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Pregunta: "¿Cómo debe actuar un cristiano cuando está en un matrimonio carente de amor?"

Respuesta:
El término matrimonio sin amor puede describir varias situaciones, que van desde la pérdida de los sentimientos iniciales de amor hasta la experiencia de sufrir abusos violentos. (En el caso del maltrato conyugal, el cónyuge maltratado debe buscar ayuda a través de vías legales y de apoyo emocional. Con frecuencia es necesario retirarse físicamente de la situación mientras se lleva a cabo la terapia. Un cónyuge que ha sido maltratado nunca debe volver a vivir en la misma casa con quien le ha maltratado y que no ha demostrado ser digno de confianza). En este artículo, definiremos el matrimonio sin amor como uno en el que no hay abuso físico, pero en el que uno o ambos cónyuges han perdido todo el afecto por el otro y viven como simples compañeros de habitación.

El diseño de Dios para el matrimonio se reveló en el Jardín del Edén cuando Dios creó una mujer para Adán y se la trajo para que fuera su ayuda idónea (Génesis 2:21-24). La palabra traducida como "ayuda" proviene de una palabra hebrea que también se utiliza para describir la ayuda que Dios brinda (Éxodo 18:4; Deuteronomio 33:26; Salmo 33:20). Por lo tanto, el papel que Dios le ha dado a la esposa es el de ayudar a su esposo en las tareas que Dios le ha encomendado y proporcionarle apoyo, sabiduría, ánimo y, a veces, ayuda, al igual que Dios nos da a nosotros. El papel del esposo está claramente establecido en Efesios 5:25-33. Amar a su esposa no es una sugerencia para el esposo; es un mandato. Un esposo que no se esfuerza por mostrar a su esposa un amor desinteresado, como el de Cristo, está desobedeciendo directamente la Palabra de Dios. Si un esposo no hace esto, sus oraciones no serán escuchadas (1 Pedro 3:7).

A veces un matrimonio sin amor es el resultado de estar unido en yugo desigual con un incrédulo (ver 2 Corintios 6:14). Al cónyuge incrédulo no le importa la obediencia a la Palabra de Dios. En esos casos, el apóstol Pablo da instrucciones: si el cónyuge incrédulo consiente en permanecer en el matrimonio y no se comporta de forma abusiva, el cristiano debe quedarse y demostrar el amor de Cristo (1 Corintios 7:12-16). El primer fruto del Espíritu Santo que se menciona en Gálatas 5:22-23 es el amor. Cuando no tenemos amor para ofrecer, podemos clamar al Señor y pedir que el Espíritu Santo ame al cónyuge a través de nosotros. No es posible que Jesús sintiera un afecto cálido y emocional por los hombres que lo estaban clavando en una cruz. Sin embargo, pidió al Padre que los perdonara, y de todos modos murió por ellos (Lucas 23:33-34; Romanos 5:8). La demostración de amor de Jesús puede ser una inspiración para todos nosotros, incluso en lo que respecta a nuestros matrimonios.

Si se cuenta con consejería, los matrimonios sin amor pueden beneficiarse con la opinión sabia y objetiva de un consejero bíblico (Proverbios 11:14; 15:22). A veces, un matrimonio se vuelve aburrido debido a la negligencia y a comportamientos desconsiderados de los que la pareja no es consciente. Una perspectiva externa puede detectar rápidamente las áreas afectadas y señalarlas. Si la pareja está dispuesta a trabajar, un matrimonio carente de amor puede recuperarlo rápidamente. Incluso si uno de los cónyuges se niega a cooperar con la consejería, el cónyuge dispuesto puede beneficiarse de ir solo. Un punto de vista objetivo a veces puede ayudar a uno de los cónyuges a ver las cosas de manera diferente y, por lo tanto, a responder de mejor manera al cónyuge carente de amor.

Como una piedra que se lanza a un estanque, los cambios que se introducen en los ciclos disfuncionales crean nuevos patrones de respuesta. He aquí un ejemplo de la forma en que un cónyuge puede cambiar el curso de un matrimonio sin amor: si Susana ya no le grita a Juan cuando es grosero, él debe reaccionar a su respuesta amable de una forma diferente a la que lo hacía antes. En vez de incrementar la ira, él modera su comportamiento grosero para adaptarse a la actitud más madura de ella. La sonrisa tranquila de ella y su rechazo a entablar una discusión, demuestran que él es egoísta y suele responder con menos hostilidad. El ciclo de peleas se interrumpe, y comienza un nuevo ciclo con menos tensión y más amabilidad (Proverbios 15:1). Con el tiempo, ese nuevo ciclo más saludable puede transformarse en afecto, y la pareja aprende a disfrutar del otro una vez más.

Hay varias cosas que un cristiano puede hacer para renovar un matrimonio sin amor:

1. Establecer límites saludables. Aprender cuándo alejarse, desconectarse o rechazar palabras o patrones hirientes. Negarse a participar en peleas que no conducen a nada es una forma en que un límite puede fortalecer un matrimonio.

2. Orar por el otro. La mejor manera de perdonar y amar a alguien que nos ha herido es presentarlo ante Dios (Efesios 4:32). Dios está a favor del matrimonio, por eso sabemos que estamos orando de acuerdo con Su voluntad cuando oramos por la restauración del amor y la esperanza (1 Juan 5:14-15).

3. Cuidar las palabras. Por lo general, creemos lo que decimos. Si nos hallamos atacando regularmente a nuestro cónyuge o quejándonos del matrimonio, empezaremos a creerlo. La sabiduría dice que practiquemos el control de nuestras lenguas y que hablemos sólo lo que es "verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre" (Filipenses 4:8).

4. Prestar atención a las pequeñas cosas. Cuando una pareja se enamora por primera vez, se da cuenta de cada detalle y está ansiosa por complacer al otro. Sin embargo, si no tenemos la intención de continuar con esas prácticas, caemos en la rutina y no nos damos importancia mutua. Restaurar el amor en un matrimonio sin amor se hace de a poquito. Hay que descubrir el lenguaje del amor del cónyuge y trabajar para satisfacer esa necesidad cada día.

Un cristiano debe responder a un matrimonio sin amor negándose a participar en los comportamientos que causan el problema. Incluso si uno de los cónyuges no muestra interés en restablecer una conexión emocional, un cristiano debe hacer lo correcto. No estamos llamados a tomar represalias ni a devolver mal por mal, sino a vencer el mal con el bien (Romanos 12:21). Hemos sido llamados del mundo para ser portadores de luz (Mateo 5:14), la sal de la tierra (Mateo 5:13) y un sacerdocio escogido (1 Pedro 2:9-10). Nuestra misión no es complacernos a nosotros mismos, sino complacer a nuestro Padre celestial (1 Corintios 10:32). Él se complace cuando soportamos las dificultades con paciencia y hacemos todo lo que está a nuestro alcance para revivir un matrimonio sin amor.

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