Pregunta

¿Cuáles son las obras de la carne?

Respuesta
Gálatas 5:19-21 habla de las obras de la carne, diciendo que son "evidentes, las cuales son: inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, herejías, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes".

Pablo advierte entonces que "los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios". Las obras de la carne son aquellas cosas a las que los seres humanos tienden naturalmente y que son contrarias al diseño de Dios para nosotros (Romanos 1:28-29). Aquellos que llevan un estilo de vida caracterizado por la inmoralidad, la ira, la división, la embriaguez, etc., están dando pruebas de que no son salvos (ver Mateo 7:20).

Cuando la Biblia habla de la "carne", a menudo se refiere a nuestras tendencias pecaminosas naturales. Todos nacemos con una naturaleza pecaminosa (Romanos 5:12). Nuestra inclinación natural es complacernos a nosotros mismos de cualquier manera que consideremos conveniente. Podemos ser entrenados para comportarnos de maneras más aceptables socialmente e incluso encontrar placer en ser amables con los demás. Sin el poder de Dios, seguimos siendo egocéntricos. Hacemos lo que hacemos, incluso las cosas buenas, porque recibimos alguna recompensa egoísta. Cualquier cosa que no se haga por fe o por amor a Dios, cualquier acción que no esté impulsada por el Espíritu Santo, es una "obra de la carne" (Romanos 8:8; 14:23).

En la salvación, el Espíritu Santo entra en el corazón arrepentido, haciéndonos capaces de tomar decisiones que son del Espíritu, en lugar de la carne (Gálatas 5:16; Ezequiel 36:27; Romanos 8:4; Colosenses 3:5-8). Debemos considerarnos "crucificados con Cristo" (Gálatas 2:20) y nuestra vieja naturaleza pecaminosa muerta (Romanos 6:2, 11), pero la carne no muere fácilmente. La batalla sigue librándose incluso en el interior del seguidor más dedicado de Cristo. El apóstol Pablo escribió elocuentemente sobre esta batalla en Romanos 7. Los versículos 21-23 dicen: "Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros".

Las obras de la carne no siempre son tan obvias como las mencionadas anteriormente. Incluso se pueden encontrar dentro del ministerio cristiano, cuando las personas tratan de ganar popularidad o autoestima bajo el pretexto de servir a Cristo. Diótrefes fue reprendido por esto en 3 Juan 1:9. Tratar de agradar a Dios por motivos egoístas conduce a una competencia malsana, a la calumnia, a la amargura y, finalmente, al agotamiento (Gálatas 1:10).

Las obras de la carne contrastan totalmente con el fruto del Espíritu, detallado en Gálatas 5:22-23. Lo que agrada al Señor en nuestras vidas no es una "obra", sino un "fruto" que solo el Espíritu puede producir. Podemos evitar las obras de la carne permaneciendo continuamente sometidos al Espíritu Santo y permitiéndole dirigir todos los aspectos de nuestras vidas (Efesios 5:18; Gálatas 5:25).