Pregunta
¿Qué significa "me manifestaré a él" en Juan 14:21?
Respuesta
En Juan 14:21, Jesús declara: "El que tiene Mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por Mi Padre; y Yo lo amaré y me manifestaré a él" (NBLA). Aquí, Jesús promete manifestarse a aquellos que le aman y le obedecen. La palabra griega para "manifestarse" es emphanisō, que significa "revelar, mostrar, declarar" (Léxico de Strong).
Jesús se enfrentó con frecuencia a la hostilidad y el rechazo (ver Juan 1:10-11; 5:16; 7:12). Los judíos incrédulos llegaron incluso a decir que Jesús estaba poseído por demonios (Juan 8:48). No podían recibirlo porque sus corazones estaban endurecidos (Juan 12:40). No reconocían quién era Jesús. Por el contrario, la manifestación mencionada en Juan 14:21 es una revelación especial reservada a aquellos que aman y obedecen a Jesús.
En Juan 14:15-17, Jesús distingue entre aquellos que no pueden recibir el Espíritu de verdad (es decir, el Espíritu Santo) y aquellos que sí pueden:
Si ustedes me aman, guardarán Mis mandamientos. Entonces Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni lo ve ni lo conoce, pero ustedes sí lo conocen porque mora con ustedes y estará en ustedes. (NBLA)
Debido a la incredulidad, el mundo no puede recibir al Espíritu Santo. Pero a aquellos que vienen a la luz (Juan 3:21), Jesús promete concederles una medida completa de Su Espíritu. Así es como se manifestará a los creyentes, pero no al mundo. Jesús será conocido por Sus hijos.
La manifestación de Jesús a los creyentes está vinculada a su amor y obediencia. Él enfatiza que aquellos que lo aman y guardan Sus mandamientos experimentarán una manifestación única y personal. Fíjate en el uso de pronombres singulares: "Yo lo amaré y me manifestaré a él" (NBLA). Cuando Judas (no Iscariote) pregunta cómo se manifestará Jesús a los discípulos, pero no al mundo, Jesús responde: "Si alguien me ama, guardará Mi palabra; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada" (Juan 14:23, NBLA). Tanto el Padre como el Hijo harán su morada dentro de los creyentes a través de la presencia del Espíritu Santo, que se promete en el versículo 26.
Esta conexión entre el amor, la obediencia y la manifestación divina destaca la relación entre el discípulo y el maestro. La obediencia es el compromiso del discípulo con el maestro y es la consecuencia natural del amor por el maestro. El resultado es un mayor conocimiento del maestro.
La promesa de Jesús de manifestarse a los creyentes no es una recompensa por su buen comportamiento, sino la consecuencia de un amor profundo y genuino por Él, expresado a través de la obediencia. Los creyentes obedientes y amorosos entran en una comunión única e íntima con el Dios trino, experimentando una revelación de Jesús que trasciende el conocimiento intelectual.
Juan 14:21 nos desafía a examinar la autenticidad de nuestro amor por Jesús y la diligencia de nuestra obediencia a Sus mandamientos. La esperanza es que tengamos plenitud de gozo, tanto en esta vida como en la venidera.
Jesús se enfrentó con frecuencia a la hostilidad y el rechazo (ver Juan 1:10-11; 5:16; 7:12). Los judíos incrédulos llegaron incluso a decir que Jesús estaba poseído por demonios (Juan 8:48). No podían recibirlo porque sus corazones estaban endurecidos (Juan 12:40). No reconocían quién era Jesús. Por el contrario, la manifestación mencionada en Juan 14:21 es una revelación especial reservada a aquellos que aman y obedecen a Jesús.
En Juan 14:15-17, Jesús distingue entre aquellos que no pueden recibir el Espíritu de verdad (es decir, el Espíritu Santo) y aquellos que sí pueden:
Si ustedes me aman, guardarán Mis mandamientos. Entonces Yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Consolador para que esté con ustedes para siempre; es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni lo ve ni lo conoce, pero ustedes sí lo conocen porque mora con ustedes y estará en ustedes. (NBLA)
Debido a la incredulidad, el mundo no puede recibir al Espíritu Santo. Pero a aquellos que vienen a la luz (Juan 3:21), Jesús promete concederles una medida completa de Su Espíritu. Así es como se manifestará a los creyentes, pero no al mundo. Jesús será conocido por Sus hijos.
La manifestación de Jesús a los creyentes está vinculada a su amor y obediencia. Él enfatiza que aquellos que lo aman y guardan Sus mandamientos experimentarán una manifestación única y personal. Fíjate en el uso de pronombres singulares: "Yo lo amaré y me manifestaré a él" (NBLA). Cuando Judas (no Iscariote) pregunta cómo se manifestará Jesús a los discípulos, pero no al mundo, Jesús responde: "Si alguien me ama, guardará Mi palabra; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada" (Juan 14:23, NBLA). Tanto el Padre como el Hijo harán su morada dentro de los creyentes a través de la presencia del Espíritu Santo, que se promete en el versículo 26.
Esta conexión entre el amor, la obediencia y la manifestación divina destaca la relación entre el discípulo y el maestro. La obediencia es el compromiso del discípulo con el maestro y es la consecuencia natural del amor por el maestro. El resultado es un mayor conocimiento del maestro.
La promesa de Jesús de manifestarse a los creyentes no es una recompensa por su buen comportamiento, sino la consecuencia de un amor profundo y genuino por Él, expresado a través de la obediencia. Los creyentes obedientes y amorosos entran en una comunión única e íntima con el Dios trino, experimentando una revelación de Jesús que trasciende el conocimiento intelectual.
Juan 14:21 nos desafía a examinar la autenticidad de nuestro amor por Jesús y la diligencia de nuestra obediencia a Sus mandamientos. La esperanza es que tengamos plenitud de gozo, tanto en esta vida como en la venidera.