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Pregunta

¿Qué significa que la amistad con el mundo es enemistad con Dios (Santiago 4:4)?

Respuesta


Tras observar la mundanalidad desenfrenada en la vida de sus lectores, Santiago lanza una advertencia (Santiago 4:1-17) con esta dura valoración: "¡Oh almas adúlteras! ¿No saben ustedes que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios" (Santiago 4:4, NBLA). La enemistad es animosidad, el estado de oponerse activamente a alguien.

Una metáfora bíblica habitual de la infidelidad espiritual en nuestra relación con Dios es el adulterio (por ejemplo, Jeremías 3:20; Ezequiel 16). En ningún lugar es más evidente esta imagen que en el libro de Oseas (Oseas 2:1-23). Aunque Dios mostró un amor inquebrantable a Israel, este respondió con falta de fe, inmoralidad e idolatría.

Las Escrituras describen a Dios como el esposo de Su pueblo (Isaías 54:5; 2 Corintios 11:2) y a los creyentes como Su esposa (Jeremías 2:2; 2; Efesios 5:22-33; Apocalipsis 21:7, 9). Por eso, cuando Santiago llama a sus lectores "adúlteros y adúlteras" (Santiago 4:4), la implicación es clara. Para el Dios que ha amado a Su pueblo incansable e incondicionalmente, ¿qué podría ser más doloroso que una traición despiadada?

Santiago lanza un desafío a las personas que han apartado su corazón de Dios y se han enamorado del mundo. Cuando habla del "mundo", se refiere al sistema u orden mundial, formado por personas cuyas creencias, valores y moral se oponen y rebelan a los de Dios. Las metas y objetivos del "mundo" contrastan directamente con los mandamientos de Dios. Aferrarse al mundo es elegir la enemistad con Dios.

Santiago advierte a los creyentes que no cultiven un estilo de vida que se parezca a la "amistad con el mundo". Nunca debemos perseguir los ideales, la moral, los objetivos o los propósitos del mundo, sino "buscar primero el reino [de Dios] y su justicia" (Mateo 6:33).

Mediante la repetición, Santiago subraya que "la amistad del mundo es enemistad hacia Dios" y "el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios". Con la misma palabra griega traducida como "enemistad" en Santiago 4:4, Pablo denuncia la mentalidad mundana: "La mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios" (Romanos 8:7-8, NBLA).

Debemos tener cuidado de no engañarnos pensando que podemos vivir en estrecha comunión con Dios y, al mismo tiempo, poner nuestro corazón en las cosas de este mundo. Debemos acordarnos "de la mujer de Lot" (Lucas 17:32, NTV). El apóstol Pablo enseña a los cristianos a cultivar un enfoque singular: "Ya que han sido resucitados a una vida nueva con Cristo, pongan la mira en las verdades del cielo, donde Cristo está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios. Piensen en las cosas del cielo, no en las de la tierra. Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está escondida con Cristo en Dios" (Colosenses 3:1-3, NTV).

¿Qué aspecto tiene la amistad con el mundo? ¿Cómo podemos estar seguros de que no nos estamos convirtiendo en enemigos de Dios?

Un indicio claro de que nos hemos hecho amigos del mundo es nuestro comportamiento. ¿Actuamos como la gente del mundo? ¿Disputamos, codiciamos y peleamos (Santiago 4:1-2)? ¿Acaso "albergamos envidia amarga y ambición egoísta" en nuestros corazones? ¿Nos "jactamos" y "negamos la verdad"? ¿Hay "desorden y toda práctica perversa" en nuestras vidas? ¿O, por el contrario, mostramos "obras hechas con la humildad que procede de la sabiduría"? ¿Somos "amantes de la paz, considerados, sumisos, llenos de misericordia y de buenos frutos, imparciales y sinceros" (Santiago 3:13-18)? La amistad con el mundo se contagia a nuestro carácter.

Si algo o alguien ocupa un lugar más importante en nuestra vida que nuestra relación con Dios y Jesucristo, probablemente hemos entrado en amistad con el mundo y en enemistad con Dios. Un comentarista escribe: "El amor a Dios y el amor al mundo se excluyen mutuamente" (Dibelius, M., & Greeven, H., James: A Commentary on the Epistle of James, Fortress Press, 1976, p. 220). Jesús confirmó: "Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o apreciará a uno y despreciará al otro" (Mateo 6:24).

Perseguir la amistad con el mundo nos pone en desacuerdo con Dios y en peligro de perder nuestra alma (Marcos 8:36). En cambio, si buscamos la comunión íntima con Jesús, renunciando a nuestro propio camino, tomando nuestra cruz y siguiéndole, ganamos todo lo que necesitamos en esta vida y en la venidera. Si intentamos aferrarnos al viejo modo de vida mundano, Jesús dijo que acabaríamos perdiéndolo todo. Pero si renunciamos a nuestra vida para cultivar la amistad con Cristo por causa del Evangelio, ganaremos la salvación y la vida eterna con Él (Marcos 8:35).

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