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Pregunta: "¿Acaso el hijo tiene alguna responsabilidad por los pecados del padre?"

Respuesta:
Ezequiel 18 deja claro que Dios responsabiliza a cada persona de su propio pecado. Los versículos 1 a 4 dicen: "Vino a mí palabra del Señor, diciendo: ¿Qué pensáis vosotros, los que usáis este refrán sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera? Vivo yo, dice el Señor, que nunca más tendréis por qué usar este refrán en Israel. He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá". Del mismo modo, Éxodo 20:5-6 dice: "No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy el Señor tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos". Por lo tanto, ¿los hijos son responsables del pecado de sus padres? Sí y no.

Dios juzga el corazón de cada persona. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, vemos que Dios interactúa con las personas en función de su propia fe. En el Génesis vemos que Dios trata a Caín de forma diferente a Abel, dependiendo de sus diferentes actitudes. Ezequiel 18:30 dice: "Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos". Juan 3:16 dice que "el que cree en [Jesús] no perecerá, sino que tendrá vida eterna" (énfasis añadido). El versículo 18 dice: "El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios". Está claro que se ofrece la salvación a todos, sin tener en cuenta las acciones de los padres.

Por otra parte, es obvio que los pecados de los padres afectan a sus hijos. El primer hijo de David y Betsabé murió poco después de nacer a causa del pecado de David. Los israelitas, como nación, fueron castigados por Dios por su pecado, y ese castigo a veces afectaba también a los hijos. Hoy en día, vemos cómo el pecado de los padres afecta a los niños. Aquellos que crecen observando un comportamiento pecaminoso generalmente son más propensos a cometerlo por sí mismos. Algunos pecados sacan a los padres del hogar o impiden su capacidad de ser cuidadores amorosos, preparando a los hijos para eventuales problemas en el futuro. La adicción suele tener componentes genéticos. El campo relativamente nuevo de la epigenética sugiere que los traumas pueden dejar "cicatrices moleculares" en nuestro ADN, y que esas cicatrices se transmiten genéticamente a la tercera y cuarta generación. Y lo que es más evidente, el pecado de Adán y Eva nos ha afectado a todos. Todos nacemos con una naturaleza pecaminosa porque Adán decidió desobedecer a Dios. Hemos "heredado" su pecado.

El pecado nunca es un tema privado. Siempre afecta a los que nos rodean. Esto es especialmente cierto en las familias. Los pecados de los padres afectarán a sus hijos. Sin embargo, Dios es bondadoso y misericordioso. Todos estamos marcados por el pecado (Romanos 3:23). Todos tenemos la opción de aceptar el perdón de Jesús (Romanos 6:23). Podemos ser adoptados en la familia de Dios y heredar una nueva naturaleza. La Biblia incluso habla de nacer de nuevo en términos genéticos: "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él" (1 Juan 3:9, énfasis añadido). Dios perdona el pecado cuando aceptamos el sacrificio de Jesús. "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" (2 Corintios 5:21).

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