Pregunta
¿Qué significa que los creyentes vencerán por la sangre del Cordero (Apocalipsis 12:11)?
Respuesta
Apocalipsis 12:10 llama a Satanás "el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche". El contexto del versículo describe una batalla cósmica entre un gran dragón rojo (identificado como Satanás en Apocalipsis 12:7) y las huestes angelicales del cielo. El dragón es arrojado a la tierra (Apocalipsis 12:9), la autoridad del Mesías se establece (versículo 10) y los creyentes salen victoriosos:
"Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte" (Apocalipsis 12:11, NBLA).
Durante la tribulación del fin de los tiempos, la ira de Satanás contra el pueblo de Dios, especialmente contra Israel (la "mujer" de Apocalipsis 12), se intensificará. Pero a los creyentes se les promete que vencerán. El Dr. Charles Ryrie comenta sobre Apocalipsis 12:11: "La defensa del creyente contra Satanás es (1) confiar en los méritos de la muerte de Cristo, (2) ser activo en el testimonio, y (3) estar dispuesto a hacer cualquier sacrificio, incluida la muerte" (The Ryrie Study Bible, Moody Press, 1978, p. 1,801).
A lo largo de los siglos, el "gran dragón", Satanás, ha despreciado la misericordia, el amor, la gracia y el perdón que Dios derrama sobre los creyentes en Jesucristo. Con una determinación implacable y malvada, el diablo nos persigue, obsesionado con destruir nuestro caminar con Dios y hacernos volver a una prisión espiritual. Pero, día tras día, noche tras noche, los creyentes siempre le vencen "por la sangre del Cordero" (Apocalipsis 12:11).
El objetivo incansable de Satanás en la vida de cada cristiano es impedir, perturbar y cortar su relación con Dios. Él "anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8). Pero el único poder real que el diablo tiene sobre los creyentes es echarnos en cara nuestros pecados y transgresiones. Él es el acusador. Afortunadamente, el sacrificio de Cristo ha resuelto eficazmente el problema. Es la sangre de Jesucristo, la sangre del Cordero, la que redime a las personas, liberándolas de la esclavitud del pecado y del control de Satanás.
Las Escrituras nos ofrecen imágenes vívidas de la obra redentora de Cristo en la cruz. Pedro explica que "Dios pagó un rescate" para salvarnos de nuestra antigua forma de vida vacía. "No fue pagado con oro ni plata, los cuales pierden su valor, sino que fue con la preciosa sangre de Cristo, el Cordero de Dios, que no tiene pecado ni mancha" (1 Pedro 1:18-19, NTV). Los santos de la tribulación habrán "lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero" (Apocalipsis 7:14). Cuando Jesucristo murió, Su preciosa sangre compró "para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación" (Apocalipsis 5:9). La sangre de Jesús fue derramada "para el perdón de los pecados" (Mateo 26:28), y "nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7).
Satanás intenta condenarnos, pero nosotros vencemos por la sangre del Cordero. "Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte" (Romanos 8:1-2). Jesús nos liberó de las cadenas espirituales del pecado (Juan 8:35-36; Romanos 6:17-22).
La próxima vez que Satanás intente lanzarte a la cara tus fracasos pasados, recuerda que "Dios no envió a Su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que cree en Él no es condenado" (Juan 3:17-18).
Todos los creyentes —pasados, presentes y futuros— vencen al acusador por la sangre del Cordero. La muerte de Jesucristo es la base definitiva de nuestra victoria sobre el enemigo de nuestras almas. El apóstol Pablo pregunta: "¿Quién se atreve a acusarnos a nosotros, a quienes Dios ha elegido para sí? Nadie, porque Dios mismo nos puso en la relación correcta con él. Entonces, ¿quién nos condenará? Nadie, porque Cristo Jesús murió por nosotros y resucitó por nosotros, y está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios, e intercede por nosotros" (Romanos 8:33-34, NTV). A pesar de todo lo que el diablo puede lanzarnos desde su arsenal, "en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó" (Romanos 8:37).
Pablo les dice a los colosenses: "Pues ustedes fueron sepultados con Cristo cuando se bautizaron. Y con él también fueron resucitados para vivir una vida nueva, debido a que confiaron en el gran poder de Dios, quien levantó a Cristo de los muertos. Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y porque aún no les habían quitado la naturaleza pecaminosa. Entonces Dios les dio vida con Cristo al perdonar todos nuestros pecados. Él anuló el acta con los cargos que había contra nosotros y la eliminó clavándola en la cruz. De esa manera, desarmó a los gobernantes y a las autoridades espirituales. Los avergonzó públicamente con su victoria sobre ellos en la cruz. Por lo tanto, no permitan que nadie los condene" (Colosenses 2:12-16, NTV).
No debemos permitir que el diablo nos engañe con mentiras y acusaciones. Todos los cargos que puede presentar contra nosotros han sido cancelados, clavados en la cruz y vencidos por la sangre del Cordero. Puede parecer extraño que, en Apocalipsis 12, un dragón furioso sea vencido por un cordero sacrificado. Los corderos no suelen considerarse cazadores de dragones. Pero tal es el poder y la eficacia de la muerte de Cristo. Gracias a la sangre derramada por Cristo en la cruz, el pecado ha perdido su poder sobre nosotros. Cada vez que Satanás nos acusa, podemos cantar: "Mis cadenas han desaparecido; he sido liberado".
"Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y por la palabra del testimonio de ellos, y no amaron sus vidas, llegando hasta sufrir la muerte" (Apocalipsis 12:11, NBLA).
Durante la tribulación del fin de los tiempos, la ira de Satanás contra el pueblo de Dios, especialmente contra Israel (la "mujer" de Apocalipsis 12), se intensificará. Pero a los creyentes se les promete que vencerán. El Dr. Charles Ryrie comenta sobre Apocalipsis 12:11: "La defensa del creyente contra Satanás es (1) confiar en los méritos de la muerte de Cristo, (2) ser activo en el testimonio, y (3) estar dispuesto a hacer cualquier sacrificio, incluida la muerte" (The Ryrie Study Bible, Moody Press, 1978, p. 1,801).
A lo largo de los siglos, el "gran dragón", Satanás, ha despreciado la misericordia, el amor, la gracia y el perdón que Dios derrama sobre los creyentes en Jesucristo. Con una determinación implacable y malvada, el diablo nos persigue, obsesionado con destruir nuestro caminar con Dios y hacernos volver a una prisión espiritual. Pero, día tras día, noche tras noche, los creyentes siempre le vencen "por la sangre del Cordero" (Apocalipsis 12:11).
El objetivo incansable de Satanás en la vida de cada cristiano es impedir, perturbar y cortar su relación con Dios. Él "anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar" (1 Pedro 5:8). Pero el único poder real que el diablo tiene sobre los creyentes es echarnos en cara nuestros pecados y transgresiones. Él es el acusador. Afortunadamente, el sacrificio de Cristo ha resuelto eficazmente el problema. Es la sangre de Jesucristo, la sangre del Cordero, la que redime a las personas, liberándolas de la esclavitud del pecado y del control de Satanás.
Las Escrituras nos ofrecen imágenes vívidas de la obra redentora de Cristo en la cruz. Pedro explica que "Dios pagó un rescate" para salvarnos de nuestra antigua forma de vida vacía. "No fue pagado con oro ni plata, los cuales pierden su valor, sino que fue con la preciosa sangre de Cristo, el Cordero de Dios, que no tiene pecado ni mancha" (1 Pedro 1:18-19, NTV). Los santos de la tribulación habrán "lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero" (Apocalipsis 7:14). Cuando Jesucristo murió, Su preciosa sangre compró "para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación" (Apocalipsis 5:9). La sangre de Jesús fue derramada "para el perdón de los pecados" (Mateo 26:28), y "nos limpia de todo pecado" (1 Juan 1:7).
Satanás intenta condenarnos, pero nosotros vencemos por la sangre del Cordero. "Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha libertado de la ley del pecado y de la muerte" (Romanos 8:1-2). Jesús nos liberó de las cadenas espirituales del pecado (Juan 8:35-36; Romanos 6:17-22).
La próxima vez que Satanás intente lanzarte a la cara tus fracasos pasados, recuerda que "Dios no envió a Su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él. El que cree en Él no es condenado" (Juan 3:17-18).
Todos los creyentes —pasados, presentes y futuros— vencen al acusador por la sangre del Cordero. La muerte de Jesucristo es la base definitiva de nuestra victoria sobre el enemigo de nuestras almas. El apóstol Pablo pregunta: "¿Quién se atreve a acusarnos a nosotros, a quienes Dios ha elegido para sí? Nadie, porque Dios mismo nos puso en la relación correcta con él. Entonces, ¿quién nos condenará? Nadie, porque Cristo Jesús murió por nosotros y resucitó por nosotros, y está sentado en el lugar de honor, a la derecha de Dios, e intercede por nosotros" (Romanos 8:33-34, NTV). A pesar de todo lo que el diablo puede lanzarnos desde su arsenal, "en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó" (Romanos 8:37).
Pablo les dice a los colosenses: "Pues ustedes fueron sepultados con Cristo cuando se bautizaron. Y con él también fueron resucitados para vivir una vida nueva, debido a que confiaron en el gran poder de Dios, quien levantó a Cristo de los muertos. Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y porque aún no les habían quitado la naturaleza pecaminosa. Entonces Dios les dio vida con Cristo al perdonar todos nuestros pecados. Él anuló el acta con los cargos que había contra nosotros y la eliminó clavándola en la cruz. De esa manera, desarmó a los gobernantes y a las autoridades espirituales. Los avergonzó públicamente con su victoria sobre ellos en la cruz. Por lo tanto, no permitan que nadie los condene" (Colosenses 2:12-16, NTV).
No debemos permitir que el diablo nos engañe con mentiras y acusaciones. Todos los cargos que puede presentar contra nosotros han sido cancelados, clavados en la cruz y vencidos por la sangre del Cordero. Puede parecer extraño que, en Apocalipsis 12, un dragón furioso sea vencido por un cordero sacrificado. Los corderos no suelen considerarse cazadores de dragones. Pero tal es el poder y la eficacia de la muerte de Cristo. Gracias a la sangre derramada por Cristo en la cruz, el pecado ha perdido su poder sobre nosotros. Cada vez que Satanás nos acusa, podemos cantar: "Mis cadenas han desaparecido; he sido liberado".