Pregunta
¿Cuál es el peligro de hablar mal del pastor y su familia?
Respuesta
El chisme es pecado, sin importar de quién se hable. Consiste en compartir información privada o sensible con personas que no tienen por qué saberla. En la Biblia, el chisme aparece en listas de pecados que Dios aborrece (2 Corintios 12:20; Romanos 1:29; 2 Timoteo 3:3). Muchas veces chismeamos porque nos hace sentir importantes: creemos tener "algo jugoso" y disfrutamos la atención al contarlo (Proverbios 26:22). El chisme destruye reputaciones y relaciones, pero cuando se trata del pastor o su familia, puede destruir incluso una iglesia entera.
El pastor y su familia ya cargan con un gran peso espiritual. Cuando se habla mal de ellos, esa carga se vuelve aún más pesada. Dios ha confiado la salud espiritual de una congregación a los pastores que Él ha llamado (Efesios 4:11; 1 Timoteo 3:2). Y así como Dios da instrucciones a los pastores, también da instrucciones a la iglesia: "Los ancianos que gobiernan bien sean considerados dignos de doble honor, principalmente los que trabajan en la predicación y en la enseñanza" (1 Timoteo 5:17, NBLA). El chisme no muestra honor; todo lo contrario.
Hablar mal del pastor debilita la obra que Dios está haciendo en la iglesia. El chisme siembra dudas, desconfianza y rebeldía, y ese tipo de semillas siempre termina dando un fruto amargo. A veces es más fácil hablar con otros sobre nuestras dudas que ir directamente con el pastor. Algunos sienten que el pastor es una figura "intimidante" y por eso prefieren el "camino más fácil" del chisme. Pero la Biblia condena fuertemente esa actitud y la relaciona con la calumnia, otro pecado grave (Colosenses 3:8).
Lamentablemente, en muchas iglesias hay personas conflictivas, chismosas, inmaduras espiritualmente (1 Corintios 3:3; 11:18; Romanos 16:17). Pero quienes desean honrar a Cristo evitan las conversaciones divisivas. No solo se niegan a participar del chisme sobre su pastor, sino que también se rehúsan a escucharlo o repetirlo. Si hay una inquietud real, van directamente al pastor, con amor y humildad. No critican a su esposa ni a sus hijos, reconociendo que también son humanos, con defectos y luchas como todos nosotros. Si hay un error serio, un creyente maduro se lo señalará al pastor con respeto, usando la Palabra de Dios (Gálatas 2:11; Hechos 18:25–26). Jesús ya dejó instrucciones claras sobre cómo corregir en Mateo 18:15–16. Ese proceso excluye totalmente el chisme.
Ningún pastor ni su familia es perfecta. Ellos también luchan con debilidades, errores y pecados. Pero hablar de ellos por detrás no soluciona nada. La alternativa bíblica al chisme es el amor y el respeto. El chisme dice en voz baja: "Escuché que el hermano Juan está teniendo problemas financieros… ¿será que es irresponsable o le está apostando al juego?". Pero la sabiduría pide una reunión con el pastor y le dice: "He escuchado algunas cosas que me preocupan, y quería saber qué hay de cierto. Me preocupa que estén enfrentando alguna necesidad y quiero saber cómo la iglesia podría ayudar". La mayoría de los pastores valoran profundamente ese tipo de apertura y cuidado genuino, y estas conversaciones fortalecen la relación entre pastor y congregación. El chisme divide. El amor edifica.
Cuando abordamos los asuntos directamente, en lugar de escondernos detrás del chisme y la calumnia, detenemos los rumores dañinos y demostramos ser dignos de confianza ante nuestras autoridades espirituales. Considera este ejemplo: Sharon nota que la esposa del pastor Ben no ha asistido a los cultos durante varias semanas. Nadie ha escuchado que esté enferma. En una conversación con su amiga Jill, Sharon menciona ese hecho y luego añade: "Sabes, siempre me pregunté si en verdad le gusta esta iglesia. Era metodista, ¿sabías?, antes de casarse con el pastor. Me pregunto si en secreto está yendo a la iglesia metodista porque no le gustan los bautistas". Jill asiente, diciendo que ella también había pensado lo mismo, y para la semana siguiente el pastor escucha por ahí que su esposa se va a divorciar de él porque él es bautista. Una visitante se entera del chisme y piensa: "No quiero ir a una iglesia donde el matrimonio del pastor está en problemas. Mejor vamos a visitar otra iglesia la próxima semana". Como una chispa en la hierba seca, el chisme puede encender un fuego que no se puede contener (ver Santiago 3:5–6). Cuando se trata de la familia del pastor, el chisme no solo daña a unos pocos individuos; daña a toda la iglesia.
Volviendo a nuestro ejemplo, si Sharon hubiera seguido los pasos bíblicos, habría notado la ausencia de la esposa del pastor Ben, habría pedido hablar con el pastor en privado y le habría expresado sus inquietudes. Entonces habría sabido que el hermano de su esposa, que vive en otro estado, estaba amenazando con suicidarse y que ella había ido a ayudar a la familia. No habían hecho público el viaje para respetar la privacidad del hermano. Si Sharon no hubiera chismeado, no solo la iglesia y el pastor se habrían librado de la controversia, sino que ella habría ganado el respeto del mismo pastor.
Todos tenemos una tendencia natural al chisme antes de darnos cuenta de que eso es lo que estamos haciendo. Caminar en el Espíritu (Gálatas 5:16, 25) significa aprender a refrenar esa inclinación natural de compartir toda la "información" que podamos. Antes de compartir información que no nos pertenece, especialmente si se trata de alguien en autoridad espiritual, primero debemos preguntarnos: ¿La persona a la que le estoy contando esto va a formar parte de la solución? ¿He hablado primero con el pastor antes de hablar sobre él? ¿Esta información es amorosa, constructiva y de beneficio tanto para el pastor como para mi confidente? Si no podemos responder a estas preguntas de una forma que honre a Dios, lo mejor es guardar silencio.
El pastor y su familia ya cargan con un gran peso espiritual. Cuando se habla mal de ellos, esa carga se vuelve aún más pesada. Dios ha confiado la salud espiritual de una congregación a los pastores que Él ha llamado (Efesios 4:11; 1 Timoteo 3:2). Y así como Dios da instrucciones a los pastores, también da instrucciones a la iglesia: "Los ancianos que gobiernan bien sean considerados dignos de doble honor, principalmente los que trabajan en la predicación y en la enseñanza" (1 Timoteo 5:17, NBLA). El chisme no muestra honor; todo lo contrario.
Hablar mal del pastor debilita la obra que Dios está haciendo en la iglesia. El chisme siembra dudas, desconfianza y rebeldía, y ese tipo de semillas siempre termina dando un fruto amargo. A veces es más fácil hablar con otros sobre nuestras dudas que ir directamente con el pastor. Algunos sienten que el pastor es una figura "intimidante" y por eso prefieren el "camino más fácil" del chisme. Pero la Biblia condena fuertemente esa actitud y la relaciona con la calumnia, otro pecado grave (Colosenses 3:8).
Lamentablemente, en muchas iglesias hay personas conflictivas, chismosas, inmaduras espiritualmente (1 Corintios 3:3; 11:18; Romanos 16:17). Pero quienes desean honrar a Cristo evitan las conversaciones divisivas. No solo se niegan a participar del chisme sobre su pastor, sino que también se rehúsan a escucharlo o repetirlo. Si hay una inquietud real, van directamente al pastor, con amor y humildad. No critican a su esposa ni a sus hijos, reconociendo que también son humanos, con defectos y luchas como todos nosotros. Si hay un error serio, un creyente maduro se lo señalará al pastor con respeto, usando la Palabra de Dios (Gálatas 2:11; Hechos 18:25–26). Jesús ya dejó instrucciones claras sobre cómo corregir en Mateo 18:15–16. Ese proceso excluye totalmente el chisme.
Ningún pastor ni su familia es perfecta. Ellos también luchan con debilidades, errores y pecados. Pero hablar de ellos por detrás no soluciona nada. La alternativa bíblica al chisme es el amor y el respeto. El chisme dice en voz baja: "Escuché que el hermano Juan está teniendo problemas financieros… ¿será que es irresponsable o le está apostando al juego?". Pero la sabiduría pide una reunión con el pastor y le dice: "He escuchado algunas cosas que me preocupan, y quería saber qué hay de cierto. Me preocupa que estén enfrentando alguna necesidad y quiero saber cómo la iglesia podría ayudar". La mayoría de los pastores valoran profundamente ese tipo de apertura y cuidado genuino, y estas conversaciones fortalecen la relación entre pastor y congregación. El chisme divide. El amor edifica.
Cuando abordamos los asuntos directamente, en lugar de escondernos detrás del chisme y la calumnia, detenemos los rumores dañinos y demostramos ser dignos de confianza ante nuestras autoridades espirituales. Considera este ejemplo: Sharon nota que la esposa del pastor Ben no ha asistido a los cultos durante varias semanas. Nadie ha escuchado que esté enferma. En una conversación con su amiga Jill, Sharon menciona ese hecho y luego añade: "Sabes, siempre me pregunté si en verdad le gusta esta iglesia. Era metodista, ¿sabías?, antes de casarse con el pastor. Me pregunto si en secreto está yendo a la iglesia metodista porque no le gustan los bautistas". Jill asiente, diciendo que ella también había pensado lo mismo, y para la semana siguiente el pastor escucha por ahí que su esposa se va a divorciar de él porque él es bautista. Una visitante se entera del chisme y piensa: "No quiero ir a una iglesia donde el matrimonio del pastor está en problemas. Mejor vamos a visitar otra iglesia la próxima semana". Como una chispa en la hierba seca, el chisme puede encender un fuego que no se puede contener (ver Santiago 3:5–6). Cuando se trata de la familia del pastor, el chisme no solo daña a unos pocos individuos; daña a toda la iglesia.
Volviendo a nuestro ejemplo, si Sharon hubiera seguido los pasos bíblicos, habría notado la ausencia de la esposa del pastor Ben, habría pedido hablar con el pastor en privado y le habría expresado sus inquietudes. Entonces habría sabido que el hermano de su esposa, que vive en otro estado, estaba amenazando con suicidarse y que ella había ido a ayudar a la familia. No habían hecho público el viaje para respetar la privacidad del hermano. Si Sharon no hubiera chismeado, no solo la iglesia y el pastor se habrían librado de la controversia, sino que ella habría ganado el respeto del mismo pastor.
Todos tenemos una tendencia natural al chisme antes de darnos cuenta de que eso es lo que estamos haciendo. Caminar en el Espíritu (Gálatas 5:16, 25) significa aprender a refrenar esa inclinación natural de compartir toda la "información" que podamos. Antes de compartir información que no nos pertenece, especialmente si se trata de alguien en autoridad espiritual, primero debemos preguntarnos: ¿La persona a la que le estoy contando esto va a formar parte de la solución? ¿He hablado primero con el pastor antes de hablar sobre él? ¿Esta información es amorosa, constructiva y de beneficio tanto para el pastor como para mi confidente? Si no podemos responder a estas preguntas de una forma que honre a Dios, lo mejor es guardar silencio.