Pregunta

¿Cuál es un buen proceso para preparar un sermón?

Respuesta
Como bien saben todos los pastores, preparar un sermón es un trabajo arduo. Según una investigación recopilada por Thom S. Rainer en 2012, los pastores dedican bastante tiempo a la preparación del sermón cada semana: el 69 % de los encuestados dedica más de 8 horas semanales a esta tarea. Solo el 8 % dedica menos de 5 horas.

Cada pastor tiene su propio método para preparar sus sermones, y no hay un único proceso que funcione para todos, pero sí hay algunos pasos útiles que pueden ayudar a formular un sermón bíblico. Antes de considerar esos pasos, hay que sentar unas bases importantes:

Ora. El poder de un sermón no está en la formación académica, la habilidad oratoria ni el dominio de la retórica; el poder está en la Palabra de Dios y en el Espíritu Santo: "Mi mensaje y mi predicación no fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder" (1 Corintios 2:4, NBLA). Ora por ti mismo; ora por tu congregación, teniendo presentes sus necesidades y preocupaciones particulares.

Comprométete con la autoridad de la Palabra. El contenido de la predicación debe ser la Palabra de Dios. Una de las últimas instrucciones de Pablo a Timoteo fue, sencillamente: "Predica la palabra" (2 Timoteo 4:2, NBLA). Predicar la Biblia es un alto llamado, y tus mensajes deben estar centrados en Cristo y ser completamente bíblicos (1 Corintios 1:23; 2:2).

Empieza temprano. No lo dejes para último momento. Comienza a trabajar en el sermón del domingo lo antes posible en la semana. Las verdades que vas a compartir necesitan tiempo para asentarse primero en tu propio corazón y mente. Dedica el tiempo suficiente para desarrollar bien el sermón.

Ahora sí, aquí hay un proceso para preparar el sermón en sí:

1) Lee el pasaje con oración y humildad, y permite que hable primero a tu propio corazón.

2) Léelo de nuevo, tomando nota de las impresiones que te deja. Escribe el tema o enseñanza principal del pasaje.

3) Investiga el trasfondo, el contexto y la situación del pasaje. ¿A quién fue dirigido? ¿Cuál fue el motivo de su redacción? ¿Qué precede y qué sigue al pasaje? ¿Cómo influye eso en su interpretación?

4) Vuelve a leer el pasaje, haciendo un esquema con los puntos principales y secundarios. Asegúrate de ser fiel al texto. El objetivo es la exégesis, no la eiségesis.

5) Usando una concordancia o referencia bíblica temática, busca pasajes que traten los mismos temas. Si el pasaje habla de la oración de intercesión, estudia otros pasajes que también aborden o ilustren ese tema. Ten presente todo el mensaje de la Palabra de Dios mientras preparas tus notas.

6) Lee nuevamente el pasaje, usando herramientas de estudio de palabras o diccionarios de hebreo y griego para descubrir más significado en el idioma original.

7) Desarrolla tu bosquejo añadiendo detalles sobre cómo vas a comunicar el sentido de cada parte del pasaje. Hazlo teniendo en cuenta a tu audiencia. ¿Cómo puedo transmitir mejor esta verdad de Dios a este grupo? ¿Cómo impacta este pasaje sus vidas?

8) Consulta diferentes comentarios bíblicos y sermones para ver qué han dicho otros estudiosos sobre el pasaje. ¿Qué ideas aportan? ¿Hay algo que puedas aprovechar para enriquecer tu sermón?

9) Añade ilustraciones o ejemplos que conecten con tu audiencia y aclaren el significado de los diferentes puntos del mensaje.

10) Revisa y pule tu bosquejo, prestando atención especial al flujo lógico, las transiciones entre puntos, la coherencia del tema y la claridad general. Elimina cualquier parte que no aporte al propósito general del sermón.

11) Escribe, con oración, una introducción y una conclusión. Redáctalas por completo. Presta atención a la aplicación: ¿qué sigue después del mensaje? ¿Qué acción debería motivar? (Claro que la aplicación puede aparecer a lo largo del sermón, no solo al final. El Sermón del Monte en Mateo 5–7 es un buen ejemplo de una predicación con aplicación continua).

12) Practica. Y sigue orando. Ora por claridad, intensidad, sinceridad, sentido práctico y sabiduría (Santiago 1:5). Ora para que Dios sea glorificado y el Señor Jesús sea exaltado.

Charles Spurgeon, el "Príncipe de los Predicadores", recalcó la importancia de una predicación centrada en Cristo: "Sea cual sea el tema que predique, no paro hasta llegar al Salvador, el Señor Jesús, porque en Él están todas las cosas".