Pregunta

¿Qué significa que "la casa de ustedes se les deja desierta" (Mateo 23:38)?

Respuesta
Al final de Mateo 23, mientras Jesús reprende severamente a los escribas y fariseos por su conducta, declara: "Por tanto, la casa de ustedes se les deja desierta" (versículo 38). Esta es una profecía sobre la destrucción del templo de Jerusalén.

La declaración tiene un doble significado. En primer lugar, Jesús—quien es Dios en forma humana—se alejaba del templo por última vez, dejándolo desprovisto de la Presencia divina. Dios estaba abandonando aquel hermoso lugar de adoración, dejándolo espiritualmente vacío y expuesto a la destrucción. En Mateo 23:39, Jesús promete a los judíos que no volverán a verlo "hasta que digan: Bendito Aquel que viene en el nombre del Señor". En ese momento, Israel será salvo, y los judíos se convertirán al verdadero Mesías (ver Romanos 11:25–27).

En segundo lugar, la frase "la casa de ustedes se les deja desierta" también hace referencia a la destrucción física del templo, que ocurriría tan solo cuarenta años después, cuando los romanos invadieron Jerusalén en el año 70 d. C. Poco después de pronunciar esta sentencia, los discípulos de Jesús señalaron las impresionantes edificaciones del templo, admirando su arquitectura y adornos. Sin embargo, se habrán quedado atónitos al escuchar a Jesús describir su destino: "En cuanto a estas cosas que ustedes están mirando, vendrán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada" (Lucas 21:6). Esa sería la triste desolación que aguardaba a Jerusalén, al templo y al pueblo que rechazó a su Mesías.

Unos días antes de decir que "la casa de ustedes se les deja desierta", Jesús había purificado el templo. En ese momento declaró: "Escrito está: Mi casa será casa de oración pero ustedes la han hecho cueva de ladrones" (Lucas 19:46). El contraste entre "Mi casa" y “la casa de ustedes" es impactante. El templo le pertenecía a Dios, pero fue profanado por hombres malvados, lo cual motivó la purificación de Jesús. Luego, al salir por última vez, ya no lo llama "Mi casa", sino "la casa de ustedes"; es decir, dejó de ser de Dios para ser de ellos. Se habían apropiado del templo, resistiendo la autoridad legítima del Señor. Como consecuencia, Dios la abandonó, dejándola expuesta a la ruina.

Jesús no pronunció esta sentencia con indiferencia ni satisfacción. Por el contrario, lamentó profundamente tanto la destrucción del templo como el destino del pueblo. Dijo: "¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que son enviados a ella! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos debajo de sus alas, y no quisiste!" (Mateo 23:37). Lucas añade que Jesús lloró al contemplar el terrible futuro que aguardaba a la ciudad y a sus habitantes (Lucas 19:41).

Los registros históricos, incluidos los escritos de Josefo, describen en detalle la invasión romana, confirmando que la profecía de Jesús—"la casa de ustedes se les deja desierta"—se cumplió con exactitud.