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Pregunta

¿Cómo seremos en el cielo?

Respuesta


Primera de Corintios 15 trata sobre la resurrección y el cuerpo resucitado. Nuestros cuerpos celestiales serán diferentes de los terrenales, con contrastes muy marcados. Nuestros cuerpos actuales están sujetos a la decadencia y la corrupción, pero en la resurrección serán incorruptibles: "Es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción" (1 Corintios 15:53). Del mismo modo, mientras nuestros cuerpos naturales están limitados por la mortalidad, los cuerpos resucitados serán inmortales y no estarán sujetos a la muerte (versículo 53). Además, aunque los cuerpos terrenales son débiles, los cuerpos resucitados se caracterizarán por la fortaleza (versículo 43).

Tendremos un cuerpo real en el cielo, y será el mismo que tenemos ahora. Dios redime a toda la persona: cuerpo, alma y espíritu. Pero nuestro cuerpo resucitado será "celestial" (1 Corintios 15:40), "incorruptible" (versículo 42), glorificado (versículo 43), "espiritual" (versículo 44), inmortal (versículo 53) y llevará la imagen de Cristo (versículo 49). Así que, aunque mucho cambiará, no perderemos nuestra identidad. Tú seguirás siendo tú.

Filipenses 3:21 promete que Jesús "transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación en conformidad al cuerpo de Su gloria". Después de Su resurrección, Jesús era reconocible (excepto cuando Dios impidió que se le reconociera, como en Lucas 24:16). Tenía Sus manos y pies (Lucas 24:39) y comió con Sus discípulos (Lucas 24:42). Su cuerpo fue transformado, pero seguía siendo Su cuerpo. Lo mismo ocurrirá con nosotros en la resurrección.

Nuestros cuerpos naturales se describen con la palabra deshonra en 1 Corintios 15:43 porque sufren deterioro, heridas y enfermedades; pierden su función y finalmente mueren. Llevan las marcas del pecado. A veces nuestros cuerpos son afectados por nuestro propio pecado personal, y otras veces por los pecados de otros. Pero todos envejecemos, y el paso del tiempo deja su huella. Este proceso de deterioro físico es resultado directo de la caída del ser humano. Sin embargo, Dios, mediante el poder transformador de Cristo, resucitará a Sus hijos con cuerpos nuevos y gloriosos. Cuando Jesús sanó al hombre de la mano seca, "la mano quedó restablecida" (Lucas 6:10, NVI). Esa es una pequeña imagen de lo que logrará la resurrección: seremos completamente restaurados, libres de toda corrupción y revestidos de la gloria de Cristo.

La Biblia no nos dice exactamente cómo luciremos en el cielo. No sabemos qué edad aparentaremos tener, ni cómo será nuestro cabello, color de ojos o huellas dactilares. Pero sí sabemos que todo lo relacionado con nuestra condición caída desaparecerá. No habrá más dolor, enfermedades ni defectos. Se acabarán las cicatrices, la debilidad y el sufrimiento. Quizás Jesús aún conserve las Suyas como testimonio de Su sacrificio, pero las nuestras habrán desaparecido para siempre.

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