Pregunta
¿Qué debemos aprender del incidente del becerro de oro en Éxodo 32?
Respuesta
La historia del becerro de oro se encuentra en Éxodo 32:1-6. Los hijos de Israel habían estado esclavizados en Egipto durante más de doscientos años. Dios llamó a Moisés, el libertador, y le dijo que había escuchado sus clamores y estaba a punto de liberarlos (Éxodo 3:6-8). Al parecer, durante su permanencia en Egipto, los israelitas habían empezado a dudar de la existencia del Dios al que adoraban sus padres (Éxodo 3:13). Para ayudar a Moisés a probar la existencia y el poder de Dios, se le dieron una serie de señales milagrosas para ayudar a los israelitas a creer. Después de todos estos milagros, incluyendo las diez plagas sobre los egipcios, los israelitas salieron de Egipto con una renovada creencia en el Dios de sus padres. Atravesaron el Mar Rojo en tierra seca, mientras el ejército egipcio se ahogaba, y fueron llevados al monte de Dios para recibir Sus leyes.
Los pueblos de Oriente Medio eran muy religiosos, pero también adoraban a muchos dioses. Las diez plagas que Dios trajo sobre los egipcios fueron juicios contra dioses específicos que ellos adoraban y mostraron que el Señor era más grande que todos ellos. Incluso el suegro de Moisés, Jetro, que era sacerdote de Madián y adoraba al Dios verdadero, se vio afectado por el pluralismo religioso de la gente que le rodeaba. Cuando Moisés y el pueblo llegaron al monte Sinaí, y Jetro oyó hablar de todas las obras de Dios, replicó: "Ahora sé que el Señor es más grande que todos los dioses. Ciertamente, esto se probó cuando ellos trataron al pueblo con arrogancia" (Éxodo 18:11, NBLA). Cuando Dios dio Sus leyes a los israelitas, comenzó por abordar este pluralismo religioso. "Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre. No tendrás otros dioses delante de Mí. No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás. Porque Yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen" (Éxodo 20:2-5, NBLA).
Mientras Moisés estaba en el monte recibiendo las leyes de Dios, el pueblo se inquietaba en la llanura. Moisés pasó cuarenta días (Éxodo 24:18) en el monte con Dios, y al final de ese tiempo, la gente estaba empezando a pensar que Moisés había muerto o los había abandonado. El pueblo instó a Aarón, su líder temporal, a que les creara dioses a los cuales seguir. Como estaban acostumbrados a tener representaciones visuales de los dioses, este fue el resultado natural (pero pecaminoso) de su pensamiento. Aarón tomó sus pendientes de oro, que habían traído de Egipto, y los fundió para hacer un ídolo de oro. El ídolo que fabricó para ellos era un becerro, pero Aarón mantuvo el nombre del Señor en relación con él (Éxodo 32:5). Estaba fusionando las prácticas paganas con las que estaban familiarizados y el culto al Dios con el que estaban empezando a reencontrarse. Aarón reunió a la gente y les dijo que el becerro de oro era el dios que los había liberado de Egipto. El pueblo ofreció sacrificios y luego participó en rituales paganos, incluyendo orgías (Éxodo 32:25) para adorar a este nuevo dios.
¿Por qué hizo esto Aarón? Las Escrituras no nos dan la respuesta completa, pero podemos reunir ciertas pistas y hacernos una idea bastante aproximada. En primer lugar, la prolongada familiaridad del pueblo con el culto a los ídolos les inclinaría a seguir ese método en ausencia de instrucciones claras que indicaran lo contrario. En segundo lugar, ya tenían el hábito de fusionar sus creencias con las de la gente que los rodeaba, una práctica que continuaría plagándolos durante los años del reino. En tercer lugar, Aarón se enfrentaba a una multitud descontrolada que le exigía algo. La solución de fabricar un ídolo y llamarlo con el nombre de Dios parecía bastante razonable.
¿Por qué eligió un becerro/toro? Su patética excusa a Moisés - "lo eché al fuego y salió este becerro" (Éxodo 32:24, NBLA)- no fue más que un débil intento de eludir la culpa. Lo moldeó con un buril (Éxodo 32:4) y puso mucho cuidado en darle esa forma. Algunos han intentado demostrar que el toro representaba a uno de los dioses de Egipto, pero eso no encaja en el texto, porque Aarón convocó un banquete al Señor (Yavé) y dijo que era el dios o dioses que los habían sacado de la tierra de Egipto. El toro era un símbolo de fuerza y fertilidad, y el pueblo ya estaba familiarizado con los dioses toros de Egipto. Los toros también eran animales típicos de sacrificio, por lo que utilizar su imagen como símbolo del dios al que se rendía culto era una conexión natural. El toro de Aarón era una mezcla del Dios poderoso que liberaba al pueblo mediante obras poderosas y los métodos paganos de culto que habían tomado prestados de los pueblos de su entorno.
Aunque hay explicaciones razonables de por qué Aarón y el pueblo empezaron a adorar el becerro de oro, esas explicaciones no excusan el pecado. Dios ciertamente responsabilizó al pueblo por su corrupción (Éxodo 32:7-10) y estaba listo para destruirlo por su pecado. La intercesión personal de Moisés en favor de su pueblo los salvó. Moisés indicó que Aarón al menos debería haber sabido que sus acciones eran pecaminosas (Éxodo 32:21) y no lo dejó libre de culpa. Como con cualquier otro pecado, el castigo es la muerte, y la única respuesta adecuada es el arrepentimiento. Moisés llamó a los que estaban de parte del Señor para que se pusieran a su lado (Éxodo 32:26). Los levitas se unieron a él y se les ordenó que recorrieran el campamento y mataran a cualquiera que persistiera en la idolatría. Ese día murieron tres mil hombres. Al día siguiente, Moisés subió y confesó los pecados del pueblo ante Dios, pidiéndole perdón. Dios declaró que los culpables pagarían con su propia muerte y serían borrados de Su libro. Eran los mismos que, a punto de entrar en la Tierra Prometida, negarían las promesas de Dios y serían enviados al desierto a morir por sus pecados. Sus hijos serían los que recibirían las bendiciones prometidas por Dios.
Sus experiencias son una lección para nosotros hoy. Aunque justifiquemos nuestras acciones con la razón o la lógica, si violamos los claros mandamientos de Dios, estamos pecando contra Él, y Él nos hará responsables de esos pecados. No debemos adorar a Dios con imágenes, porque cualquier imagen que hagamos llamará más la atención a la obra de nuestras manos que al Dios que hizo todas las cosas. Además, no hay manera de que podamos representar plenamente la santidad y la grandeza de Dios a través de una imagen. Si lo intentamos, siempre nos quedaremos cortos. Además, Dios es un espíritu (Juan 4:24), y no podemos formar una imagen de un espíritu. Adoramos a Dios creyendo en Su Palabra, obedeciéndola y declarando Su grandeza a los demás.
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¿Qué debemos aprender del incidente del becerro de oro en Éxodo 32?
