Pregunta

¿Por qué es pecado que una iglesia encubra el abuso?

Respuesta
Encubrir activamente, disfrazar o mantener oculto un error o pecado en lugar de corregirlo es lo que se conoce como un "encubrimiento". La iglesia no debe participar en encubrimientos. Cualquier persona que tenga conocimiento de un caso de abuso, o que lo sospeche, tiene la obligación moral de actuar. En muchos casos, también existe una obligación legal de denunciar el abuso ante las autoridades competentes. Las leyes estatales definen claramente qué es el abuso y especifican cuándo, cómo y ante quién debe reportarse. Las iglesias y ministerios cristianos están obligados a cumplir con esas leyes (Romanos 13:1–7).

Más allá del deber legal, existe un deber moral de enfrentar y tratar los casos de abuso. Cuando se sospecha de abuso en una iglesia o ministerio cristiano, la organización debe investigar cuidadosamente y a fondo. El objetivo debe ser descubrir la verdad y buscar justicia, no proteger la reputación institucional. Los encubrimientos intentan evadir las consecuencias mientras ignoran el daño causado. Encubrir el abuso es pecado porque perpetúa el mal, exalta lo que Dios aborrece y desobedece la ley. A la larga, un encubrimiento traerá consecuencias mucho peores que enfrentar la verdad desde el principio.

Cualquier individuo u organización que se identifique como cristiano y participe en el encubrimiento de un abuso, según la definición legal, está cometiendo pecado. Pretender identificarse con el Señor mientras se encubre el pecado es violar el mandamiento de no tomar Su nombre en vano. Negar justicia a las víctimas mediante evasivas astutas es rechazar la voluntad de Dios (Isaías 10:1–2; Marcos 7:9–13). Estas acciones provocan que otros blasfemen contra el Señor (Romanos 2:23–24). El pueblo de Dios está llamado a proteger a los débiles y vulnerables, no a explotarlos (Éxodo 22:22). Dios detesta que se utilicen cosas buenas como excusa para encubrir el pecado o la maldad (Proverbios 21:27; 1 Pedro 2:16).

Quienes participan en un encubrimiento a menudo dicen tener buenas intenciones. Una excusa común es proteger la reputación del grupo religioso. La organización argumenta que, al cubrir el pecado de una persona, puede seguir predicando el evangelio o haciendo obras de bien. Pero esta forma de pensar está equivocada. Los cristianos estamos llamados a defender al débil y al que sufre (Proverbios 22:22; 31:8–9) y a vivir comprometidos con la verdad.

Otra justificación común es la idea de que la gracia y el perdón deben estar por encima de la corrección. Pero el verdadero arrepentimiento nunca prescinde de la justicia. Los mandamientos bíblicos que ordenan reprender, corregir o incluso excomulgar a ciertos individuos son precisamente los medios establecidos por Dios para tratar con pecados graves (1 Corintios 5:9–13; 1 Timoteo 5:20). Evadir las consecuencias del abuso se hace a costa de quienes han sido perjudicados (Proverbios 19:5).

Enfrentar el abuso puede ser doloroso. Pero pocas cosas dañan tanto la evangelización como ver a cristianos profesos usar tácticas engañosas y cínicas para proteger su imagen (2 Corintios 4:2; 1 Pedro 3:17). La mayoría de los encubrimientos serán descubiertos en esta vida. Y quienes creen que Dios no ve o que se hará de la vista gorda están muy equivocados (Salmo 10:11–15). Dios lo ve todo y no puede ser engañado (Mateo 12:36; Hebreos 4:13). Jesús advirtió claramente a los líderes religiosos hipócritas que sus acciones secretas serían reveladas (Lucas 12:2–3).

Los pecados secretos acabarán por salir a la luz (Números 32:23; Proverbios 26:26; Eclesiastés 12:14). Una vez descubierto, el encubrimiento siempre hará que la iglesia o institución luzca peor. Es mejor ser criticado mientras uno se arrepiente sinceramente que proteger la reputación a base de mentiras (Proverbios 16:8; 28:6). Nunca debemos permitir que el pecado continúe ni que las víctimas sigan sufriendo.

Los encubrimientos erosionan la confianza en todo lo que una organización afirma. El abuso ya implica una grave violación de la confianza; el encubrimiento no hace más que agravarla y aumentar el escándalo. Una vez expuesto el encubrimiento, cualquier declaración moral que haga la persona, iglesia u organización será vista con razón como hipócrita, incluso si es bíblicamente correcta. Sería ingenuo pensar que los líderes que encubrieron o permitieron el abuso ahora actuarán con integridad simplemente porque fueron descubiertos.

Una buena manera de prevenir encubrimientos es establecer una cultura clara de rendición de cuentas. Esto aplica tanto a individuos como a organizaciones. La transparencia y la integridad son principios esenciales para prevenir el abuso desde el inicio (2 Corintios 8:20–22). Nada facilita más el abuso en la iglesia que líderes que sienten que no deben rendir cuentas ante nadie. La Biblia exige estándares elevados para los líderes (1 Timoteo 3:1–13; Santiago 3:1), y deben ser confrontados si fallan (Gálatas 2:11–13; Proverbios 27:5). Los creyentes deben examinar con cuidado todas las cosas —incluyendo las palabras y acciones de sus líderes— a la luz de la verdad de Dios, sin importar quiénes sean (Proverbios 18:17; Hechos 17:11; 1 Juan 4:1; Efesios 5:10; 1 Tesalonicenses 2:4; 5:21).

Si ocurre un abuso, el único remedio aceptable es la humildad y la verdad. El cuidado por la víctima debe ser la prioridad, mucho más que proteger la reputación del abusador. Idealmente, las víctimas deben sentirse fortalecidas para hablar. Esto debe formar parte esencial de la cultura de toda iglesia. Los culpables de abuso, sin importar quiénes sean, deben ser confrontados. En el contexto de la iglesia, deben ser sometidos a la disciplina eclesiástica adecuada (Mateo 18:15–20); en todos los casos, también deben ser referidos a las autoridades legales competentes (Romanos 13:1–5). El cuidado y la reparación hacia las víctimas deben ser partes fundamentales del proceso.

El abuso es una clara violación de la voluntad de Dios. Tanto el abuso como su encubrimiento son distorsiones perversas del mandamiento de Cristo para que Sus discípulos se distingan por su amor (Juan 13:35). No hay nada amoroso en encubrir el pecado o en rehusarse a tratarlo con integridad.