Pregunta
¿Por qué tantas personas luchan contra la falta de fe?
Respuesta
El apóstol Pablo exhorta a los cristianos a "andar por fe y no por vista" (2 Corintios 5:7). Lo que vemos aquí es un contraste entre la verdad y la percepción: lo que sabemos y creemos que es verdad y lo que percibimos que es verdad. Aquí es donde la lucha cristiana con la falta de fe tiene su origen. La razón principal por la que tantos cristianos luchan con una falta de fe es que seguimos nuestras percepciones de lo que es verdad en lugar de lo que sabemos que es verdad por fe.
Antes de seguir adelante, quizá sea útil dar una definición práctica de la fe. La fe, en contra de la opinión popular, no es "creer sin pruebas". Esta es la definición que muchos escépticos dan de la fe. Esta definición reduce la fe a mero fideísmo, es decir, "creo a pesar de lo que me dicen las pruebas". Los escépticos tienen razón al rechazar este concepto de fe, y los cristianos también deberían rechazarlo. La fe no es creer sin pruebas o creer a pesar de las pruebas; más bien, la fe es una confianza total en alguien o en algo. Esa confianza o seguridad que tenemos en alguien se construye con el tiempo, a medida que demuestra su fidelidad una y otra vez.
El cristianismo es una religión que se basa en la fe. Se basa en la fe en Dios y en Su Hijo, Jesucristo. Dios nos ha dado Su Palabra, la Santa Biblia, como testimonio de Su fidelidad a Su pueblo a lo largo de la historia. En esencia, el cristianismo es la fe en la persona y la obra de Jesucristo. Jesucristo afirmó ser el Mesías prometido y el Hijo de Dios. Su vida fue de perfecta justicia según la Ley de Dios revelada, Su muerte fue un sacrificio expiatorio por los pecados de Su pueblo y resucitó tres días después de Su muerte. Cuando ponemos nuestra fe y confianza solo en Cristo para nuestra salvación, Dios toma nuestro pecado y lo coloca en la cruz de Cristo y nos otorga, por gracia, la perfecta justicia de Cristo. Este es, en pocas palabras, el mensaje cristiano. Como cristianos, estamos llamados a creer en este mensaje y a vivir a la luz del mismo.
A pesar de esto, los cristianos todavía luchan por creer en el relato bíblico porque no coincide con nuestra percepción de la realidad. Podemos creer que Jesús fue una persona real, podemos creer que murió crucificado a manos de los romanos, incluso podemos creer que llevó una vida perfecta según la Ley de Dios, pero no "vemos" cómo la fe en Cristo nos hace justos ante Dios. No podemos "ver" a Jesús expiando nuestros pecados. No podemos "ver" o "percibir" ninguna de las grandes verdades del cristianismo, y, por lo tanto, luchamos con la falta de fe. Como resultado de esta falta de percepción, nuestras vidas muchas veces no reflejan el hecho de que realmente creemos lo que decimos creer.
Hay muchas razones para este fenómeno entre los cristianos. La razón principal por la que luchamos con la fe es que no conocemos realmente al Dios en el que profesamos tener fe. En nuestra vida diaria, no confiamos en completos extraños. Cuanto más íntimamente conocemos a alguien y más tiempo hemos tenido para verle "en acción", más probable es que creamos lo que dice. Pero, si Dios es esencialmente un extraño para nosotros, es menos probable que creamos lo que ha dicho en Su Palabra. La única cura para esto es pasar más tiempo en la Palabra de Dios conociéndolo.
El mundo, la carne y el diablo a menudo nos distraen. Por "el mundo" se entiende la "sabiduría" aceptada del mundo incrédulo y la cultura en la que nos encontramos. Para los que vivimos en Europa y Norteamérica, la cosmovisión dominante es el naturalismo, el materialismo, el escepticismo y el ateísmo. "La carne" se refiere a nuestra naturaleza pecaminosa que todavía se aferra a los cristianos y con la que luchamos a diario. "El diablo" se refiere a Satanás y su horda de espíritus malignos que nos incitan y seducen a través del mundo y de nuestros sentidos. Todas estas cosas nos afligen y nos hacen luchar con la fe.
Por eso los cristianos necesitamos recordar constantemente lo que Cristo ha hecho por nosotros y cuál debe ser nuestra respuesta. El apóstol Pablo dice: "la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo" (Romanos 10:17, NBLA). Nuestra fe se edifica cuando se nos predica continuamente el Evangelio. Nuestras iglesias necesitan ser edificadas sobre la predicación sólida de la Palabra y la observancia regular de las ordenanzas. Por el contrario, demasiadas iglesias gastan su tiempo, energía y recursos en la creación de "programas" que no alimentan a las ovejas ni establecen una clara distinción entre la piedad y la impiedad.
Considere el ejemplo de los israelitas en el Antiguo Testamento. Dios había realizado grandes milagros al rescatar a Su pueblo elegido de la esclavitud en Egipto: las Diez Plagas, la columna de humo y fuego y el cruce del Mar Rojo. Dios lleva a Su pueblo al pie del monte Sinaí, les da la Ley y hace un pacto con ellos. Apenas hace esto, el pueblo comienza a refunfuñar y a perder la fe. Cuando Moisés ya no está en la montaña, el pueblo convence a Aarón, el hermano de Moisés, de que construya un ídolo (en contra de la clara prohibición de Dios) para que lo adoren (Éxodo 32:1-6). Ya no caminaban por fe, sino por vista. A pesar de todos los claros milagros que Dios hizo en su redención, perdieron la fe y comenzaron a seguir su percepción.
Por eso Dios instruyó a la nueva generación de israelitas, antes de entrar en la Tierra Prometida, que recordaran continuamente lo que Dios había hecho por ellos: "Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Las enseñarás diligentemente a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes" (Deuteronomio 6:6-7, NBLA). Dios sabe que el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil (Marcos 14:38), y por eso ordena a Su pueblo que recuerde constantemente estas cosas.
En conclusión, debemos seguir el ejemplo del discípulo Tomás. Cuando Tomás escuchó los relatos de la resurrección, no los creyó hasta que vio a Jesús con sus propios ojos. Jesús se adaptó a la falta de fe de Tomás, apareciéndose ante él y permitiéndole verle y tocarle. Tomás responde con adoración, y Jesús le dice: "¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron" (Juan 20:29, NBLA). Muchos escépticos de hoy coinciden con el sentimiento de Tomás: "¡Si no veo a Jesús cara a cara, no creeré!". No debemos comportarnos como los incrédulos. Debemos tener siempre presente la exhortación de Pablo de andar por fe y no por vista. Aprendemos en el libro de Hebreos que sin fe es imposible agradar a Dios (Hebreos 11:6) porque la fe es creer en la Palabra de Dios y actuar con base en ella, no responder a nuestras percepciones.
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¿Por qué tantas personas luchan contra la falta de fe?