Pregunta
¿Cómo podemos mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz (Efesios 4:3)?
Respuesta
En Efesios 4, el apóstol Pablo pasa de centrarse en la doctrina a centrarse en la vida correcta, haciendo hincapié en la responsabilidad del creyente de vivir de una manera digna del llamado de Dios en Jesucristo. En Efesios 4:1-3, exhorta a los miembros de la iglesia a ser siempre humildes, amables y pacientes, "soportándose unos a otros en amor, esforzándose por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (NBLA).
La palabra que Pablo utiliza aquí para "unidad" (henotēs en griego) se refiere a una condición de armonía o unidad que solo puede experimentarse entre los miembros del cuerpo de Cristo: la iglesia. Esta unidad ya existe como una realidad espiritual a través de la obra del Espíritu Santo en la vida del creyente. La unidad del Espíritu proviene de Dios, pero su expresión puede ser destruida por los seres humanos y, por lo tanto, es necesario protegerla y mantenerla.
Pablo acaba de enseñar ampliamente en Efesios 2:11-22 que mantener la unidad y la paz entre creyentes de orígenes decididamente diferentes es posible gracias a la obra de reconciliación de Cristo: "Pues Cristo mismo nos ha traído la paz. Él unió a judíos y a gentiles en un solo pueblo cuando, por medio de su cuerpo en la cruz, derribó el muro de hostilidad que nos separaba. Lo logró al poner fin al sistema de leyes de mandamientos y ordenanzas. Hizo la paz entre judíos y gentiles al crear de los dos grupos un nuevo pueblo en él. Cristo reconcilió a ambos grupos con Dios en un solo cuerpo por medio de su muerte en la cruz, y la hostilidad que había entre nosotros quedó destruida" (Efesios 2:14-16, NTV).
Puesto que la barrera hostil entre judíos y gentiles fue derribada y destruida por Dios, sin duda la unidad y el vínculo de paz entre dos personas cualesquiera pueden preservarse por el poder del Espíritu Santo. Judíos y gentiles, esclavos y libres, negros y blancos, hombres y mujeres, ricos y pobres: por muy diferentes que seamos, "todos fuimos bautizados en un solo cuerpo por un mismo Espíritu, y todos compartimos el mismo Espíritu" (1 Corintios 12:13, NTV). Ya estamos unidos en Cristo, y el Espíritu Santo mantiene esa unidad mientras caminamos "de una manera digna" de nuestro llamado.
En Efesios 4:2, Pablo ofrece cuatro cualidades que, cuando se cultivan en la vida del creyente, ayudan a mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz en la iglesia. Son la humildad, la mansedumbre, la paciencia y la tolerancia, o "soportarse unos a otros con amor".
Caminar en humildad significa recordar poner a Jesús en primer lugar, a los demás en segundo lugar y a nosotros mismos en último lugar. No hacemos "nada por egoísmo o por vanagloria", sino que consideramos los deseos y las necesidades de los demás por encima de los nuestros (Filipenses 2:3). El apóstol Pedro destaca el valor de la humildad para mantener la unidad y la paz en las relaciones, y anima a todos los creyentes: "sean todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos, y de espíritu humilde" (1 Pedro 3:8). "Y todos, revístanse de humildad en su trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes" (1 Pedro 5:5).
Pablo enseña a los filipenses que servir humildemente a los demás es una de las formas más profundas de imitar a Cristo, quien se sometió a la autoridad de Dios en todo: "Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filipenses 2:5-8).
La mansedumbre hace que uno actúe de manera dócil, apacible y ecuánime. Está estrechamente relacionada con el dominio propio (Gálatas 5:23). Jesús se describió a sí mismo como "manso y humilde de corazón" (Mateo 11:29). En el griego original, la palabra también se utiliza para referirse a un medicamento calmante, una brisa suave o un caballo que ha sido domado. En una retención similar del poder, la paciencia requiere la disciplina de soportar el sufrimiento o la incomodidad sin contraatacar (ver Colosenses 1:11).
La tolerancia o "soportarse unos a otros con amor" es un rasgo del carácter indisolublemente ligado al amor. De hecho, todas las cualidades que contribuyen a mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz están asociadas con el amor: "El amor es paciente, es bondadoso. El amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante.No se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido...Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser" (1 Corintios 13:4-8, NBLA).
De hecho, cultivar el amor es el componente fundamental para mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz: "Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes. Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo de la unidad. Que la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual en verdad fueron llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos" (Colosenses 3:12-15).
La palabra que Pablo utiliza aquí para "unidad" (henotēs en griego) se refiere a una condición de armonía o unidad que solo puede experimentarse entre los miembros del cuerpo de Cristo: la iglesia. Esta unidad ya existe como una realidad espiritual a través de la obra del Espíritu Santo en la vida del creyente. La unidad del Espíritu proviene de Dios, pero su expresión puede ser destruida por los seres humanos y, por lo tanto, es necesario protegerla y mantenerla.
Pablo acaba de enseñar ampliamente en Efesios 2:11-22 que mantener la unidad y la paz entre creyentes de orígenes decididamente diferentes es posible gracias a la obra de reconciliación de Cristo: "Pues Cristo mismo nos ha traído la paz. Él unió a judíos y a gentiles en un solo pueblo cuando, por medio de su cuerpo en la cruz, derribó el muro de hostilidad que nos separaba. Lo logró al poner fin al sistema de leyes de mandamientos y ordenanzas. Hizo la paz entre judíos y gentiles al crear de los dos grupos un nuevo pueblo en él. Cristo reconcilió a ambos grupos con Dios en un solo cuerpo por medio de su muerte en la cruz, y la hostilidad que había entre nosotros quedó destruida" (Efesios 2:14-16, NTV).
Puesto que la barrera hostil entre judíos y gentiles fue derribada y destruida por Dios, sin duda la unidad y el vínculo de paz entre dos personas cualesquiera pueden preservarse por el poder del Espíritu Santo. Judíos y gentiles, esclavos y libres, negros y blancos, hombres y mujeres, ricos y pobres: por muy diferentes que seamos, "todos fuimos bautizados en un solo cuerpo por un mismo Espíritu, y todos compartimos el mismo Espíritu" (1 Corintios 12:13, NTV). Ya estamos unidos en Cristo, y el Espíritu Santo mantiene esa unidad mientras caminamos "de una manera digna" de nuestro llamado.
En Efesios 4:2, Pablo ofrece cuatro cualidades que, cuando se cultivan en la vida del creyente, ayudan a mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz en la iglesia. Son la humildad, la mansedumbre, la paciencia y la tolerancia, o "soportarse unos a otros con amor".
Caminar en humildad significa recordar poner a Jesús en primer lugar, a los demás en segundo lugar y a nosotros mismos en último lugar. No hacemos "nada por egoísmo o por vanagloria", sino que consideramos los deseos y las necesidades de los demás por encima de los nuestros (Filipenses 2:3). El apóstol Pedro destaca el valor de la humildad para mantener la unidad y la paz en las relaciones, y anima a todos los creyentes: "sean todos de un mismo sentir, compasivos, fraternales, misericordiosos, y de espíritu humilde" (1 Pedro 3:8). "Y todos, revístanse de humildad en su trato mutuo, porque Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes" (1 Pedro 5:5).
Pablo enseña a los filipenses que servir humildemente a los demás es una de las formas más profundas de imitar a Cristo, quien se sometió a la autoridad de Dios en todo: "Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Filipenses 2:5-8).
La mansedumbre hace que uno actúe de manera dócil, apacible y ecuánime. Está estrechamente relacionada con el dominio propio (Gálatas 5:23). Jesús se describió a sí mismo como "manso y humilde de corazón" (Mateo 11:29). En el griego original, la palabra también se utiliza para referirse a un medicamento calmante, una brisa suave o un caballo que ha sido domado. En una retención similar del poder, la paciencia requiere la disciplina de soportar el sufrimiento o la incomodidad sin contraatacar (ver Colosenses 1:11).
La tolerancia o "soportarse unos a otros con amor" es un rasgo del carácter indisolublemente ligado al amor. De hecho, todas las cualidades que contribuyen a mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz están asociadas con el amor: "El amor es paciente, es bondadoso. El amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante.No se porta indecorosamente; no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido...Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser" (1 Corintios 13:4-8, NBLA).
De hecho, cultivar el amor es el componente fundamental para mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz: "Entonces, ustedes como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; soportándose unos a otros y perdonándose unos a otros, si alguien tiene queja contra otro. Como Cristo los perdonó, así también háganlo ustedes. Sobre todas estas cosas, vístanse de amor, que es el vínculo de la unidad. Que la paz de Cristo reine en sus corazones, a la cual en verdad fueron llamados en un solo cuerpo; y sean agradecidos" (Colosenses 3:12-15).