Pregunta

¿Qué ocurrió en el viaje de Pablo a Roma?

Respuesta
El apóstol Pablo sentía un profundo amor por la iglesia de Roma y deseaba ministrarles en persona. En su carta dirigida a ellos, escrita hacia el final de su tercer viaje misionero, dijo: "Pues Dios, a quien sirvo en mi espíritu en la predicación del evangelio de Su Hijo, me es testigo de cómo sin cesar hago mención de ustedes siempre en mis oraciones, implorando que ahora, al fin, por la voluntad de Dios, logre ir a ustedes" (Romanos 1:9-10, NBLA). Lo que Pablo no sabía entonces era que efectivamente llegaría a Roma; sin embargo, el método que Dios utilizó para llevarlo allí fue como prisionero encadenado.

El arresto y los juicios de Pablo

Después de su tercer viaje misionero, Pablo quería visitar la iglesia de Jerusalén. Había oído hablar del aumento de la persecución en Jerusalén, y sus amigos le instaron a que no viajara allí (Hechos 21:4). Sin embargo, Pablo, desafiante, insistió: "Porque listo estoy no solo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús" (Hechos 21:13). Y así fue a Jerusalén. Allí fue el centro de un alboroto en el templo y finalmente fue arrestado y encerrado en la cárcel romana (Hechos 22). Mientras estaba bajo custodia, Pablo oyó una noche al Señor que le decía: "Ten ánimo, porque como has testificado fielmente de Mi causa en Jerusalén, así has de testificar también en Roma" (Hechos 23:11).

Los romanos finalmente trasladaron a Pablo a Cesarea para ser juzgado, después de que se descubriera un complot para matarlo (Hechos 23:23-35). En Cesarea, Pablo se enfrentó a un juicio ante el gobernador Félix, más tiempo en la cárcel, y un juicio ante el gobernador Festo, que había sucedido a Félix. Cuando Festo sugirió que Pablo regresara a Jerusalén para ser juzgado, Pablo reconoció el peligro que eso suponía y apeló a César, como le permitía su ciudadanía romana (Hechos 25:11). Esta apelación fue lo que llevó a Pablo a su accidentado viaje a Roma.

El primer viaje de Pablo

Hechos 27-28 ofrece un relato detallado del viaje de Pablo a Roma. El barco llevaba 276 pasajeros, entre ellos Pablo, otros prisioneros, Lucas, un macedonio llamado Aristarco y un centurión llamado Julio (Hechos 27:1-2). Julio se mostró amable con Pablo durante todo el viaje y le permitió reunirse con sus amigos cuando hicieron escala en Sidón (Hechos 27:3). Desde Sidón, el barco tomó una ruta al norte de Chipre y bordeó la costa de Cilicia y Panfilia hasta Mira, en la costa sur de Asia Menor. Allí cambiaron de barco y continuaron navegando hacia el oeste a lo largo de la costa. Navegando hacia Creta, el barco atracó en los Buenos Puertos, en la costa sur.

En los Buenos Puertos, Pablo advirtió a los que estaban en el barco sobre los problemas que se avecinaban: "Amigos, veo que de seguro este viaje va a ser con perjuicio y graves pérdidas, no solo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras vidas" (Hechos 27:10). En lugar de hacer caso de esta advertencia, el centurión Julio decidió seguir adelante con la esperanza de llegar a otro puerto de Creta, Fenicia, que Julio consideraba mejor para pasar el invierno. Esta desafortunada decisión puso al barco, a la tripulación y a los pasajeros en peligro. Antes de que pudieran llegar a Fenicia, "comenzó a soplar un viento huracanado que se llama Euroclidón" (Hechos 27:14). El barco, impulsado por el viento, pasó junto a la isla de Clauda. La tripulación tomó medidas drásticas para aligerar el barco, estabilizarlo y sujetar la nave (versículos 16-19).

Naufragio

Durante la tempestuosa tormenta que se desató "durante muchos días", los ocupantes del barco perdieron "toda esperanza de [salvarse]" (Hechos 27:20). Fue entonces cuando Pablo recibió la visita de un ángel, y transmitió este mensaje de ánimo a la tripulación: "Pero ahora los exhorto a tener buen ánimo, porque no habrá pérdida de vida entre ustedes, sino solo del barco. Porque esta noche estuvo en mi presencia un ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: No temas, Pablo; has de comparecer ante César; pero ahora, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo. Por tanto, tengan buen ánimo amigos, porque yo confío en Dios, que acontecerá exactamente como se me dijo. Pero tenemos que encallar en alguna isla" (Hechos 27:22-26). Tal como había predicho el ángel, el barco encalló en un banco de arena en Malta (Melita) y "se rompía por la fuerza de las olas" (versículo 41), pero nadie murió. Los soldados romanos querían matar a los prisioneros para impedir que escaparan, pero el centurión los detuvo, ya que quería salvar la vida de Pablo (Hechos 27:43). Todos llegaron sanos y salvos a la costa, nadando o agarrándose a lo que podían.

El ministerio de Pablo en Malta

Los habitantes de Malta mostraron bondad hacia Pablo y sus compañeros de viaje, y les hicieron una hoguera para que se calentaran. Mientras Pablo recogía leña para el fuego, una víbora se le enroscó en la mano y le mordió. Los paganos y supersticiosos habitantes de Malta lo tomaron como un presagio y dijeron: "Sin duda que este hombre es un asesino, pues aunque fue salvado del mar, la diosa Justicia no le ha concedido vivir" (Hechos 28:4). Para su asombro, Pablo no sufrió ningún daño por la mordedura de la víbora, y los habitantes cambiaron su opinión sobre él y creyeron que era un dios.

Publio, el jefe de la isla, invitó generosamente a Pablo y a sus compañeros a quedarse con él. El padre de Publio estaba muriendo de fiebre y disentería, y "Pablo entró a verlo, y después de orar puso las manos sobre él, y lo sanó" (Hechos 28:8). La noticia se difundió rápidamente, y todos los demás enfermos de la isla acudieron a Pablo y también fueron curados (Hechos 28:8-9). Estaba claro que la mano de Dios estaba sobre Pablo durante este desvío, ya que el pueblo de Malta vio la gloria de Dios y escuchó el evangelio de Jesús.

La llegada de Pablo a Roma

Después de tres meses en Malta, los viajeros zarparon una vez más. El agradecido pueblo de Malta "nos suplieron con todo lo necesario" (Hechos 28:10). El resto del viaje transcurrió sin incidentes. El barco hizo una parada de tres días en Siracusa (en el sureste de Sicilia), paró en Regio (en la "punta" de Italia) y llegó a Puteoli, un puerto en el oeste de Italia, donde "encontramos algunos hermanos, que nos invitaron a permanecer con ellos por siete días" (Hechos 28:14).

Desde Puteoli, Pablo, agotado por el viaje, fue llevado por tierra a Roma. Mientras iba de camino, algunos cristianos bajaron de Roma para recibirlo. Algunos recorrieron 48 kilómetros hasta las Tres Tabernas para encontrarse con Pablo; otros recorrieron 64 kilómetros hasta el Foro de Apio (Hechos 28:15). Desde esos lugares, una alegre multitud de creyentes acompañó a Pablo a Roma.

Una vez en Roma, a Pablo se le concedió el privilegio de vivir solo, aunque con un guardia romano (Hechos 28:16). Y Pablo se quedó por dos años enteros en la habitación que alquilaba, y recibía a todos los que iban a verlo, predicando el reino de Dios y enseñando todo lo concerniente al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbo" (Hechos 28:30-31).

Dios cumplió Su promesa a Pablo, y el apóstol llegó a Roma. Los medios para llegar allí fueron mucho más tortuosos —y mucho más peligrosos— de lo que Pablo había esperado. Pero a pesar de todo, contó con la protección de Dios y aprovechó las numerosas oportunidades para predicar a Jesucristo.