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Pregunta

¿Por qué David le pidió a Dios: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio" en el Salmo 51:10?

Respuesta


Cuando David ora: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio", está pidiendo a Dios que lo perdone. El subtítulo del Salmo 51 aclara la situación: "Salmo de David, cuando después que se llegó a Betsabé, vino a él Natán el profeta".

Segundo Samuel 11 cuenta la trágica historia. El rey David vio a Betsabé, una mujer casada, y la deseó. La invitó a cumplir sus deseos. Tiempo después, ella le notificó que estaba embarazada de su hijo. Primero, David intentó encubrirla y, cuando no lo consiguió, planeó asesinar al marido de Betsabé. Luego David se casó con ella.

Obviamente, David no tenía un corazón limpio después de esto. Había cometido adulterio y posiblemente violación, ya que el lenguaje utilizado en este caso también se usa para la violación; su invitación a Betsabé y el hecho de acostarse con ella fue ciertamente un abuso de la autoridad real. Luego cometió el engaño y finalmente el asesinato, corrompiendo a otros también. Cuando todo estaba hecho, pensó que había logrado encubrirlo y destruir todas las pruebas. La última frase de 2 Samuel 11 nos dice: "Mas esto que David había hecho, fue desagradable ante los ojos del Señor".

En 2 Samuel 12, el profeta Natán se enfrenta a David. Lo hace por medio de una parábola con la que David podía identificarse. Habló de un hombre rico que se aprovechó de un hombre pobre robándole su única corderita, la cual mató para alimentar a sus invitados. David se enfureció y exclamó: "Vive el Señor, que el que tal hizo es digno de muerte. Y debe pagar la cordera con cuatro tantos, porque hizo tal cosa, y no tuvo misericordia" (2 Samuel 12:5-6).

Entonces Natán le dijo a David: "¡Tú eres aquel hombre!". (2 Samuel 12:7). Aunque David había tratado de ocultar su pecado, éste lo carcomía por dentro, como relata el Salmo 32:3-4: "Mientras callé [sobre mi pecado], se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano". David admitió ante Natán: "Peque contra el Señor" (2 Samuel 12:13). Sabía que necesitaba un corazón limpio.

Cuando David terminó de intentar ocultar su pecado, lo confesó libremente. El Salmo 51 es esa confesión y súplica de perdón. Su petición: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio" es simplemente otra forma de pedir perdón y limpieza espiritual. El Salmo 51:1-10 contiene descripciones poéticas del perdón y la limpieza, las cuales aparecen en cursiva en el siguiente texto:

Ten piedad de mí, oh Dios,
conforme a tu misericordia;
Conforme a la multitud de tus piedades
borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad,
Y límpiame de mi pecado.

Porque yo reconozco mis rebeliones,
Y mi pecado está siempre delante de mí.
Contra ti, contra ti solo he pecado,
Y he hecho lo malo delante de tus ojos;
Para que seas reconocido justo en tu palabra,
Y tenido por puro en tu juicio.
He aquí, en maldad he sido formado,
Y en pecado me concibió mi madre.
He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo,
Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.

Purifícame con hisopo, y seré limpio;
Lávame, y seré más blanco que la nieve.
Hazme oír gozo y alegría,
Y se recrearán los huesos que has abatido.
Esconde tu rostro de mis pecados,
Y borra todas mis maldades.

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.

Aunque David sufrió las consecuencias de su pecado, que se describen en 2 Samuel 12, fue perdonado y restaurado a la comunión espiritual con Dios. El Salmo 32 relata el gran alivio que sintió David cuando confesó su pecado, y en este salmo él insta a otros a confesar también sus pecados:

Bienaventurado aquel
cuya transgresión ha sido perdonada,
y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre
a quien Jehová no culpa de iniquidad,
Y en cuyo espíritu no hay engaño.

Mientras callé,
se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.
Porque de día y de noche
se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor
en sequedades de verano.

Mi pecado te declaré,
y no encubrí mi iniquidad.
Dije: Confesaré
mis transgresiones a Jehová;
Y tú perdonaste
la maldad de mi pecado.

Por esto orará a ti todo santo
en el tiempo en que puedas ser hallado;
Ciertamente en la inundación de muchas aguas
no llegarán estas a él.
Tú eres mi refugio;
me guardarás de la angustia;
Con cánticos de liberación me rodearás.

Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar;
Sobre ti fijaré mis ojos.
No seáis como el caballo, o como el mulo,
sin entendimiento,
Que han de ser sujetados con cabestro y con freno,
Porque si no, no se acercan a ti.
Muchos dolores habrá para el impío;
Mas al que espera en el Señor,
le rodea la misericordia.

Alegraos en el Señor y gozaos, justos;
Y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.

Pablo utiliza el Salmo 32 como ejemplo de salvación sin obras (Romanos 4:6-8). David fue perdonado no por las obras que hizo para ganar el perdón, sino simplemente porque pidió con fe. Por el sacrificio de Cristo, cualquier pecador puede pedirle a Dios el perdón, es decir, un corazón limpio, y lo recibirá. El apóstol Juan también nos dice: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1: 8-9). A pesar de todo lo que hizo David, y de todo lo que hacemos nosotros, Dios está dispuesto a perdonar porque Jesús pagó la pena que merecemos. No importa lo sucios que estemos, Dios puede crear en nosotros un corazón limpio.

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