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Pregunta

¿Qué significa ser bautizado con Espíritu Santo y fuego (Mateo 3:11)?

Respuesta


En Mateo 3:11 (NBLA), Juan el Bautista hace una profunda declaración sobre el Mesías venidero: "Yo, en verdad, los bautizo a ustedes con agua para arrepentimiento, pero Aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien no soy digno de quitar las sandalias; Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego". Juan bautizaba con agua en señal de arrepentimiento, pero estaba preparando el camino para Aquel que bautizaría con el Espíritu Santo y fuego: un bautismo espiritual, no físico.

Juan el Bautista fue el precursor de Jesús (ver Marcos 1:1-4). Juan llamó a la gente al arrepentimiento "porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 3:2, NBLA). La palabra arrepentirse significa "cambiar de opinión". En el Antiguo Testamento, el arrepentimiento implicaba apartarse del pecado y volverse a Dios (2 Crónicas 7:14; Ezequiel 33:11). Como el reino de los cielos estaba cerca (o era inminente), Juan predicó que todos debían arrepentirse "para el perdón de pecados" (Marcos 1:4, NBLA) y mostrar su cambio de opinión bautizándose.

Mientras Juan bautizaba y predicaba, miraba hacia delante, hacia alguien más grande que él (Mateo 3:11). De hecho, las palabras "el que viene detrás de mí" aluden a la esperanza mesiánica que había definido al judaísmo durante generaciones: "Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad" (Miqueas 5:2, NBLA; cf. Isaías 9:6-7).

Juan reconoce que es inferior en comparación con el Venidero, que bautizaría con el Espíritu Santo y el fuego (Mateo 3:11). En primer lugar, dice que el que viene es "más poderoso" que él. En efecto, Jesús el Mesías es más poderoso que Juan en todos los aspectos: Jesús es divino (Colosenses 2:9), sin pecado (Hebreos 4:15) y el Salvador del mundo (Juan 3:16). Nadie puede compararse a Él.

En segundo lugar, Juan afirma que no es digno de llevar las sandalias del Mesías venidero (Mateo 3:11). En otras palabras, Juan es indigno de realizar la tarea más servil al servicio del Mesías. Juan el Bautista creía que la llegada inminente del Mesías significaba que Juan tendría que hacerse a un lado (Juan 3:30).

Por último, Juan compara su bautismo de agua con el bautismo del Mesías con el Espíritu Santo y el fuego (Mateo 3:11). El bautismo de Juan era un acto simbólico de arrepentimiento, mientras que el Mesías inauguraría dos tipos de bautismo espiritual: un bautismo con el Espíritu Santo y un bautismo con fuego.

El bautismo con el Espíritu Santo se produce cuando una persona nace de nuevo y pasa a formar parte del cuerpo de Cristo. Todos los creyentes en Jesús participan del bautismo del Espíritu: "Pues por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo cuerpo, ya judíos o griegos, ya esclavos o libres. A todos se nos dio a beber del mismo Espíritu" (1 Corintios 12:13, NBLA).

El bautismo de fuego que anuncia Juan podría verse de dos maneras:

1. Para los que confiesan sus pecados y se arrepienten, el bautismo de fuego hace referencia a la obra purificadora y santificadora del Espíritu Santo. El mismo símbolo se ve en Hechos 2, cuando el Espíritu Santo desciende sobre los discípulos con una señal visible: "Se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos" (Hechos 2:3, NBLA).

2. Para los que se niegan a arrepentirse, el bautismo de fuego tiene que ver con el juicio. "Nuestro Dios es fuego consumidor" (Hebreos 12:29, NBLA). Juan el Bautista tenía claramente en mente el juicio cuando habló del bautismo de fuego, pues continuó esa predicción con estas palabras: "El bieldo está en Su mano y limpiará completamente Su era; y recogerá Su trigo en el granero, pero quemará la paja en un fuego que no se apaga" (Mateo 3:12, NBLA). Los que continúan en el pecado y sin arrepentimiento están destinados al lago de fuego (Apocalipsis 20:14-15).

El anuncio del Mesías venidero por parte de Juan el Bautista refleja la culminación de las expectativas mesiánicas y la singularidad del ministerio terrenal de Jesús. Ahora que Jesús ha ascendido al cielo (Hechos 1:9-12), esperamos ansiosamente Su regreso (Filipenses 3:20). Y seguimos adorando a Aquel que bautiza con Espíritu Santo y fuego.

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