Pregunta
¿Qué es un grupo comunitario en la iglesia?
Respuesta
Los grupos comunitarios de la iglesia también se denominan grupos de vida o grupos pequeños. Un grupo comunitario de la iglesia está formado por un grupo reducido de personas que asisten a la misma iglesia local. Se reúnen en diferentes momentos de la semana para estudiar la Biblia, realizar proyectos de servicio y/o compartir. A medida que las iglesias crecen —con múltiples servicios o incluso varias sedes—, los grupos comunitarios ayudan a que las personas sigan conectadas entre sí. Con la evolución de la estructura eclesiástica para mantenerse relevante en medio de la cultura actual, estos grupos han reemplazado en gran medida los antiguos conceptos de la escuela dominical o las reuniones de oración de los miércoles por la noche. El objetivo de la mayoría de las iglesias bíblicamente fieles es formar grupos comunitarios que fomenten el discipulado, la oración, la conexión entre creyentes y la rendición de cuentas. El número de participantes en cada grupo comunitario suele ser limitado para cultivar y mantener relaciones profundas y duraderas.
El modelo de los grupos comunitarios en la iglesia se encuentra en el libro de los Hechos, cuando los creyentes se reunían en casas para comer, tener comunión y compartir la Cena del Señor (Hechos 2:41–42, 46). Leían las cartas de los apóstoles, las comentaban, oraban y se desafiaban mutuamente a mantenerse firmes en la fe (Hechos 20:7–8). Un grupo comunitario que funciona correctamente es como una pequeña iglesia dentro de la iglesia. Generalmente, hay un líder que facilita las reuniones y mantiene a todos informados sobre cambios de horario y próximos eventos. Ese líder también se mantiene conectado con el liderazgo de la iglesia local y es responsable del bienestar espiritual y las necesidades de los miembros del grupo.
A pesar de los loables objetivos de los grupos comunitarios, hay ciertos aspectos que se deben tener en cuenta. En un mundo cada vez más falto de compromiso, los líderes de grupos comunitarios suelen frustrarse por la asistencia tan inestable a las reuniones. Un grupo solo será tan saludable como lo sean sus miembros. Cuando un líder ha preparado una comida, su casa y una enseñanza durante la semana laboral, puede ser desalentador que nadie se presente. Algunos grupos comunitarios se han vuelto tan populares entre los miembros que estos han abandonado la iglesia local para formar su propia “iglesia”. Estas situaciones rara vez terminan bien, ya que se apartan de la autoridad espiritual que Dios les ha dado a los pastores y ancianos (Hechos 14:23; 1 Tesalonicenses 5:12). La supervisión de parte del liderazgo de la iglesia es vital para prevenir falsas enseñanzas dentro del grupo y para mantener a todos enfocados en el objetivo.
Es dentro de los grupos comunitarios donde se viven los mandamientos de los “unos a otros” que aparecen en la Biblia. Cuando se nos dice que llevemos los unos las cargas de los otros (Gálatas 6:2), que oremos los unos por los otros (Santiago 5:16), que nos aceptemos (Romanos 15:7) y que nos perdonemos mutuamente (Colosenses 3:13), se da por sentado que estamos en relaciones cercanas con otros cristianos. Claramente, en una iglesia con varios miles de personas, el pastor no puede visitar a cada enfermo ni llevar comida a cada madre reciente. Y por más amigable o extrovertido que sea un miembro, no puede conocer personalmente a toda una multitud que solo ve durante una hora el domingo. Por eso, el pastor y su equipo confían en los líderes de los grupos comunitarios para cuidar de los miembros de sus grupos.
Un grupo comunitario funciona mejor cuando es simplemente una extensión del cuerpo más grande de la iglesia. Cuando todos los grupos estudian los mismos temas, hay cohesión en lugar de división. Cuando los líderes son guiados por un estándar claro de moralidad y discipulado personal, el grupo tiende a seguir ese ejemplo. Las megas iglesias comprenden el vacío que sienten muchos cuando las reuniones dominicales se parecen a un mar de desconocidos, y por eso se esfuerzan en formar grupos comunitarios que mantengan a los miembros conectados y en relación entre sí. Es responsabilidad de los pastores maestros comunicar a la congregación la importancia de los grupos comunitarios, incluso recalcando la asistencia regular como parte de la membresía en la iglesia.
De muchas maneras, la iglesia del primer siglo era una serie de grupos comunitarios. Todos estudiaban las mismas Escrituras (Hechos 17:11), leían las mismas cartas de los apóstoles (Colosenses 4:16; 1 Tesalonicenses 5:27) y seguían los mismos estándares para el culto público (1 Corintios 11–14). Se reunían en casas durante la semana (Hechos 2:46) y establecían relaciones personales y cercanas entre sí (Romanos 12:10; 1 Pedro 2:17). Cuando los grupos comunitarios modernos se esfuerzan por alcanzar esa misma unidad (Efesios 4:3; Salmo 133:1), están cumpliendo las expectativas que Jesús tiene para Su iglesia (Mateo 16:18).
El modelo de los grupos comunitarios en la iglesia se encuentra en el libro de los Hechos, cuando los creyentes se reunían en casas para comer, tener comunión y compartir la Cena del Señor (Hechos 2:41–42, 46). Leían las cartas de los apóstoles, las comentaban, oraban y se desafiaban mutuamente a mantenerse firmes en la fe (Hechos 20:7–8). Un grupo comunitario que funciona correctamente es como una pequeña iglesia dentro de la iglesia. Generalmente, hay un líder que facilita las reuniones y mantiene a todos informados sobre cambios de horario y próximos eventos. Ese líder también se mantiene conectado con el liderazgo de la iglesia local y es responsable del bienestar espiritual y las necesidades de los miembros del grupo.
A pesar de los loables objetivos de los grupos comunitarios, hay ciertos aspectos que se deben tener en cuenta. En un mundo cada vez más falto de compromiso, los líderes de grupos comunitarios suelen frustrarse por la asistencia tan inestable a las reuniones. Un grupo solo será tan saludable como lo sean sus miembros. Cuando un líder ha preparado una comida, su casa y una enseñanza durante la semana laboral, puede ser desalentador que nadie se presente. Algunos grupos comunitarios se han vuelto tan populares entre los miembros que estos han abandonado la iglesia local para formar su propia “iglesia”. Estas situaciones rara vez terminan bien, ya que se apartan de la autoridad espiritual que Dios les ha dado a los pastores y ancianos (Hechos 14:23; 1 Tesalonicenses 5:12). La supervisión de parte del liderazgo de la iglesia es vital para prevenir falsas enseñanzas dentro del grupo y para mantener a todos enfocados en el objetivo.
Es dentro de los grupos comunitarios donde se viven los mandamientos de los “unos a otros” que aparecen en la Biblia. Cuando se nos dice que llevemos los unos las cargas de los otros (Gálatas 6:2), que oremos los unos por los otros (Santiago 5:16), que nos aceptemos (Romanos 15:7) y que nos perdonemos mutuamente (Colosenses 3:13), se da por sentado que estamos en relaciones cercanas con otros cristianos. Claramente, en una iglesia con varios miles de personas, el pastor no puede visitar a cada enfermo ni llevar comida a cada madre reciente. Y por más amigable o extrovertido que sea un miembro, no puede conocer personalmente a toda una multitud que solo ve durante una hora el domingo. Por eso, el pastor y su equipo confían en los líderes de los grupos comunitarios para cuidar de los miembros de sus grupos.
Un grupo comunitario funciona mejor cuando es simplemente una extensión del cuerpo más grande de la iglesia. Cuando todos los grupos estudian los mismos temas, hay cohesión en lugar de división. Cuando los líderes son guiados por un estándar claro de moralidad y discipulado personal, el grupo tiende a seguir ese ejemplo. Las megas iglesias comprenden el vacío que sienten muchos cuando las reuniones dominicales se parecen a un mar de desconocidos, y por eso se esfuerzan en formar grupos comunitarios que mantengan a los miembros conectados y en relación entre sí. Es responsabilidad de los pastores maestros comunicar a la congregación la importancia de los grupos comunitarios, incluso recalcando la asistencia regular como parte de la membresía en la iglesia.
De muchas maneras, la iglesia del primer siglo era una serie de grupos comunitarios. Todos estudiaban las mismas Escrituras (Hechos 17:11), leían las mismas cartas de los apóstoles (Colosenses 4:16; 1 Tesalonicenses 5:27) y seguían los mismos estándares para el culto público (1 Corintios 11–14). Se reunían en casas durante la semana (Hechos 2:46) y establecían relaciones personales y cercanas entre sí (Romanos 12:10; 1 Pedro 2:17). Cuando los grupos comunitarios modernos se esfuerzan por alcanzar esa misma unidad (Efesios 4:3; Salmo 133:1), están cumpliendo las expectativas que Jesús tiene para Su iglesia (Mateo 16:18).