Pregunta
¿Qué significa ofrecer un sacrificio de alabanza (Hebreos 13:15)?
Respuesta
Hebreos 13:15 dice: "Por tanto, ofrezcamos continuamente mediante Él, sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que confiesan Su nombre" (NBLA). Los términos sacrificio y alabanza pueden parecer opuestos. Pensamos en el sacrificio como algo que ofrecemos a un alto costo personal. La alabanza, en cambio, suena alegre, como algo que brota de un corazón agradecido. Sin embargo, en el ámbito espiritual, sacrificio y alabanza están profundamente entrelazados.
No siempre nos cuesta alabar. Elogiamos a nuestros perros por atrapar la pelota y a las personas por un trabajo bien hecho. La alabanza suele ser nuestra respuesta a una acción que nos beneficia directamente, y nos sentimos generosos por expresarla. A menudo nos resulta fácil alabar a Dios con esa misma motivación. Cuando Él nos bendice, ayuda o protege, nos sentimos generosos hacia Él. Podemos cantar, adorar y hablar de Su bondad porque la vemos con claridad. Esa clase de alabanza, aunque valiosa, no nos cuesta nada. No es un sacrificio.
Pero hay momentos en los que Dios no actúa como esperábamos. El resultado del examen médico es positivo. El cónyuge quiere el divorcio. Un hijo se ha descarriado. El banco llama por la hipoteca. Dios parece muy lejano, y alabar es lo último que nace de nuestro corazón. No logramos ver Su bondad, y las circunstancias nos gritan que Él nos ha olvidado.
Alabar a Dios en esos momentos requiere un sacrificio personal. Es un acto voluntario poner todo en el altar ante un Dios que no entendemos. Cuando ofrecemos un "sacrificio de alabanza", elegimos creer que, aunque la vida no va como pensamos que debería, Dios sigue siendo bueno y digno de confianza (Salmo 135:2; Nahúm 1:7). Cuando decidimos alabar a Dios a pesar de la tormenta, Él es honrado y nuestra fe se fortalece (Malaquías 3:13–17; Job 13:15).
El mandato en Hebreos 13:15 dice que este sacrificio debe ofrecerse "continuamente". Nuestra alabanza a Dios no debe basarse en nuestra opinión sobre Su "desempeño". La alabanza no se puede tratar como una "recompensa" que damos a Dios por Sus bendiciones visibles. Isaías 29:13 dice: "Por cuanto este pueblo se acerca a Mí con sus palabras, y me honra con sus labios, pero aleja de Mí su corazón" (NBLA). La verdadera alabanza persiste sin importar las circunstancias. Brota continuamente de un corazón adorador, tanto en los buenos como en los malos tiempos (Hechos 16:23–25).
El "sacrificio de alabanza" nace de un corazón humilde que ha sido purificado por el fuego. Surge de un espíritu que ha decidido honrar a Dios a pesar del dolor que la vida le causa. El Salmo 51:16–17 expresa esta idea al decir: "Porque Tú no te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; no te agrada el holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás" (NBLA).
No siempre nos cuesta alabar. Elogiamos a nuestros perros por atrapar la pelota y a las personas por un trabajo bien hecho. La alabanza suele ser nuestra respuesta a una acción que nos beneficia directamente, y nos sentimos generosos por expresarla. A menudo nos resulta fácil alabar a Dios con esa misma motivación. Cuando Él nos bendice, ayuda o protege, nos sentimos generosos hacia Él. Podemos cantar, adorar y hablar de Su bondad porque la vemos con claridad. Esa clase de alabanza, aunque valiosa, no nos cuesta nada. No es un sacrificio.
Pero hay momentos en los que Dios no actúa como esperábamos. El resultado del examen médico es positivo. El cónyuge quiere el divorcio. Un hijo se ha descarriado. El banco llama por la hipoteca. Dios parece muy lejano, y alabar es lo último que nace de nuestro corazón. No logramos ver Su bondad, y las circunstancias nos gritan que Él nos ha olvidado.
Alabar a Dios en esos momentos requiere un sacrificio personal. Es un acto voluntario poner todo en el altar ante un Dios que no entendemos. Cuando ofrecemos un "sacrificio de alabanza", elegimos creer que, aunque la vida no va como pensamos que debería, Dios sigue siendo bueno y digno de confianza (Salmo 135:2; Nahúm 1:7). Cuando decidimos alabar a Dios a pesar de la tormenta, Él es honrado y nuestra fe se fortalece (Malaquías 3:13–17; Job 13:15).
El mandato en Hebreos 13:15 dice que este sacrificio debe ofrecerse "continuamente". Nuestra alabanza a Dios no debe basarse en nuestra opinión sobre Su "desempeño". La alabanza no se puede tratar como una "recompensa" que damos a Dios por Sus bendiciones visibles. Isaías 29:13 dice: "Por cuanto este pueblo se acerca a Mí con sus palabras, y me honra con sus labios, pero aleja de Mí su corazón" (NBLA). La verdadera alabanza persiste sin importar las circunstancias. Brota continuamente de un corazón adorador, tanto en los buenos como en los malos tiempos (Hechos 16:23–25).
El "sacrificio de alabanza" nace de un corazón humilde que ha sido purificado por el fuego. Surge de un espíritu que ha decidido honrar a Dios a pesar del dolor que la vida le causa. El Salmo 51:16–17 expresa esta idea al decir: "Porque Tú no te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; no te agrada el holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás" (NBLA).