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Pregunta: "¿Qué significa tener paz con Dios?"

Respuesta:
Antes de poder entender lo que significa tener paz con Dios, debemos reconocer que los seres humanos en su estado natural son enemigos de Dios. Puesto que heredamos una naturaleza pecaminosa de nuestros primeros padres, Adán y Eva (Génesis 3; Romanos 5:12), nacemos con la disposición de complacernos a nosotros mismos y ser nuestros propios dioses. Esa naturaleza rebelde hace que nos enfrentemos a nuestro perfecto Creador. Su justa naturaleza no puede pasar por alto nuestro pecado; la justicia exige el castigo (Romanos 3:23; 6:23). No podemos hacer la paz con Dios porque nuestros mejores esfuerzos en el mejor de los días no son más que trapos de inmundicia comparados con Su santidad (Isaías 64:6). Así que, en nuestro estado pecaminoso, no podemos reconciliarnos, no podemos tener paz con Dios, no importa cuánto lo intentemos.

Dios tomó la iniciativa de buscar la paz con nosotros al enviar a Su Hijo a la tierra. Jesús vivió una vida perfecta, Su crucifixión pagó por los pecados de todos los que confiarían en Él (Hebreos 4:15; 2 Corintios 5:21), y Su resurrección garantiza nuestra justificación ante Dios (Romanos 4:25). Jesús es el Príncipe de la Paz (Isaías 9:6), y Él es el que nos da la paz con Dios. Por eso el mensaje de salvación en Cristo se llama "el evangelio de la paz" (Efesios 6:15).

Las palabras de los ángeles a los pastores en aquella primera Navidad fueron "Gloria a Dios en el cielo más alto y paz en la tierra para aquellos en quienes Dios se complace" (Lucas 2:14). ¿Con quién se complace Dios? La complacencia y la paz de Dios descansan en aquellos que reciben al Hijo de Dios por la fe (Juan 1:12). "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 5:1). La paz con Dios significa que nuestra gran deuda por el pecado ya ha sido cancelada y Dios nos ve como justos (Colosenses 2:14; Romanos 3:22). Ya no somos enemigos, sino hijos amados (1 Juan 3:2). Su naturaleza santa puede tener comunión con nosotros porque nos ve "en Cristo".

La paz con Dios significa que nuestras conciencias están limpias (Hebreos 10:22; Tito 3:5). Ya no tenemos el abrumador peso de la culpa que nos atormentaba a todos, ya que fue puesto sobre Jesús en la cruz (Colosenses 2:14; 1 Pedro 2:24). La vergüenza que con razón sentíamos por las malas acciones que habíamos hecho, la llevó Jesús. Dios Padre nos adopta como Sus propios hijos y nos invita diciendo: "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia" para estar en comunión con Él y pedirle lo que necesitamos (Hebreos 4:16). Para el cristiano, mantener la paz con Dios significa que confesamos nuestros pecados y fracasos (1 Juan 1:9). No tenemos que seguir confesando para establecer la paz con Dios; Jesús lo hizo en la cruz cuando creímos. Las personas que han nacido de nuevo viven en una actitud de arrepentimiento continuo para que ningún pecado se arraigue y los contamine de nuevo (Juan 3:3; Romanos 6:1-4). El pecado no confesado arruina la alegre comunión entre un hijo de Dios y su Padre.

La paz con Dios también permite al cristiano vivir sin miedo a la muerte o a la eternidad. Nuestra esperanza está segura en el conocimiento de que Jesús ha hecho todo lo necesario para que estemos bien con Dios (Mateo 5:17; Juan 3:16-18). Nuestro último aliento en la tierra será nuestro primer aliento en el cielo (2 Corintios 5:6-8; Lucas 16:22). Se nos ha dado el Espíritu Santo como un anillo de promesa, la certeza de que con seguridad ocurrirá un acontecimiento mayor (2 Corintios 1:22; 5:5). En este momento, el Espíritu Santo vive dentro de nosotros para guiarnos, convencernos, consolarnos y recordarnos el sacrificio completo de Jesús a favor nuestro (Juan 14:16-17; 16:8-11; 1 Corintios 3:16; 6:19; Efesios 1:13-14).

Los seres humanos fueron creados para vivir en paz con Dios. El pecado destruyó esa paz y aún la destruye para quienes rechazan la oferta de salvación de Jesús. Sin embargo, cualquiera que invoque el nombre del Señor, crea en su corazón que Jesús es el único camino hacia Dios, y esté dispuesto a rendirse a Él como Salvador y Señor, puede tener paz con Dios (Romanos 10:9-10, 13; Juan 3:16, 36; Hechos 2:21, 28).

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