Pregunta
¿Cuál es la importancia de la unidad cristiana?
Respuesta
Poco antes de ir a la cruz, Jesús oró por la unidad entre Sus seguidores: "Padre santo, guárdalos en Tu nombre, el nombre que me has dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno" (Juan 17:11, NBLA).
Más adelante, en la misma oración, Jesús pidió "que todos sean uno. Como Tú, oh Padre, estás en Mí y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros... La gloria que me diste les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno: Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad" (Juan 17:21–23, NBLA). Es evidente que la unidad cristiana es importante para nuestro Señor.
Jesús no solo oró por unidad, sino que también dio las razones por las que la unidad cristiana es importante: pidió que todos los creyentes estén en el Padre y en el Hijo "para que el mundo crea que Tú me enviaste" (Juan 17:21, NBLA). Luego oró por una "unidad perfecta" para que "el mundo sepa que Tú me enviaste, y que los amaste tal como me has amado a Mí" (versículo 23, NBLA). Cuando los cristianos están unidos en Cristo, el mundo ve dos cosas con claridad: que Jesús fue enviado por el Padre, y que Jesús ama a Su iglesia.
En Romanos 15:5–6 encontramos otra razón, más general, por la cual la unidad cristiana es importante: "Que el Dios que infunde aliento y perseverancia les conceda vivir juntos en armonía, conforme al ejemplo de Cristo Jesús, para que con un solo corazón y a una sola voz glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo" (NVI). En resumen: la gloria de Dios. El pueblo de Dios debe hablar con una sola voz para glorificar a Dios.
La unidad cristiana viene con la madurez cristiana, y es algo que siempre buscamos alcanzar. Pablo nos instruye a "[esforzarnos] por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Efesios 4:3, NBLA). Para ayudarnos a alcanzar esa unidad, contamos con los dones del Espíritu. Dios ha dado a cada cristiano dones distintos, y al ejercerse para la edificación de la iglesia, conducen a una mayor unidad. Uno de los propósitos de los dones es que "todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:13, NBLA).
Para promover la unidad cristiana, Dios presenta a la iglesia en 1 Corintios 12:12–27 como un cuerpo vivo. El cuerpo tiene muchos miembros, cada uno con una función específica, pero todas las partes están unidas a la Cabeza del cuerpo, que es Cristo (ver Efesios 4:15).
Los cristianos forman naturalmente comunidades locales en las que nadie tiene que alegrarse o sufrir en soledad (Romanos 12:15; 1 Corintios 12:26). Cristianos de distintos trasfondos que trabajan en unidad demuestran el poder del evangelio y la universalidad de su mensaje de salvación (Gálatas 3:26–28). Los cristianos honran el nombre de Dios al buscar la unidad en el poder del Espíritu Santo, quien nos une por medio de la fe en Cristo.
La unidad cristiana es una virtud, pero hay cosas que pueden y deben limitar esa unidad. No buscamos unidad solo por el hecho de estar unidos; lo que nos une es Cristo y Su verdad. Según la Escritura, debemos apartarnos de quienes dicen ser hermanos en Cristo, pero viven en pecado persistente y sin arrepentimiento (Mateo 18:15–17; 1 Corintios 5:1–2), y también de los que enseñan doctrinas falsas (Apocalipsis 2:14–15). "Les ruego, hermanos, que vigilen a los que causan disensiones y tropiezos contra las enseñanzas que ustedes aprendieron, y que se aparten de ellos" (Romanos 16:17, NBLA).
Como indica Efesios 4:13, no alcanzaremos la unidad cristiana plena hasta que lleguemos a "la medida de la estatura de la plenitud de Cristo". Es probable que no experimentemos completamente esa unidad en este mundo. Pero seguimos esforzándonos por alcanzarla. La unidad que trae la fe en Cristo extiende el amor de Dios en la tierra y demuestra la verdad de quién es Jesús. La unidad en la iglesia también anticipa la adoración en el cielo, donde una gran multitud "de todas las naciones, tribus, pueblos, y lenguas" se presentará ante Dios y clamará a gran voz: "La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero" (Apocalipsis 7:9–10, NBLA).
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