Pregunta
¿Qué significa que todos deben estar sujetos a las autoridades que gobiernan (Romanos 13:1)?
Respuesta
Por más desconcertante que pueda parecer, a veces, la Biblia afirma explícitamente que todos los puestos de autoridad humana, incluidos los de los funcionarios del gobierno, han sido designados por Dios. Por lo tanto, los cristianos deben someterse a estas autoridades gubernamentales, reconociendo el propósito ordenado por Dios: "Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan. Porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas" (Romanos 13:1).
El apóstol Pablo no está haciendo una sugerencia, sino dando una orden. En el idioma original, hypotassesthō ("estar sujeto") proviene de una raíz que significa "colocar o clasificar debajo; someter". La Nueva Traducción Viviente expresa claramente el tiempo verbal imperativo pasivo presente: "Toda persona debe someterse a las autoridades de gobierno" (Romanos 13:1). Pablo explica inmediatamente por qué todos deben estar sujetos a las autoridades gobernantes: "pues toda autoridad proviene de Dios" (Romanos 13:1, NTV).
Aquí no hay margen de excepción para los creyentes. Estemos o no de acuerdo con las políticas o ideas de un líder, debemos reconocer que es Dios quien ha puesto a nuestras autoridades en sus cargos. Romanos 13:1 subraya la soberanía absoluta de Dios sobre todos los asuntos humanos. No debemos temer al someternos a las autoridades, porque es Dios mismo quien las establece. Daniel, quien sirvió bajo el gobierno del impío rey Nabucodonosor, entendía que el poder último no lo tenía el rey, sino Dios: "Él controla el curso de los sucesos del mundo; él quita reyes y pone otros reyes" (Daniel 2:21, NTV).
El apóstol Pedro también lo afirma: "Por amor al Señor, sométanse a toda autoridad humana, ya sea al rey como jefe de Estado o a los funcionarios que él ha nombrado. Pues a ellos el rey los ha mandado a que castiguen a aquellos que hacen el mal y a que honren a los que hacen el bien...Respeten a todos y amen a la familia de creyentes. Teman a Dios y respeten al rey" (1 Pedro 2:13–17, NTV). Como regla, Dios establece a los líderes civiles para corregir a los desobedientes ("castigar a los que hacen lo malo") y cumplir Su voluntad justa en la tierra ("honrar a los que hacen el bien"). Son "siervos de Dios", puestos para el bien del pueblo, para hacer cumplir el orden en la sociedad que gobiernan y prevenir el caos y la anarquía (Romanos 13:3–4; ver también Esdras 7:26; Proverbios 29:4, 14).
Pablo exhorta a su discípulo Timoteo a orar "por todos los seres humanos. Pídele a Dios que los ayude; intercede en su favor, y da gracias por ellos.Ora de ese modo por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos tener una vida pacífica y tranquila, caracterizada por la devoción a Dios y la dignidad. Esto es bueno y le agrada a Dios nuestro Salvador" (1 Timoteo 2:1–3, NTV). A Tito le instruye: "Recuérdales que estén sujetos a los gobernantes, a las autoridades; que sean obedientes, que estén preparados para toda buena obra" (Tito 3:1).
No es necesario que nos agraden nuestros líderes, pero sí debemos tratarlos con respeto, en reverencia a la posición que Dios les ha asignado. Cuando Pablo escribió su carta a los Romanos, vivía bajo el dominio de Nerón, uno de los emperadores más crueles de Roma. Si Pablo pudo someterse a la autoridad de Nerón, también nosotros podemos y debemos reconocer y respetar a nuestras autoridades civiles.
Dios es quien decide a quien "humilla y a quien ensalza" (Salmo 75:6–7). Él gobierna el corazón del rey "como un arroyo dirigido por el Señor, quien lo guía por donde él quiere" (Proverbios 21:1, NTV). Salomón aconseja sabiamente: “Hijo mío, teme al Señor y al rey. No te juntes con los rebeldes, porque repentinamente les vendrá la calamidad. ¿Quién sabe qué castigo les caerá de parte del Señor y del rey?” (Proverbios 24:21–22, NTV; ver también Eclesiastés 8:2–5; Mateo 22:15–21).
A los cristianos se nos llama a obedecer a nuestras autoridades, pagar impuestos, cumplir las leyes y mostrar respeto. Cuando desobedecemos o nos rebelamos contra nuestros líderes, en realidad estamos desobedeciendo y despreciando a Dios, quien los ha puesto sobre nosotros (Romanos 13:2). La Biblia advierte que si no nos sometemos, nos exponemos al juicio de Dios.
Solo existe una excepción en la que los creyentes no deben someterse a las autoridades: cuando estas les exijan ir en contra de la voluntad de Dios. En Hechos 5:22–33, los apóstoles son arrestados por predicar el evangelio en Jerusalén y proclamar el nombre de Jesucristo. Cuando se defienden ante el concilio, Pedro declara: "Debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres" (Hechos 5:29; cf. Hechos 4:18–19). El creyente tiene el deber de desobedecer la autoridad humana, si obedecerla significa deshonrar o quebrantar la ley de Dios (Éxodo 1:17; Daniel 1:8; 3:28; 6:7–10; Hebreos 11:23). Cuando las autoridades tratan de ocupar el lugar de Dios exigiendo una conducta contraria a Su voluntad revelada, entonces es justo y necesario resistir.
El apóstol Pablo no está haciendo una sugerencia, sino dando una orden. En el idioma original, hypotassesthō ("estar sujeto") proviene de una raíz que significa "colocar o clasificar debajo; someter". La Nueva Traducción Viviente expresa claramente el tiempo verbal imperativo pasivo presente: "Toda persona debe someterse a las autoridades de gobierno" (Romanos 13:1). Pablo explica inmediatamente por qué todos deben estar sujetos a las autoridades gobernantes: "pues toda autoridad proviene de Dios" (Romanos 13:1, NTV).
Aquí no hay margen de excepción para los creyentes. Estemos o no de acuerdo con las políticas o ideas de un líder, debemos reconocer que es Dios quien ha puesto a nuestras autoridades en sus cargos. Romanos 13:1 subraya la soberanía absoluta de Dios sobre todos los asuntos humanos. No debemos temer al someternos a las autoridades, porque es Dios mismo quien las establece. Daniel, quien sirvió bajo el gobierno del impío rey Nabucodonosor, entendía que el poder último no lo tenía el rey, sino Dios: "Él controla el curso de los sucesos del mundo; él quita reyes y pone otros reyes" (Daniel 2:21, NTV).
El apóstol Pedro también lo afirma: "Por amor al Señor, sométanse a toda autoridad humana, ya sea al rey como jefe de Estado o a los funcionarios que él ha nombrado. Pues a ellos el rey los ha mandado a que castiguen a aquellos que hacen el mal y a que honren a los que hacen el bien...Respeten a todos y amen a la familia de creyentes. Teman a Dios y respeten al rey" (1 Pedro 2:13–17, NTV). Como regla, Dios establece a los líderes civiles para corregir a los desobedientes ("castigar a los que hacen lo malo") y cumplir Su voluntad justa en la tierra ("honrar a los que hacen el bien"). Son "siervos de Dios", puestos para el bien del pueblo, para hacer cumplir el orden en la sociedad que gobiernan y prevenir el caos y la anarquía (Romanos 13:3–4; ver también Esdras 7:26; Proverbios 29:4, 14).
Pablo exhorta a su discípulo Timoteo a orar "por todos los seres humanos. Pídele a Dios que los ayude; intercede en su favor, y da gracias por ellos.Ora de ese modo por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos tener una vida pacífica y tranquila, caracterizada por la devoción a Dios y la dignidad. Esto es bueno y le agrada a Dios nuestro Salvador" (1 Timoteo 2:1–3, NTV). A Tito le instruye: "Recuérdales que estén sujetos a los gobernantes, a las autoridades; que sean obedientes, que estén preparados para toda buena obra" (Tito 3:1).
No es necesario que nos agraden nuestros líderes, pero sí debemos tratarlos con respeto, en reverencia a la posición que Dios les ha asignado. Cuando Pablo escribió su carta a los Romanos, vivía bajo el dominio de Nerón, uno de los emperadores más crueles de Roma. Si Pablo pudo someterse a la autoridad de Nerón, también nosotros podemos y debemos reconocer y respetar a nuestras autoridades civiles.
Dios es quien decide a quien "humilla y a quien ensalza" (Salmo 75:6–7). Él gobierna el corazón del rey "como un arroyo dirigido por el Señor, quien lo guía por donde él quiere" (Proverbios 21:1, NTV). Salomón aconseja sabiamente: “Hijo mío, teme al Señor y al rey. No te juntes con los rebeldes, porque repentinamente les vendrá la calamidad. ¿Quién sabe qué castigo les caerá de parte del Señor y del rey?” (Proverbios 24:21–22, NTV; ver también Eclesiastés 8:2–5; Mateo 22:15–21).
A los cristianos se nos llama a obedecer a nuestras autoridades, pagar impuestos, cumplir las leyes y mostrar respeto. Cuando desobedecemos o nos rebelamos contra nuestros líderes, en realidad estamos desobedeciendo y despreciando a Dios, quien los ha puesto sobre nosotros (Romanos 13:2). La Biblia advierte que si no nos sometemos, nos exponemos al juicio de Dios.
Solo existe una excepción en la que los creyentes no deben someterse a las autoridades: cuando estas les exijan ir en contra de la voluntad de Dios. En Hechos 5:22–33, los apóstoles son arrestados por predicar el evangelio en Jerusalén y proclamar el nombre de Jesucristo. Cuando se defienden ante el concilio, Pedro declara: "Debemos obedecer a Dios en vez de obedecer a los hombres" (Hechos 5:29; cf. Hechos 4:18–19). El creyente tiene el deber de desobedecer la autoridad humana, si obedecerla significa deshonrar o quebrantar la ley de Dios (Éxodo 1:17; Daniel 1:8; 3:28; 6:7–10; Hebreos 11:23). Cuando las autoridades tratan de ocupar el lugar de Dios exigiendo una conducta contraria a Su voluntad revelada, entonces es justo y necesario resistir.