Pregunta

¿Qué quiere decir Dios cuando dice: "Salgan de ella" en Apocalipsis 18:4?

Respuesta
En Apocalipsis 18, Juan registra una visión de un poderoso ángel que desciende del cielo para anunciar la caída de Babilonia la Grande. Este sistema maligno del mundo, asociado con el Anticristo del tiempo del fin, es representado como una prostituta que comete inmoralidades con los reyes de la tierra (Apocalipsis 17:1–2). La "ramera de Babilonia" o "Babilonia la Grande" hace guerra contra los verdaderos santos de Dios (versículo 6), y se interpreta mejor como un sistema religioso impío de los últimos tiempos.

La orden de "salgan de ella" en Apocalipsis 18:4 es una advertencia para que el pueblo de Dios escape del juicio que vendrá sobre Babilonia la Grande. Este sistema religioso falso tuvo su tiempo de influencia, cuando "los reyes de la tierra han cometido actos inmorales con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido con la riqueza de su sensualidad" (versículo 3, NBLA). Pero ella es objeto de la ira de Dios, y será juzgada: "Sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades" (versículo 5, NBLA). Sufrirá una ruina repentina: "Por eso, en un solo día, vendrán sus plagas: muerte, duelo, y hambre, y será quemada con fuego" (versículo 8, NBLA), y "será derribada con violencia Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada" (versículo 21, NBLA).

Dios llama a Su pueblo durante la tribulación a desvincularse de Babilonia la Grande. Deben "salir de ella" (Apocalipsis 18:4). No deben tener nada que ver con la religión falsa del Anticristo. Han de separarse de ese sistema y de su pecado; no deben tener comunión con ella. No deben cometer adulterio espiritual. "Salir de ella" es retirarse de sus actividades, rechazar sus lujos y condenar sus planes pecaminosos.

Salir de ella es seguir el camino de la libertad y la seguridad. La voz del cielo que ordena la separación de Babilonia también da la razón del mandato: "Salgan de ella, pueblo mío, para que no participen de sus pecados y para que no reciban de sus plagas" (Apocalipsis 18:4, NBLA). Compartir el pecado es compartir la culpa. Dios desea que Su pueblo mantenga su pureza y esté libre del juicio.

El mandato de "salgan de ella" en Apocalipsis 18:4 tiene un paralelo en la historia. En los tiempos del fin, se ordena al pueblo de Dios que se separe de la Babilonia espiritual, pero en el Antiguo Testamento, se les mandó separarse de la Babilonia literal. Israel estuvo cautivo en Babilonia durante setenta años, y cuando llegó el tiempo de regresar a Jerusalén, Dios les dijo que huyeran: "Huyan de en medio de Babilonia, y salve cada uno su vida. No perezcan por su culpa, pues este es el tiempo de la venganza del Señor... Porque ha llegado al cielo su juicio... Salgan de en medio de ella, pueblo Mío, y salve cada uno su vida del ardor de la ira del Señor" (Jeremías 51:6, 9, 45, NBLA; cf. Isaías 52:11 y Jeremías 50:8).

En tiempos de juicio, Dios separa a Su pueblo de los que están siendo juzgados. Abraham expresó esta verdad en su conversación con el Señor antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra: "Lejos de Ti hacer tal cosa: matar al justo con el impío, de modo que el justo y el impío sean tratados de la misma manera. ¡Lejos de Ti!" (Génesis 18:25, NBLA). Cuando Dios juzgó a los egipcios con plagas, hizo una distinción entre Su pueblo y los que estaban bajo juicio (Éxodo 8:22–23; 9:4–6, 26; 10:23; 11:7).

Como anticipo del mandato del Nuevo Testamento de "salgan de ella", Moisés ordenó a los israelitas que se apartaran de la familia de Coré. Justo antes del juicio de Dios contra los rebeldes, Moisés advirtió a la congregación: ""Apártense ahora de las tiendas de estos malvados, y no toquen nada que les pertenezca, no sea que perezcan con todo su pecado" Se retiraron, pues, de los alrededores de las tiendas de Coré, Datán y Abiram" (Números 16:26–27, NBLA). Inmediatamente después, la tierra se abrió y tragó vivos a Coré y a los otros rebeldes (versículos 31–33).

A los cristianos de hoy también se les dice, en esencia, que "salgan de ella", es decir, que se separen de la maldad del mundo: "No estén unidos en yugo desigual con los incrédulos, pues ¿qué asociación tienen la justicia y la iniquidad? ¿O qué comunión la luz con las tinieblas? ¿O qué armonía tiene Cristo con Belial? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿O qué acuerdo tiene el templo de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos el templo del Dios vivo... Por tanto, salgan de en medio de ellos y apártense, dice el Señor; y no toquen lo inmundo, y Yo los recibiré" (2 Corintios 6:14–17, NBLA).

Durante la tribulación, cuando la gente del mundo vea la destrucción de Babilonia la Grande, lamentará la pérdida de su fuente de riquezas y placeres (Apocalipsis 18:9, 15, 19). Pero los que hayan salido de ella y que fueron perseguidos por ella se alegrarán:

"Regocíjate sobre ella, cielo,

y también ustedes, santos,

apóstoles y profetas,

porque Dios ha pronunciado juicio

contra ella por ustedes" (versículo 20, NBLA).