intentar ir más allá de lo que las Escrituras permiten. Todas las herejías respecto a la Trinidad han surgido de un intento de explicar lo inexplicable.

Dicho esto, revisemos lo que comúnmente se cree en los círculos evangélicos con respecto a la doctrina de la Trinidad. La doctrina de la Trinidad hace cuatro afirmaciones básicas:

1. Hay uno y solo un Dios vivo y verdadero.

2. Este único Dios existe eternamente en tres Personas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

3. Estas tres Personas son completamente iguales en atributos, compartiendo cada una la misma naturaleza divina.

4. Mientras cada Persona es completamente y totalmente Dios, las Personas no son idénticas.

Estas cuatro afirmaciones se aceptan universalmente por todos los cristianos profesantes, ya sean católicos romanos o protestantes. Cada una de estas cuatro afirmaciones se puede defender a partir de las Escrituras. Si aceptamos estas afirmaciones como ciertas y claras, entonces deberíamos ser capaces de comparar la doctrina de la generación eterna con estas y ver si se sostienen.

La doctrina de la generación eterna enseña esencialmente que Dios Padre genera o engendra eternamente y por necesidad a Dios Hijo, de tal manera que la sustancia (esencia divina) de Dios no se divide. En otras palabras, hay una comunicación de la sustancia enteramente indivisible de la divinidad, de tal manera que Dios Hijo es la representación exacta (o imagen expresa) de Dios Padre. Todavía existe una única esencia divina que existía eternamente en dos personas a través de la generación eterna. El teólogo reformado Louis Berkhof declara la doctrina de la generación eterna de esta manera:

Es aquel acto eterno y necesario de la primera persona en la Trinidad, mediante el cual, dentro del ser divino, es la base de una segunda subsistencia personal como la suya, y pone a esta segunda persona en posesión de toda la esencia divina, sin ninguna división, alienación o cambio (Teología Sistemática, Eerdmans pág. 94).

Así vemos que la generación eterna es un acto realizado por la Primera Persona de la Trinidad. Además, este acto de la Primera Persona se realiza necesariamente y eternamente. Finalmente, el resultado de este acto es la generación de la Segunda Persona de la Trinidad, de tal forma que toda la esencia divina se comunica del Padre al Hijo.

A causa de este acto de generación eterna, los términos relacionales Padre e Hijo se utilizan para identificar a la Primera y Segunda Personas de la Trinidad. El Padre genera eternamente al Hijo, y el Hijo (que no tiene principio ni fin) es generado eternamente por el Padre. Esto es similar a la generación humana (que, recordemos, no es ni eterna ni necesaria) en el sentido de que los padres humanos también "generan" o "engendran" hijos humanos a su propia imagen.

Debido a esta analogía, la doctrina de la generación eterna ha sido atacada. La idea de engendrar o generar implica una creación en el tiempo; además, también implica una dependencia ontológica. En respuesta a esto, deberíamos notar que, como se mencionó antes, todas las analogías humanas sobre el misterio de la Trinidad eventualmente acaban por desmoronarse, por lo que no queremos llevar nuestras analogías demasiado lejos. En segundo lugar, los calificativos 'eternamente' y 'necesariamente' deberían ser suficientes para eliminar cualquier preocupación de una relación temporal o subordinada entre el Padre y el Hijo. El calificativo 'eterno' elimina esta relación de las limitaciones del tiempo y del espacio; no hubo principio, ni habrá fin a la generación del Hijo por el Padre. El calificativo 'necesariamente' elimina cualquier dependencia ontológica entre el Padre y el Hijo; el Hijo debe ser generado a partir del Padre y el Padre debe generar al Hijo.

Los términos Padre e Hijo no solo analogan la relación entre la Primera y la Segunda Persona de la Trinidad, sino que también ayudan a explicar una verdad teológica. Hay un orden jerárquico y funcional que se describe aquí; uno que definirá la actividad del Padre y del Hijo en la economía de la creación y la salvación. El Padre 'habla' al universo para que exista y el Hijo es el agente de esa creación. El Padre elige a los escogidos para la salvación y el Hijo proporciona la expiación necesaria. El Padre envía al Hijo y no al revés. Esta jerarquía de roles y funciones de ninguna manera disminuye la igualdad ontológica entre el Padre y el Hijo; ambos son esencialmente Dios, compartiendo por igual la plena esencia divina. Por lo tanto, los términos "Padre" e "Hijo", lejos de ser un mero antropomorfismo, van al corazón de la definición de esta relación necesaria y eterna. Así, la doctrina de la generación eterna está claramente en línea con las cuatro afirmaciones mencionadas anteriormente.

¿Se apoya esta doctrina en las Escrituras? Consideremos los siguientes versículos:

"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios" (Juan 1:1)

"Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14)

"A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer" (Juan 1:18)

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16)

"Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo que tenga vida en sí mismo" (Juan 5:26)

"Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras" (Juan 14:11)

"Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí" (Juan 17:21)

"el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas" (Hebreos 1:3)

La esencia de estos versos, en su relación con la Trinidad, es sugerir que la relación entre el Padre y el Hijo es una que ha existido por toda la eternidad y que la relación representa una igualdad ontológica. También vale la pena considerar las palabras del Credo de Nicea y la Confesión de Fe de Westminster en lo que respecta a la generación eterna:

Y en un Señor Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos; Dios de Dios, Luz de Luz, verdadero Dios de verdadero Dios; engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, por quien todas las cosas fueron hechas. (Credo de Nicea)

En la unidad de la Divinidad hay tres personas de una sola sustancia, poder y eternidad: Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo. El Padre no tiene origen, ni es engendrado ni procede; el Hijo es eternamente engendrado del Padre; el Espíritu Santo procede eternamente del Padre y del Hijo. (WCF II.3)

Basado en las Escrituras y el testimonio de los credos y confesiones, podemos estar seguros de que la doctrina de la generación eterna es bíblica.

No debemos esperar que cada creyente tenga una comprensión totalmente madura de esta doctrina. Si bien la doctrina de la Trinidad, incluida la doctrina de la generación eterna, es el elemento central de la teología ortodoxa y debe ser afirmada por cada verdadero creyente, esta no es un requisito para una verdadera confesión de fe por parte del individuo. Lo que quiero decir con eso es que la salvación se recibe por gracia a través de la fe únicamente en Jesucristo (Efesios 2: 8). Al estudiar la fe cristiana, uno llegará a una comprensión más madura de esta doctrina.

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