Pregunta
¿Qué significa que el pecado no se enseñoreará de vosotros (Romanos 6:14)?
Respuesta
En Romanos 6:9-14, el apóstol Pablo comunica un concepto clave de la justificación denominado "justicia imputada". Enseña a los cristianos cómo pueden probar la libertad del control del pecado sobre sus vidas. Cuando Jesucristo murió y resucitó de entre los muertos, la victoria que logró sobre el pecado y la muerte se impartió a todos los que creen en Su nombre y le reciben como Señor y Salvador. Pablo escribe: "Porque el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, pues no están bajo la ley sino bajo la gracia" (Romanos 6:14).
Antes de la salvación, el pecado era como un amo que nos dominaba. Ahora, como "prisioneros de Cristo Jesús" (ver Efesios 3:1), ya no vivimos bajo las exigencias de la ley, sino bajo la libertad de la gracia de Dios: "así como el pecado reinó sobre todos y los llevó a la muerte, ahora reina en cambio la gracia maravillosa de Dios, la cual nos pone en la relación correcta con él y nos da como resultado la vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor" (Romanos 5:21, NTV; ver también Romanos 7:4, 6; Gálatas 2:19). Como pertenecemos a Jesús, "el poder del Espíritu que da vida" nos ha liberado "del poder del pecado, que lleva a la muerte" (Romanos 8:2, NTV). Ya no estamos obligados a hacer lo que nuestra naturaleza pecaminosa nos insta a hacer (Romanos 8:12).
En Romanos 6:9, Pablo explica que "Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Porque en cuanto a que Él murió, murió al pecado de una vez para siempre; pero en cuanto Él vive, vive para Dios" (Romanos 6: 9-10). A continuación, Pablo aclara cómo podemos experimentar lo que experimentó Jesús: "Así también ustedes, considérense muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús" (Romanos 6:11). "Considerar" es "tener en cuenta, contar, pensar, dar crédito". Del mismo modo que Jesús está libre del pecado y de la muerte y vivo para Dios, nosotros debemos considerarnos libres. Debemos acreditar o aplicarnos a nosotros mismos la misma verdad que se aplica a nuestro Salvador. La libertad de Cristo es ahora nuestra libertad. El pecado no se enseñoreará de vosotros, porque no tiene dominio sobre Cristo, en quien vivís, os movéis y sois (Hechos 17:28; ver también 1 Juan 4:9).
Mediante la muerte de Jesús, el creyente ha muerto, y su vida está ahora "escondida con Cristo en Dios" (Colosenses 3:3). Somos nuevas creaciones en Cristo; la antigua vida de pecado bajo la ley ha desaparecido, y ha comenzado una nueva vida de libertad espiritual bajo la gracia de Dios (2 Corintios 5:17). Si estamos verdaderamente muertos, estamos libres de la influencia del pecado. La pena por el pecado ha sido pagada, y ya no debemos responder al dominio del pecado sobre nosotros.
Dios considera a los cristianos muertos al pecado por su identificación con la muerte y resurrección de Cristo. Si Dios nos considera muertos al pecado, también debemos considerarnos muertos al dominio del pecado. Si Dios dice que es así, debemos creerlo. Considerarte muerto al pecado significa: "No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta" (Romanos 12:2, NTV).
En Romanos 6:12-13, Pablo advierte firmemente a los creyentes que rompan con sus viejas formas pecaminosas de vivir: "No permitan que el pecado controle la manera en que viven; no caigan ante los deseos pecaminosos. No dejen que ninguna parte de su cuerpo se convierta en un instrumento del mal para servir al pecado. En cambio, entréguense completamente a Dios, porque antes estaban muertos pero ahora tienen una vida nueva. Así que usen todo su cuerpo como un instrumento para hacer lo que es correcto para la gloria de Dios" (Romanos 6:12-13, NTV). Pedro afirma que Jesús cargó con nuestros pecados en Su cuerpo en la cruz para que pudiéramos estar muertos al dominio del pecado y vivir para hacer lo que es justo para la gloria de Dios (1 Pedro 2:24).
El pecado no tendrá dominio sobre ti cuando ofrezcas tu cuerpo "como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes" (Romanos 12:1). Antes de la salvación, vivíamos bajo la ley. El pecado era nuestro amo, porque cumplir las normas legalistas no podía darnos el poder de resistir al pecado. "Así que Dios hizo lo que la ley no podía hacer. Él envió a su propio Hijo en un cuerpo como el que nosotros los pecadores tenemos; y en ese cuerpo, mediante la entrega de su Hijo como sacrificio por nuestros pecados, Dios declaró el fin del dominio que el pecado tenía sobre nosotros. Lo hizo para que se cumpliera totalmente la exigencia justa de la ley a favor de nosotros, que ya no seguimos a nuestra naturaleza pecaminosa sino que seguimos al Espíritu" (Romanos 8:3-4, NTV). La ley solo servía para revelar nuestra debilidad y nuestro fracaso. La asombrosa gracia de Dios en forma del sacrificio de Jesucristo en la cruz es lo único que basta para capacitarnos para vivir según el control del Espíritu Santo.
Caminar en la verdad de nuestra salvación no significa que nunca volveremos a pecar. Tenemos la opción de no pecar, y contamos con la gracia de Dios que nos capacita para no pecar, pero seguimos siendo humanos e imperfectos. El apóstol Juan dice: "Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos a Él mentiroso y Su palabra no está en nosotros" (1 Juan 1:10). Cuando no alcanzamos la meta, tenemos un abogado o representante legal en Jesucristo, "el que es verdaderamente justo", que defiende nuestro caso ante el Padre (1 Juan 2:1, NTV). Juan explica: "Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). Dios responde con gracia y misericordia hacia nuestra debilidad humana, porque Jesucristo murió por nuestros pecados para darnos Su justicia.
El pecado no tendrá dominio sobre ti como cristiano, porque la gracia de Dios te salva y te capacita para apartarte de "la vida mundana y de los placeres pecaminosos. En este mundo maligno, debemos vivir con sabiduría, justicia y devoción a Dios" (Tito 2:11-12, NTV).
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¿Qué significa que el pecado no se enseñoreará de vosotros (Romanos 6:14)?
