Respuesta:
Los diccionarios definen la rectitud como "el comportamiento que es moralmente justificable o correcto". Dicho comportamiento se caracteriza por las normas aceptables de moralidad, justicia, virtud o rectitud. La norma bíblica de la rectitud humana es la propia perfección de Dios en cada atributo, cada actitud, cada comportamiento y cada palabra. Por lo tanto, las leyes de Dios, tal como se presentan en la Biblia, describen el carácter de Dios y constituyen la medida por la cual Él evalúa la rectitud humana.
La palabra griega en el Nuevo Testamento para "justicia" describe principalmente la conducta en relación con los demás, especialmente con respecto a los derechos de los demás en los negocios, en los asuntos legales, y comenzando con la relación con Dios. Se contrapone a la maldad, la conducta de aquel que, por un burdo egocentrismo, no respeta a Dios ni al hombre. La Biblia describe a la persona justa como alguien que se aferra a Dios y confía en Él (Salmo 33:18-22).
La mala noticia es que el hombre no puede alcanzar la justicia verdadera y perfecta por sí mismo; el estándar es simplemente demasiado alto. La buena noticia es que la verdadera justicia es posible para la humanidad, pero sólo a través de la purificación del pecado por parte de Jesucristo y con la presencia del Espíritu Santo. No tenemos la capacidad de alcanzar la justicia por nosotros mismos. Sin embargo, los cristianos tienen la justicia de Cristo, porque "al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" (2 Corintios 5:21). Esta es una verdad asombrosa. En la cruz, Jesús cambió nuestro pecado por Su perfecta justicia para que un día podamos presentarnos ante Dios y Él no vea nuestro pecado, sino la santa justicia del Señor Jesús.
Esto significa que somos hechos justos a los ojos de Dios; es decir, que somos aceptados como justos y tratados como justos por Dios a causa de lo que el Señor Jesús ha hecho. Él fue hecho pecado; nosotros somos hechos justicia. En la cruz, Jesús fue tratado como si fuera un pecador, aunque era perfectamente santo y puro, y nosotros somos considerados como si fuéramos justos, aunque estamos contaminados y depravados. A causa de lo que el Señor Jesús ha soportado a nuestro favor, somos tratados como si hubiéramos cumplido enteramente la ley de Dios y nunca hubiéramos estado expuestos a su castigo. Hemos recibido este precioso regalo de justicia del Dios de toda misericordia y gracia. ¡A Él sea la gloria!
