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Pregunta

¿Qué significa "que ya tienen su recompensa" en Mateo 6:5?

Respuesta


Mateo 6:1-18 forma parte del gran Sermón del Monte del Señor. En él, Jesús se centra en los motivos del corazón de los seguidores fieles, contrastándolos con los de los religiosos hipócritas. El Señor destaca tres áreas de devoción: dar (versículos 1-4), orar (versículos 5-15) y ayunar (versículos 16-18). Respecto a la oración, Jesús enseña: "Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público" (versículos 5-6).

La verdadera devoción espiritual procede de un deseo sincero de agradar a Dios, más que de ser reconocido por los demás. Muchos de los escribas y fariseos de la época de Jesús eran fingidores religiosos a los que les encantaba ponerse de pie y orar en la sinagoga o en las concurridas esquinas de las calles para que todo el que pasara les viera orando. Buscaban una recompensa; querían que se vieran sus actos espirituales: "Todo lo que hacen es para aparentar. En los brazos se ponen anchas cajas de oración con versículos de la Escritura, y usan túnicas con borlas muy largas. Y les encanta sentarse a la mesa principal en los banquetes y ocupar los asientos de honor en las sinagogas. Les encanta recibir saludos respetuosos cuando caminan por las plazas y que los llamen "Rabí"" (Mateo 23:5-7, NTV).

En el idioma original, la palabra traducida como "recompensa" en Mateo 6:5 se refiere a un pago, como el salario. Jesús afirma que los hipócritas ya tienen su recompensa. Obtienen inmediatamente aquello por lo que han trabajado: la alabanza y el reconocimiento de los demás. Aparte de un momento de gloria terrenal, no reciben ninguna otra recompensa por sus supuestos actos de justicia. Se pierden las bendiciones eternas de Dios.

Jesús no está diciendo que nunca debamos levantarnos en la iglesia y orar. No está prohibiendo la oración pública. En cambio, quiere que consideremos nuestras razones para orar. ¿Es nuestro propósito en la oración amarle y agradarle? ¿Nos motiva nuestro deseo de vivir en comunión con el Padre celestial? ¿O intentamos que se nos considere superespirituales y obtener la aprobación pública?

Dios ve el corazón y sabe qué tipo de recompensa buscamos (1 Samuel 16:7; Salmo 139:1-4; 44:21; Proverbios 24:12; Juan 2:24-25; Hebreos 4:13; 1 Juan 3:20). Reconoce a los que Le aman de verdad y a los que son fingidores religiosos.

Dios quiere seguidores que sólo se preocupen por Su aprobación. El Señor les tiene reservadas recompensas celestiales (Proverbios 11:18; Mateo 6:1; 10:42). Dios recompensa el servicio fiel (1 Corintios 3:12-15; Colosenses 3:23-24; Marcos 9:41). Bendice a los que le obedecen (Deuteronomio 28:1-2; Salmo 19:9-11; 62:12; Santiago 1:25) y hacen el bien (Romanos 2:6-11; Efesios 6:8).

La Biblia dice: "cosecharemos numerosas bendiciones si no nos damos por vencidos" (Gálatas 6:7-9, NTV). El Señor mismo es la mayor recompensa del creyente (Génesis 15:1; Deuteronomio 32:9; Salmo 73:26; Apocalipsis 21:3).

Cuando damos al Señor, oramos y ayunamos, debemos asegurarnos de que nuestro corazón está bien. No realizamos estas buenas acciones para llamar la atención. Las personas que practican sus actos rectos con un motivo equivocado -ganar una reputación pública de piedad- tienen su recompensa. Se ganan la alabanza de los humanos y nada más. Vivir para esos afanes carnales es una insensatez, porque la gloria humana se desvanece rápidamente; no durará en la eternidad (1 Pedro 1:24; Santiago 1:10-11).

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