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Pregunta: "¿Es malo estar encaprichado de alguien?"

Respuesta:
¡Ahí está! En una sala llena de gente, la única persona que ves para ti no es otra que este sueño de persona. El corazón se acelera, las manos sudan, la boca se seca y, a la vez, deseas y te asusta tener un encuentro real. Estás encaprichado. ¿Son malos estos sentimientos? ¿Es correcto encapricharse de alguien?

Un capricho puede ser intenso, pero, por suerte, no suele durar mucho. Empezamos a sentirnos enamorados en la etapa preescolar, y pueden continuar de forma esporádica durante toda nuestra vida adulta. La mayoría de la gente experimenta esta situación, pero nadie puede explicar del todo por qué nos centramos en una persona en particular y dejamos de lado al resto. Las feromonas, el atractivo físico y la forma en que alguien huele, se ríe o sonríe pueden influir en el enamoramiento. Los sentimientos que caracterizan a un enamoramiento pueden ser muy fuertes.

Hay que distinguir el enamoramiento del amor real. Un flechazo puede comenzar de la misma manera que el amor, pero el amor va más allá de la atracción física y emocional y llega a un punto de entrega sacrificada. No fue por un enamoramiento que Dios envió a Su Hijo a morir; fue por amor verdadero (Juan 3:16; 10:11; 1 Juan 4:9). El enamoramiento es una respuesta emocional a algo que nos resulta atractivo de otra persona, mientras que el amor es un compromiso firme para el bienestar de esa persona (1 Corintios 13:4-8).

Podemos sentirnos atraídos por personas que ni siquiera conocemos, tales como celebridades, figuras públicas o profesores. Internet ha proporcionado una nueva fuente de enamoramiento, ya que las relaciones cibernéticas se encienden y nuestro único contacto con las personas es a través de una pantalla. Los años en la adolescencia se prestan especialmente para ser destruidos. Las hormonas están en plena ebullición y los cuerpos se encuentran en distintas fases de maduración. No siempre somos conscientes de las diferencias entre el amor y un enamoramiento apasionado, sobre todo cuando somos jóvenes, y por ello somos propensos a lanzarnos de cabeza a romances o relaciones sexuales que dejan heridas para toda la vida.

Enamorarse o encapricharse no es malo, siempre y cuando no tomemos decisiones pecaminosas como consecuencia de un enamoramiento. Los enamoramientos son una parte inevitable del ser humano, y por eso debemos reconocerlos como lo que son y no basar nuestras decisiones en esos sentimientos. Debemos evitar que los amores inocentes se conviertan en fantasías sexuales. Jesús dijo: "Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón" (Mateo 5:28). Si fantaseamos con algo que Dios llama pecado, ya estamos pecando en nuestro corazón (Colosenses 3:5; 1 Corintios 6:18; Romanos 1:26-27). Mantener un enamoramiento bajo control es importante: "Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda" (Proverbios 25:28).

La Biblia nos da un ejemplo de alguien que estaba tan controlado por sus enamoramientos que finalmente le costó la vida (Jueces 14:1-2). Dios escogió a Sansón para apartarlo para el ministerio (Jueces 13:2-5). Sin embargo, perdió mucho de lo que Dios quería hacer a través de él, porque permitió que sus amores determinaran sus acciones. Si estudiamos lo que hizo mal, podemos evitar los mismos problemas. En primer lugar, Sansón acostumbró a festejar con los paganos. Coqueteaba en lugares en los que nunca debería haber estado. Su segundo error fue no reconocer sus propias debilidades. Se sintió atraído por mujeres seductoras e impías y, en vez de guardarse (Romanos 13:14), se entregó a esa debilidad. En tercer lugar, no aprendió de sus errores (Jueces 16:1-4). Confundió una y otra vez los amores basados en la lujuria con el amor que honra a Dios, y eso le costó todo (Jueces 16:21, 29-30). Podemos ahorrarnos mucho dolor si evitamos los errores de Sansón.

Como cristianos, debemos hacer todo para la gloria de Dios (1 Corintios 10:31). A la hora de lidiar con los enamoramientos, debemos hacerlo para la gloria de Dios. Debemos empezar por ser sinceros con el Señor acerca de nuestros sentimientos, como hicieron los salmistas (Salmo 6:6; 38:9). Le pedimos que nos ayude a mantener nuestros pensamientos puros y nuestras acciones agradables a Él (Salmo 19:14). También podemos orar por esa persona que tanto nos atrae. Pídele que busque al Señor y que Dios cumpla Su propósito en esa persona. Si la persona que nos atrae es una potencial pareja matrimonial, podemos pedirle al Señor que nos brinde la oportunidad de conocerla mejor. Por supuesto, siempre debemos presentar nuestras peticiones con el espíritu de las palabras de Jesús: "No se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lucas 22:42).

Dios quiere participar en todos los aspectos de nuestra vida, incluso en nuestros sentimientos. Quiere que seamos guardianes vigilantes de nuestro corazón para que los amores no se conviertan en ídolos (Proverbios 4:23). Si nos encontramos pensando día y noche en una persona, es posible que hayamos cruzado la línea de un enamoramiento normal a una obsesión malsana. Buscar momentos íntimos de comunión con Dios puede ayudar a que ese enamoramiento se mantenga en perspectiva. Por muy maravilloso que nos parezca estar enamorados, ninguna persona puede llenar el vacío de nuestro corazón como lo hace Dios. El regocijo de estar enamorado es un recordatorio de que nuestros corazones tienen una gran capacidad de amor, gozo, emoción y esperanza. Todo ello quedará plenamente satisfecho un día, cuando estemos para siempre en la presencia del Señor (Salmo 16:11; 23:6; Apocalipsis 21:2).

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