Pregunta

¿Qué significa que nuestros pecados son como la grana/escarlata (Isaías 1:18)?

Respuesta
Gran parte del libro de Isaías es un relato de cómo Dios obró con un pueblo pecador para darles una esperanza segura de redención futura. El libro de Isaías narra los acontecimientos que rodearon a Israel y Judá, desde el llamamiento de Isaías en el año 740 a. C., en "el año de la muerte del rey Uzías" (Isaías 6:1), hasta algún tiempo después de la muerte del rey asirio Senaquerib (681 a. C.). Durante este tiempo, Asiria invadió y conquistó el reino del norte de Israel (722 a.C.) e intentó conquistar el reino del sur de Judá. Babilonia conquistó entonces Asiria, y se avecinaba una invasión de Judá. Estas calamidades fueron el resultado del juicio de Dios sobre un pueblo pecador (Isaías 1; ver Deuteronomio 28:62-68).

Dios describe el pecado de Judá como "grana/escarlata" y "rojos como el carmesí" en Isaías 1:18 (NBLA). La grana solía representar la riqueza y la realeza (cf. Jeremías 4:30; Mateo 27:28), pero en el contexto de Isaías 1:18, el escarlata y el carmesí representan la contaminación, una mancha profunda de pecado. Para conseguir un tejido de color grana/escarlata, se empapaba el material en un tinte escarlata. Este proceso de teñido ilustra cómo el pecado había impregnado el tejido de la sociedad; los pecados del pueblo de Dios eran "como la grana/escarlata". La mancha del pecado había impregnado sus corazones.

Este concepto de las "manchas" del pecado se ve en otros lugares de las Escrituras (Jeremías 2:22; 1 Timoteo 6:14; 1 Corintios 6:11). El pecado se describe a menudo como una mancha, y la justicia se describe como un blanco puro. En Apocalipsis 7, por ejemplo, una gran multitud de personas se reúne alrededor del trono de Dios, todas vestidas con túnicas blancas. Un ángel identifica a las personas: "Estos son los que vienen de la gran tribulación, y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero". Es la sangre del Cordero, Jesucristo, la que se necesita para quitar la mancha del pecado y hacer justo al hombre (ver Juan 1:29).

Todos nacemos manchados y pecadores (Romanos 5:12; Efesios 2:1-3). Todos necesitamos ser purificados. ¿Qué puede lavar nuestro pecado, que es tan escarlata y rojo como el carmesí? Por la gracia de Dios, podemos ser purificados mediante la fe en Jesucristo. Pedro expresa la buena nueva de esta manera: "Ustedes saben que no fueron redimidos de su vana manera de vivir heredada de sus padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha: la sangre de Cristo. Porque Él estaba preparado desde antes de la fundación del mundo, pero se ha manifestado en estos últimos tiempos por amor a ustedes. Por medio de Él son creyentes en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que la fe y esperanza de ustedes sean en Dios" (1 Pedro 1:18-21).

El pecado es como una mancha carmesí, indicativa de culpa de sangre. Pero, para alabanza eterna de nuestro Señor Jesucristo, podemos ser limpiados de esa mancha: "Aunque sus pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán" (Isaías 1:18).