Pregunta
¿De qué manera Jesús era plenamente Dios y plenamente hombre?
Respuesta
En el centro de la cristología se encuentra la doctrina de que Jesús no era meramente un ser humano, sino que él también era completamente Dios. Este concepto, conocido como la unión hipostática, revela la doble naturaleza de Jesús, quien trasciende los límites ordinarios de la existencia humana.
El término unión hipostática expresa la doble naturaleza de Jesús como totalmente Dios y totalmente hombre. En el año 451 d.C, el Concilio de Calcedonia manifestó esta creencia, afirmando que Jesús tiene dos naturalezas distintas —divina y humana— unidas en una persona sin confusión, cambio, división o separación. Esta unión permanece como un misterio insondable, extendiendo los límites de la comprensión humana.
El Nuevo Testamento presenta a Jesús como una figura histórica que nació en Belén (Mateo 2:1) y creció en Nazaret (Mateo 2:23). Él experimentó la totalidad de la existencia humana: limitaciones físicas, emociones y tentaciones. Jesús sintió hambre (Mateo 21:18), sed (Juan 4:7), fatiga (Juan 4:6) y tristeza (Marcos 14:34; Juan 11:35). También mostró compasión hacia los necesitados (Mateo 9:36) y experimentó el dolor de la traición (Lucas 22:1-23). En Su humanidad, Jesús es una representación perfecta de lo que significa ser humano (Romanos 5:18-19).
Mientras Jesús es totalmente humano, también es completamente divino. Reclamó autoridad divina (Mateo 28:18), perdonó pecados (Marcos 2:5-12), realizó milagros (Juan 2:1-11) y aceptó adoración (Mateo 21:9). El Nuevo Testamento lo describe como el Eterno Verbo de Dios que se hizo carne (Juan 1:1, 14) y le da el título "Emanuel", que significa "Dios con nosotros" (Mateo 1:23). La afirmación “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30) confirma la naturaleza divina de Jesús, que incluye omnipotencia (Hebreos 1:1-4), omnisciencia (Juan 2:25) y perfección (2 Corintios 5:21).
La encarnación (literalmente, "en-carne") tiene una importancia teológica impresionante para los creyentes. Debido a que Jesús tiene una doble naturaleza, puede servir como el mediador perfecto entre Dios y la humanidad (1 Timoteo 2:5). Como completamente Dios, posee la autoridad divina para redimir a la humanidad del pecado (Mateo 20:28), vencer a la muerte (Juan 11:25), y reconciliarnos con Dios (Colosenses 1:19-20). Siendo completamente hombre, se identifica con nuestras luchas y simpatiza con nuestras debilidades (Hebreos 4:15). Y lo que es más Importante, Él es el cordero sacrificial por nuestros pecados (Juan 1:29), y a través de Su vida, muerte y resurrección, aseguró la salvación para todos los que creen en Él (Hebreos 7:27).
En la persona de Jesús, presenciamos la expresión más completa del carácter y naturaleza de Dios (Hebreos 1:3). A través de Su vida y enseñanzas, Jesús reveló el corazón de Dios, un corazón que es “lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). Su naturaleza divina otorgó autoridad a sus enseñanzas (Mateo 7:29), y Su naturaleza humana hizo que estas enseñanzas fueran comprensibles y aplicables a nuestras vidas.
Finalmente, la paradoja de Jesús siendo totalmente Dios y totalmente hombre nos llama a una fe más profunda en la sabiduría de Dios. Nos recuerda que los caminos de Dios son más altos que nuestros caminos, y Sus pensamientos son más altos que nuestros pensamientos (Isaías 55:9). Así, somos invitados a abrazar el misterio y la maravilla de quién es Jesús en lugar de intentar reducirlo a un mero humano, profeta, maestro moral o un dios distante.
Al contemplar la doble naturaleza de Jesús, acerquémonos ante Él con humildad y reverencia. Demos gracias por el increíble amor que motivó a Dios a convertirse en humano. En Jesús, encontramos la perfecta revelación de la naturaleza de Dios y la más plena encarnación de Su amor. Que continuemos explorando, reflexionando y celebrando el misterio divino del Dios-hombre, un misterio que continúa cautivando corazones, estimulando la imaginación y transformando vidas.
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¿De qué manera Jesús era plenamente Dios y plenamente hombre?
