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Pregunta

¿Qué significa ser un cristiano fructífero?

Respuesta


Muchas veces la Biblia utiliza la metáfora del fruto para describir el producto de nuestra vida. El fruto puede ser bueno o malo (Mateo 7:18; Lucas 6:43). Romanos 7:5 dice: "Porque mientras estábamos en la carne...llevando fruto para muerte". Un cristiano fructífero producirá mejores resultados: "El fruto del justo es árbol de vida" (Proverbios 11:30).

El fruto es el resultado directo de lo que controla nuestro corazón (Mateo 15:19). El fruto de una vida no rendida a Jesús incluye "adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras" y muchos más actos malvados (Gálatas 5:19-20). En cambio, el fruto del Espíritu de Dios es "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Gálatas 5:22-23).

Dios Padre es el viñador (Juan 15:1), y desea que seamos fructíferos. Jesús dijo: "Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer" (Juan 15:5). Al igual que los pámpanos se aferran a la vid, nosotros nos aferramos a Cristo, extrayendo de Él nuestra propia vida. El objetivo es "mucho fruto", ya que Cristo nos utiliza para obtener resultados benditos y celestiales en un mundo roto y caído.

Cuando nos hemos comprometido con Cristo y vivimos para agradarle, el resultado natural son elecciones de conducta que se parecen a las Suyas. Él fue claro al afirmar que los verdaderos seguidores de Cristo serán fácilmente reconocidos por sus frutos: "¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7,16-20).

Los cristianos pueden ser fructíferos de muchas maneras. El verdadero fruto comienza en el corazón, con el fruto del Espíritu. Ese fruto interior afecta a las acciones exteriores; nuestras palabras y nuestras actividades glorificarán al Señor, y se cumplirá la voluntad de Dios. El deseo de Dios es transformarnos a imagen de Cristo (Romanos 8:29) y hacernos tan fructíferos como Él. En nuestra fidelidad a Él, queremos caracterizarnos por las buenas obras (Efesios 2:10; Tito 2:7; Colosenses 1:10), la humildad (Efesios 4:2; Tito 3:2) y el perdón (Efesios 4:32; Colosenses 3:13). Queremos estar siempre dispuestos a "dar razón de la esperanza que hay en vosotros" (1 Pedro 3:15). Deseamos ser la "buena tierra" de la que habló Jesús en la Parábola del Sembrador de Mateo 13:3-9. El resultado del fruto espiritual es que Dios es glorificado, nosotros crecemos y otros llegan a conocer a Cristo: este es el mayor fruto para un hijo de Dios (Mateo 5:16; Hechos 20:26-27; Marcos 16:15).

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