Pregunta
¿Qué significa que somos más que vencedores (Romanos 8:37)?
Respuesta
Romanos 8:37 dice: "Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó" (NBLA). Vencer significa obtener la victoria sobre un adversario. Ser "más que vencedores" implica no solo lograr la victoria, sino hacerlo de manera abrumadora. Si el marcador final de un partido de baloncesto es 142–6, sabemos que el equipo contrario luchó, pero no fue rival para los vencedores. La victoria fue mucho más que una simple victoria.
En el Antiguo Testamento encontramos muchos ejemplos de cómo Dios dio victorias milagrosas a Su pueblo, Israel. Humanamente hablando, Israel no tenía posibilidad alguna frente a sus enemigos. Pero Dios les dijo que no tuvieran miedo, que Él pelearía por ellos. Éxodo 14:14 dice: "El Señor peleará por ustedes mientras ustedes se quedan callados" (NBLA). El Señor le dijo a Jeremías que enviaría ejércitos contra los israelitas rebeldes como castigo por su desobediencia, pero incluso entonces: "No te vencerán, porque Yo estoy contigo, declara el Señor, "para librarte"" (Jeremías 1:19, NBLA). En una ocasión, todo un ejército enemigo huyó de su propio campamento porque Dios hizo que oyeran ruidos como si se acercara un gran ejército. Los israelitas, que sufrían hambre, pudieron saquear el campamento enemigo y proveer para sus familias sin haber levantado un solo dedo (2 Reyes 7). No solo se salvaron del enemigo, sino que incluso se beneficiaron de la amenaza. Fueron "más que vencedores".
Satanás es nuestro adversario. Lanza todo tipo de ataques para intentar derrotarnos y robarnos el gozo, amenazando nuestra fe y bienestar como hijos de Dios. Muchos de esos ataques se mencionan en Romanos 8:35–39: tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez y espada. Pablo nos anima a mantenernos firmes en la fe cuando lleguen esas pruebas, recordándonos que no solo venceremos al final, sino que Jesús ya nos ha dado la victoria ahora. Satanás no tiene el poder de quitarnos nuestro destino eterno ni puede separarnos del amor de Dios. Nada de lo que enfrentamos escapa al control de Dios. Si somos Sus hijos por la fe en Cristo, tenemos Su promesa de amor y protección. En Juan 10:27–29, Jesús dijo: "Mis ovejas oyen Mi voz; Yo las conozco y me siguen. Yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de Mi mano. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre" (NBLA).
Ser más que vencedores significa enfrentar las pruebas de la vida con la certeza de que no estamos solos. Tenemos un Padre todopoderoso que pelea por nosotros. Podemos atravesar los valles más oscuros con confianza, sabiendo que nada nos sucede sin que nuestro Padre amoroso lo permita para nuestro bien (Salmo 23:4; Romanos 8:28). Tenemos Su promesa de vida eterna (Juan 3:16; Tito 1:2; 1 Juan 5:11) y Su presencia constante todos los días, hasta que lo veamos cara a cara (Salmo 139:7–12; Deuteronomio 31:8; Hebreos 13:5; Mateo 28:20). Ningún pecado nuestro ni ningún ataque del enemigo puede arrebatarnos el amoroso cuidado de Dios, y eso nos hace más que vencedores por medio de Cristo, quien nos ama.
En el Antiguo Testamento encontramos muchos ejemplos de cómo Dios dio victorias milagrosas a Su pueblo, Israel. Humanamente hablando, Israel no tenía posibilidad alguna frente a sus enemigos. Pero Dios les dijo que no tuvieran miedo, que Él pelearía por ellos. Éxodo 14:14 dice: "El Señor peleará por ustedes mientras ustedes se quedan callados" (NBLA). El Señor le dijo a Jeremías que enviaría ejércitos contra los israelitas rebeldes como castigo por su desobediencia, pero incluso entonces: "No te vencerán, porque Yo estoy contigo, declara el Señor, "para librarte"" (Jeremías 1:19, NBLA). En una ocasión, todo un ejército enemigo huyó de su propio campamento porque Dios hizo que oyeran ruidos como si se acercara un gran ejército. Los israelitas, que sufrían hambre, pudieron saquear el campamento enemigo y proveer para sus familias sin haber levantado un solo dedo (2 Reyes 7). No solo se salvaron del enemigo, sino que incluso se beneficiaron de la amenaza. Fueron "más que vencedores".
Satanás es nuestro adversario. Lanza todo tipo de ataques para intentar derrotarnos y robarnos el gozo, amenazando nuestra fe y bienestar como hijos de Dios. Muchos de esos ataques se mencionan en Romanos 8:35–39: tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez y espada. Pablo nos anima a mantenernos firmes en la fe cuando lleguen esas pruebas, recordándonos que no solo venceremos al final, sino que Jesús ya nos ha dado la victoria ahora. Satanás no tiene el poder de quitarnos nuestro destino eterno ni puede separarnos del amor de Dios. Nada de lo que enfrentamos escapa al control de Dios. Si somos Sus hijos por la fe en Cristo, tenemos Su promesa de amor y protección. En Juan 10:27–29, Jesús dijo: "Mis ovejas oyen Mi voz; Yo las conozco y me siguen. Yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de Mi mano. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre" (NBLA).
Ser más que vencedores significa enfrentar las pruebas de la vida con la certeza de que no estamos solos. Tenemos un Padre todopoderoso que pelea por nosotros. Podemos atravesar los valles más oscuros con confianza, sabiendo que nada nos sucede sin que nuestro Padre amoroso lo permita para nuestro bien (Salmo 23:4; Romanos 8:28). Tenemos Su promesa de vida eterna (Juan 3:16; Tito 1:2; 1 Juan 5:11) y Su presencia constante todos los días, hasta que lo veamos cara a cara (Salmo 139:7–12; Deuteronomio 31:8; Hebreos 13:5; Mateo 28:20). Ningún pecado nuestro ni ningún ataque del enemigo puede arrebatarnos el amoroso cuidado de Dios, y eso nos hace más que vencedores por medio de Cristo, quien nos ama.