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Pregunta

¿Es pecado para un cristiano ir a un club de striptease o ver strippers?

Respuesta


La respuesta corta es que sí, es pecaminoso para un cristiano, o cualquier persona, asistir a un club de striptease y ver a los strippers. Sin embargo, el hecho mismo de que se plantee esta pregunta merece un poco más de atención. A menudo, cuando alguien pregunta si cierta actividad es "pecado", la pregunta se basa en la falsa premisa de que Dios tiene una lista de pecados que podemos evitar para permanecer en Su gracia. Mientras nos mantengamos alejados de esos "pecados", somos libres de vivir como nos plazca. Esta es una comprensión errónea del pecado y de lo que significa ser un seguidor de Jesucristo.

Ir a un club de striptease alimenta los deseos de la carne (1 Juan 2:16) y por lo tanto, es pecaminoso. El pecado puede definirse como cualquier pensamiento, palabra o acción que "esté destituido de la gloria de Dios" (Romanos 3:23). Desde la caída de Adán en el Jardín del Edén, todo ser humano ha nacido con una predisposición al pecado (Génesis 3:11; Romanos 5:12). Nacemos con el deseo de complacernos a nosotros mismos, de rebelarnos contra la autoridad de Dios y y satisfacer impíamente los deseos que Dios nos ha dado. Cualquier mal uso o abuso del diseño de Dios significa que estamos destituidos de la gloria de Dios.

La sexualidad es un área de la experiencia humana que Dios creó para ser positiva, no negativa. La sexualidad es un regalo de Dios, y Él ha establecido los parámetros para su disfrute dentro del matrimonio (Hebreos 13:4; 1 Corintios 6:18). Los clubes de striptease promueven la expresión sexual fuera de los parámetros de Dios, convirtiendo su don en algo negativo. La violación, la pornografía, la actividad homosexual y la fornicación también son expresiones negativas del regalo de la sexualidad de Dios. Dios diseñó el matrimonio como el único camino santo y saludable de la expresión sexual, por lo tanto, cualquier actividad sexual fuera de la relación matrimonial es pecado (1 Corintios 6:9; Génesis 2:24; Mateo 19:6).

Aunque los Diez Mandamientos son un buen punto de partida para entender las fronteras de Dios sobre la sexualidad, Jesús fue aún más allá, explicando la intención detrás de la Ley: "Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno" (Mateo 5:27-29). Jesús nos estaba advirtiendo que la lujuria es un error grave que nos alejará de Dios (Santiago 1:13-15).

En lugar de tomar decisiones basadas en si algo es "pecado" o no, los seguidores de Jesús buscan honrar a Dios en todo lo que hacen. En lugar de preguntar si algo está "mal", deberíamos preguntar qué hay de "bueno" en ello (ver Filipenses 4:8). Cuando nos preguntamos si una actividad es pecaminosa, es más sencillo preguntarnos: "¿Si Jesús estuviera pasando la semana conmigo, haría esto?" Si la respuesta es "no", entonces el evento en cuestión es muy probablemente pecado. Ya que el propósito completo de los clubes de striptease es celebrar la lujuria, la sensualidad, la perversión y la inmoralidad, no hay duda sobre si Jesús lo condonaría o no. El ambiente de un club de striptease es contrario al carácter de Jesús y de aquellos que quieren seguirlo. La única razón por la que un cristiano podría estar justamente en un club de striptease sería para ministrar a las personas atrapadas en ese estilo de vida.

Es bueno que los cristianos se mantengan fuera de los clubes de striptease. Sin embargo, no ganamos "puntos" con Dios al evitar ciertos pecados. Nos volvemos justos con Dios al confiar en la sangre de Jesús para limpiarnos de nuestra naturaleza pecaminosa (1 Juan 1:7; Tito 3:5). Cuando nuestros corazones son hechos nuevos por el poder del Espíritu Santo, queremos hacer aquellas cosas que son agradables para Él (Colosenses 1:10). Cuando lo conocemos, sabemos lo que le agrada. Jesús dijo: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen" (Juan 10:27). Los verdaderos seguidores de Jesús no tienen que preguntarse si la perversión o la lujuria son pecado o no. Queremos mantener nuestros corazones y nuestras vidas puros, como Él es puro (Mateo 5:8). Deseamos vivir vidas santas, como Él es santo (1 Pedro 1:15-16). Si nos llamamos Sus seguidores, entonces realmente le seguimos. Vamos donde Él va y hacemos lo que Él hace. Queremos evitar pensamientos, palabras y acciones que sean contrarias a nuestra identidad como hijos de Dios, no para que Él nos acepte, sino porque ya lo ha hecho (1 Juan 3:1, 9-10; Filipenses 2:15).

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