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Pregunta: "¿Qué dice la Biblia respecto a odiarse a sí mismo?"

Respuesta:
Odiarse a sí mismo, hasta cierto punto, no es raro, pero aborrecerse a sí mismo no es lo que Dios quiere para nosotros. El mundo nos diría que la solución al odio a uno mismo es el amor propio. Nos ofrece varias formas sobre cómo obtener este amor y aceptación de uno mismo. Aunque algunas son prácticas saludables, ninguna es una solución permanente que llegue a lo más profundo de las necesidades de nuestras almas. Por el contrario, la Biblia nos dice que la solución para el odio a uno mismo es tener una visión precisa de Dios y de uno mismo a la luz de quién es Dios.

Primero, entendamos qué es lo que causa el odio a uno mismo. Algunos pueden llegar a odiarse a sí mismos porque se consideran perdedores que no tienen ciertos talentos o recursos (inteligencia, conexiones personales, dinero e influencia). Cualquiera que acepte los estándares idealizados de belleza, éxito y poder como los presentan los medios de comunicación -y que no cumpla con esos estándares- puede llegar a la conclusión ilógica de que no es digno de ser amado y empieza a hundirse en el odio a sí mismo. Las personas pueden odiarse a sí mismas por las cosas que han hecho en su pasado, o pueden odiarse por cosas con las que están luchando actualmente, como la adicción o las relaciones enfermizas. En pocas palabras, el odio a uno mismo es el resultado de no estar a la altura de los estándares que nosotros o los demás han establecido como aceptables. Cuando reconocemos que no podemos ser perfectos, podemos caer en el desprecio por nosotros mismos.

Desde el punto de vista bíblico, sabemos que somos pecadores separados de Dios (Romanos 3:23; 6:23; Efesios 2:1-5). Hay una norma a la que no llegamos y que nunca podremos cumplir por nosotros mismos (Romanos 3:20). Aparte de Dios, no tenemos esperanza. Pero esto no es motivo para odiarnos así. Al contrario, es un motivo para acudir a Dios y confiar en Su gracia. Él ha creado un camino de salvación. Dios creó a la humanidad a Su imagen (Génesis 1:27). Él nos ama y nosotros le reflejamos. Aunque el pecado estropeó esta imagen, Dios no nos abandonó. Por el contrario, envió a Su Hijo Jesús, quien, sin dejar de ser Dios, tomó forma humana. Jesús vivió una vida perfecta. Luego murió para pagar la pena por nuestro pecado, y resucitó para demostrar Su victoria sobre el pecado y la muerte (1 Corintios 15:3-7; Romanos 5:6-11; Filipenses 2:5-11). Todos los que ponen su fe en Él son salvos (Juan 3:16-18; Romanos 10:9). ¡Esto es motivo de gran regocijo! Cuando nos convertimos en hijos redimidos de Dios, no hay razón para odiarnos a nosotros mismos.

Si no te has reconciliado con Dios y has entrado en una relación personal con Él a través de Jesucristo, ese es el primer paso para superar el odio a uno mismo. No obstante, sabemos que incluso aquellos que han confiado en Jesús como su Salvador pueden luchar con el odio a sí mismos. ¿Cuál es la solución a esto? Tener una visión bíblica de quién es Dios y quién eres tú. Romanos 12:1-2 dice: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta". Comprometiendo nuestras vidas con Dios en acción y pensamiento -teniendo una mente renovada y transformada y viviendo nuestras vidas para Dios- es como superamos el odio a nosotros mismos.

¿Qué dice la Biblia sobre quién es Dios? Dios es santo, justo, clemente, misericordioso y compasivo (1 Pedro 1:16; Salmo 103:8-12; Hebreos 6:10; Colosenses 3:25; Nehemías 9:31). Es Creador, omnipotente, omnisciente y siempre presente. Dios es inmutable (Malaquías 3:6; Hebreos 13:5). Los caminos de Dios están por encima de los nuestros y Su Palabra cumple lo que desea (Isaías 55:8-11). Las promesas de Dios son verdaderas. Dios es amor y te ama (1 Juan 4:7-10). El odio a uno mismo no es compatible con esta verdad.

Se ha dicho que "Dios te hizo a propósito y para un propósito". Tu vida tiene sentido. Dios nos da muchas instrucciones en Su Palabra sobre Su voluntad para nuestras vidas y cómo debemos vivir. Cosas como estudiar regularmente la Biblia y acudir a Dios en oración nos ayudan a entender quién es Dios y lo que siente por nosotros. Nuestro amor por Dios y nuestra confianza en Él crecen. Por lo tanto, el odio a uno mismo disminuye.

Cuando obedecemos la Palabra de Dios, orientamos nuestras vidas a la verdad. Esto naturalmente resultará en enfocarnos menos en nosotros mismos, en las percepciones del mundo y en nuestros propios ídolos falsos. Asimismo, hará que digamos no al pecado con más frecuencia, lo cual es importante porque el pecado es la causa principal del odio a uno mismo. Cuando pecamos, la Biblia nos dice que podemos acudir a Dios y recibir perdón y misericordia (1 Juan 1:9; Hebreos 4:14-16). Nos asegura que el pecado ha sido derrotado y que ya no necesitamos vivir en él o en el odio a nosotros mismos por causa de él. Podemos odiar el pecado que llevamos dentro, pero no nos odiamos a nosotros mismos porque en Jesucristo no hay condenación ni nada que pueda separarnos del amor de Dios (Romanos 7-8). Cuando nuestras mentes y vidas están impregnadas de la verdad, no hay lugar para odiarnos a nosotros mismos.

Hacer cosas como amar intensamente a los demás con nuestras palabras y actos, como Dios nos llama, nos ayuda a tener una visión correcta de nosotros mismos. Servir a los demás puede contribuir a nuestro propio bienestar y así eliminar la oportunidad para que surja el odio a uno mismo. Pasar tiempo regularmente con otros creyentes y ejercitar nuestros dones espirituales dentro del cuerpo de Cristo también nos ayuda a tener una mejor visión de Dios y de nosotros mismos. Nuestros hermanos creyentes son nuestra familia, y pueden ayudarnos a rechazar las nociones de odio a uno mismo. Obedecer a Dios, tanto en el amor a Él como en el amor a los demás, da vida (ver Juan 15:1-11).

La solución al odio a uno mismo es mucho más profunda que el simple amor propio del mundo. Una persona que conoce a Dios y confía en Él obtiene su valor de Dios. Ese valor es inmutable. Las palabras de Efesios 1:3-14 son verdaderas para cualquiera que haya nacido de nuevo en Jesucristo. Hemos sido bendecidos con todas las bendiciones espirituales (v. 3), así que el odio a nosotros mismos debido a la percepción de falta de habilidad es algo sin fundamento. Hemos sido elegidos para ser santos e irreprochables ante Él ( v. 4), redimidos ( v. 7), y perdonados ( v. 7); no necesitamos odiarnos a nosotros mismos por la culpa del pecado pasado. Hemos sido predestinados para ser adoptados como hijos (v. 5) y marcados con el sello del Espíritu Santo que mora en nosotros (v. 13-14); no estamos solos. Dios "derramó" en nosotros "las riquezas" de Su gracia (v. 7-8). El amor de Dios por nosotros "excede a todo conocimiento" (Efesios 3:17-19). Cuando entendemos este tipo de aceptación y posición en Dios, simplemente no hay lugar para odiarnos a nosotros mismos.

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