Pregunta
¿Cómo podemos elevar oraciones y súplicas con acción de gracias (Filipenses 4:6)?
Respuesta
En Filipenses 4:6, Pablo escribe: "Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios" (NBLA). Pablo nos manda que evitemos la ansiedad. ¿Cómo podemos hacerlo? Elevando oraciones y súplicas y llenándonos de acción de gracias. En todas las circunstancias, ya sean grandes o pequeñas, siempre debemos estar agradecidos a Dios. El resultado es que "la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús" (Filipenses 4:7, NBLA).
Durante Su ministerio terrenal, Jesús a menudo elevaba oraciones y súplicas con acción de gracias. Antes de alimentar a los cinco mil, por ejemplo, Jesús tomó "los siete panes, después de dar gracias" (Marcos 8:6, NBLA). Aquí, Jesús nos da ejemplo de cómo nuestras oraciones deben comenzar siempre dando gracias por la provisión del Padre.
La oración de Jesús en la Última Cena nos ofrece más información sobre cómo elevar nuestras oraciones y súplicas con acción de gracias, especialmente en momentos de estrés. La noche de Su arresto, Jesús "tomando el pan, después de haber dado gracias, lo partió" (Lucas 22:19, NBLA). El pan partido representaba Su cuerpo, que pronto sería partido, y sin embargo, dio gracias. En Getsemaní, Jesús oró con humilde sumisión a la voluntad soberana de Dios (Lucas 22:42). En ese contexto, la gratitud acepta la realidad del sufrimiento. La gratitud implica confiar en la bondad y la autoridad de Dios sobre todas las circunstancias (Romanos 8:28).
El acto de elevar la oración y la súplica con acción de gracias también implica reconocer la fidelidad de Dios. Antes de resucitar a Lázaro de entre los muertos, Jesús oró: "Padre, te doy gracias porque me has oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que me rodea, para que crean que Tú me has enviado" (Juan 11:41-42, NBLA). La oración de Jesús refleja un profundo sentido de agradecimiento, basado en un diálogo relacional continuo con el Padre. Reconoce que el Padre conoce nuestras necesidades (Mateo 6:8) y que está dispuesto a intervenir en nuestro favor (1 Pedro 5:7).
Además, presentar nuestras oraciones y súplicas con acción de gracias requiere que mantengamos un espíritu de gozo y gratitud en comunión regular con Dios. Esto se ejemplifica en la iglesia primitiva: "se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración" (Hechos 2:42, NBLA). La práctica de la oración en la iglesia primitiva no era meramente un deber religioso, sino una expresión vital de una fe viva y de gratitud hacia Dios.
Las instrucciones de Pablo en Filipenses 4:6, por lo tanto, están arraigadas en la vida y las enseñanzas de Jesús. Elevar la oración y la súplica con acción de gracias es adorar a Dios, someterse a Su voluntad y regocijarse en Su amor y misericordia inquebrantables. Cada petición que llevamos a Dios va acompañada de un corazón agradecido.
Al elevar nuestras oraciones y súplicas con acción de gracias, somos impulsados a tener una relación más profunda con Dios, basada en la confianza, la sumisión y la gratitud. Esto hace más que cambiar la forma en que oramos; también cambia la forma en que vivimos, inundando nuestros corazones con paz que no se basa en las circunstancias, sino en el Salvador. Aceptemos de todo corazón la instrucción de Pablo, elevando continuamente nuestras oraciones y súplicas con acción de gracias.
Durante Su ministerio terrenal, Jesús a menudo elevaba oraciones y súplicas con acción de gracias. Antes de alimentar a los cinco mil, por ejemplo, Jesús tomó "los siete panes, después de dar gracias" (Marcos 8:6, NBLA). Aquí, Jesús nos da ejemplo de cómo nuestras oraciones deben comenzar siempre dando gracias por la provisión del Padre.
La oración de Jesús en la Última Cena nos ofrece más información sobre cómo elevar nuestras oraciones y súplicas con acción de gracias, especialmente en momentos de estrés. La noche de Su arresto, Jesús "tomando el pan, después de haber dado gracias, lo partió" (Lucas 22:19, NBLA). El pan partido representaba Su cuerpo, que pronto sería partido, y sin embargo, dio gracias. En Getsemaní, Jesús oró con humilde sumisión a la voluntad soberana de Dios (Lucas 22:42). En ese contexto, la gratitud acepta la realidad del sufrimiento. La gratitud implica confiar en la bondad y la autoridad de Dios sobre todas las circunstancias (Romanos 8:28).
El acto de elevar la oración y la súplica con acción de gracias también implica reconocer la fidelidad de Dios. Antes de resucitar a Lázaro de entre los muertos, Jesús oró: "Padre, te doy gracias porque me has oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que me rodea, para que crean que Tú me has enviado" (Juan 11:41-42, NBLA). La oración de Jesús refleja un profundo sentido de agradecimiento, basado en un diálogo relacional continuo con el Padre. Reconoce que el Padre conoce nuestras necesidades (Mateo 6:8) y que está dispuesto a intervenir en nuestro favor (1 Pedro 5:7).
Además, presentar nuestras oraciones y súplicas con acción de gracias requiere que mantengamos un espíritu de gozo y gratitud en comunión regular con Dios. Esto se ejemplifica en la iglesia primitiva: "se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración" (Hechos 2:42, NBLA). La práctica de la oración en la iglesia primitiva no era meramente un deber religioso, sino una expresión vital de una fe viva y de gratitud hacia Dios.
Las instrucciones de Pablo en Filipenses 4:6, por lo tanto, están arraigadas en la vida y las enseñanzas de Jesús. Elevar la oración y la súplica con acción de gracias es adorar a Dios, someterse a Su voluntad y regocijarse en Su amor y misericordia inquebrantables. Cada petición que llevamos a Dios va acompañada de un corazón agradecido.
Al elevar nuestras oraciones y súplicas con acción de gracias, somos impulsados a tener una relación más profunda con Dios, basada en la confianza, la sumisión y la gratitud. Esto hace más que cambiar la forma en que oramos; también cambia la forma en que vivimos, inundando nuestros corazones con paz que no se basa en las circunstancias, sino en el Salvador. Aceptemos de todo corazón la instrucción de Pablo, elevando continuamente nuestras oraciones y súplicas con acción de gracias.