Pregunta
¿Qué significa no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad (1 Juan 3:18)?
Respuesta
El discípulo Juan es reconocido con cariño entre los lectores de la Biblia como el apóstol del amor. Dedicó gran parte de sus escritos al tema del amor cristiano. Juan afirma que los creyentes pueden comprender el amor genuino observando el ejemplo de Cristo: "En esto conocemos el amor: en que Él puso Su vida por nosotros. También nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él? Hijos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad" (1 Juan 3:16-18, NBLA).
Amar de hecho y en verdad significa demostrar la autenticidad de nuestro amor con nuestras acciones, tal como lo hizo Jesús. Pablo transmitió un mensaje similar: "Vivan una vida llena de amor, siguiendo el ejemplo de Cristo. Él nos amó y se ofreció a sí mismo como sacrificio por nosotros, como aroma agradable a Dios" (Efesios 5:2, NTV).
No basta con decir con nuestras palabras que nos amamos; debemos demostrar o probar la verdad de nuestro amor con nuestras obras. Jesús dijo: "Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros" (Juan 13:34, NTV; ver también Juan 15:12; 1 Juan 4:11). Pablo enfatizó la necesidad de que seamos auténticos: "El amor sea sin hipocresía" (Romanos 12:9).
¿Cómo nos amó Jesús? Jesús nos amó con hechos y en verdad. Aun cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:8) como un "sacrificio para quitar nuestros pecados" (1 Juan 4:10, NTV). Jesús nos amó como nadie más, con todo lo que tenía, dando Su propia vida para que nosotros pudiéramos vivir.
Santiago ofrece un excelente ejemplo de amor falso y superficial: "Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de ustedes les dice: Vayan en paz, caliéntense y sáciense, pero no les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?". (Santiago 2:15-16, NBLA). Amamos "de palabra" o "de labios para afuera" cuando solo ofrecemos frases vacías y buenos deseos. Podemos decirle a alguien que necesita ayuda: "Oraré por ti", cuando lo que necesita oír es: "¿Cómo puedo ayudarte?". El amor verdadero implica dar pasos para satisfacer las necesidades de los demás.
El verdadero amor cristiano exige más que palabras: exige acciones. Amar con hechos y en verdad a menudo nos costará algo e incluso puede hacernos daño. Jesús explicó a Sus discípulos: "Si alguien quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará" (Mateo 16:24-25, NBLA). Seguir a Jesús significa llevar una vida de sacrificio y servicio (Marcos 10:45; ver también Mateo 20:28; Lucas 22:27; Filipenses 2:6-7).
Jesús dijo que la máxima expresión del amor es el sacrificio: "No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos" (Juan 15:13, NTV). Rara vez, como cristianos, se nos pedirá que demos nuestra vida literalmente. Pero si queremos amar con hechos y en verdad, tendremos que levantarnos y hacer algo, y eso requerirá nuestro tiempo, dinero u otros recursos. El amor sincero fluye de nuestro corazón y no solo de nuestra boca; brota de nuestras manos y pies y no solo de nuestros labios. "Es un amor que da sin contar el costo, sin pensar en recibir nada a cambio, sin sopesar primero si ese amor es merecido o no, un amor que carece por completo de interés propio" (Jackman, D., El mensaje de las cartas de Juan: Vivir en el amor de Dios, InterVarsity Press, 1988, p. 100).
La naturaleza del amor de Dios es sacrificial (1 Corintios 13:4-8). En Su Palabra, Dios nos da la mejor definición de lo que significa amar de hechos y en verdad: "Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él" (Juan 3:16-17, NTV). Dios no se limitó a decir que nos ama; lo demostró enviando a Jesús a vivir una vida de servicio y a morir como sacrificio por nuestra salvación.
No podemos amar plenamente de hecho y en verdad sin el amor de Cristo morando en nosotros: "Nosotros sabemos cuánto nos ama Dios y hemos puesto nuestra confianza en su amor. Dios es amor, y todos los que viven en amor viven en Dios y Dios vive en ellos; y al vivir en Dios, nuestro amor crece hasta hacerse perfecto" (1 Juan 4:16-17, NTV). El amor de Dios nos permite, al igual que el buen samaritano, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (ver Lucas 10:25-37). Cuando el amor puro de Jesús mora en nuestro corazón, estamos equipados para amar, no con palabras vacías o conversaciones sin sentido, sino con actos genuinos de bondad y compasión.
Amar de hecho y en verdad significa demostrar la autenticidad de nuestro amor con nuestras acciones, tal como lo hizo Jesús. Pablo transmitió un mensaje similar: "Vivan una vida llena de amor, siguiendo el ejemplo de Cristo. Él nos amó y se ofreció a sí mismo como sacrificio por nosotros, como aroma agradable a Dios" (Efesios 5:2, NTV).
No basta con decir con nuestras palabras que nos amamos; debemos demostrar o probar la verdad de nuestro amor con nuestras obras. Jesús dijo: "Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros" (Juan 13:34, NTV; ver también Juan 15:12; 1 Juan 4:11). Pablo enfatizó la necesidad de que seamos auténticos: "El amor sea sin hipocresía" (Romanos 12:9).
¿Cómo nos amó Jesús? Jesús nos amó con hechos y en verdad. Aun cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:8) como un "sacrificio para quitar nuestros pecados" (1 Juan 4:10, NTV). Jesús nos amó como nadie más, con todo lo que tenía, dando Su propia vida para que nosotros pudiéramos vivir.
Santiago ofrece un excelente ejemplo de amor falso y superficial: "Si un hermano o una hermana no tienen ropa y carecen del sustento diario, y uno de ustedes les dice: Vayan en paz, caliéntense y sáciense, pero no les dan lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve?". (Santiago 2:15-16, NBLA). Amamos "de palabra" o "de labios para afuera" cuando solo ofrecemos frases vacías y buenos deseos. Podemos decirle a alguien que necesita ayuda: "Oraré por ti", cuando lo que necesita oír es: "¿Cómo puedo ayudarte?". El amor verdadero implica dar pasos para satisfacer las necesidades de los demás.
El verdadero amor cristiano exige más que palabras: exige acciones. Amar con hechos y en verdad a menudo nos costará algo e incluso puede hacernos daño. Jesús explicó a Sus discípulos: "Si alguien quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará" (Mateo 16:24-25, NBLA). Seguir a Jesús significa llevar una vida de sacrificio y servicio (Marcos 10:45; ver también Mateo 20:28; Lucas 22:27; Filipenses 2:6-7).
Jesús dijo que la máxima expresión del amor es el sacrificio: "No hay un amor más grande que el dar la vida por los amigos" (Juan 15:13, NTV). Rara vez, como cristianos, se nos pedirá que demos nuestra vida literalmente. Pero si queremos amar con hechos y en verdad, tendremos que levantarnos y hacer algo, y eso requerirá nuestro tiempo, dinero u otros recursos. El amor sincero fluye de nuestro corazón y no solo de nuestra boca; brota de nuestras manos y pies y no solo de nuestros labios. "Es un amor que da sin contar el costo, sin pensar en recibir nada a cambio, sin sopesar primero si ese amor es merecido o no, un amor que carece por completo de interés propio" (Jackman, D., El mensaje de las cartas de Juan: Vivir en el amor de Dios, InterVarsity Press, 1988, p. 100).
La naturaleza del amor de Dios es sacrificial (1 Corintios 13:4-8). En Su Palabra, Dios nos da la mejor definición de lo que significa amar de hechos y en verdad: "Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él" (Juan 3:16-17, NTV). Dios no se limitó a decir que nos ama; lo demostró enviando a Jesús a vivir una vida de servicio y a morir como sacrificio por nuestra salvación.
No podemos amar plenamente de hecho y en verdad sin el amor de Cristo morando en nosotros: "Nosotros sabemos cuánto nos ama Dios y hemos puesto nuestra confianza en su amor. Dios es amor, y todos los que viven en amor viven en Dios y Dios vive en ellos; y al vivir en Dios, nuestro amor crece hasta hacerse perfecto" (1 Juan 4:16-17, NTV). El amor de Dios nos permite, al igual que el buen samaritano, amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (ver Lucas 10:25-37). Cuando el amor puro de Jesús mora en nuestro corazón, estamos equipados para amar, no con palabras vacías o conversaciones sin sentido, sino con actos genuinos de bondad y compasión.