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Pregunta: "¿Cómo puedo entregar todas mis preocupaciones y problemas a Dios?"

Respuesta:
Muchas veces es una verdad desconcertante para muchos cristianos que, aunque pertenecemos a Dios por la fe en Cristo, parece que seguimos experimentando los mismos problemas que sufríamos antes de ser salvos. A menudo nos desanimamos y nos enfrascamos en las preocupaciones de la vida. El hecho de que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento traten este problema de la misma manera, demuestra que Dios sabe que los problemas y las preocupaciones son inevitables en esta vida. Afortunadamente, Él nos ha dado la misma solución que nos dio tanto en los Salmos como en la carta de Pedro. "Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará; no dejará para siempre caído al justo" (Salmo 55:22), y "echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1 Pedro 5:7).

Estos dos versículos contienen unas verdades asombrosas: Dios nos sostendrá, nunca nos dejará postrados y cuida de nosotros. En primer lugar, vemos que Dios declara tanto Su capacidad como Su voluntad para ser nuestra fortaleza y apoyo, mental, emocional y espiritualmente. Él puede ( y lo mejor de todo, está dispuesto) tomar todo aquello que amenaza con agobiarnos y usarlo para nuestro beneficio. Él ha prometido que "todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados". Incluso en los momentos en que dudamos de Él, sigue obrando para nuestro bien y Su gloria. También ha prometido que no permitirá que ninguna prueba sea tan grande que no podamos soportar en el poder de Cristo y que proveerá una salida (1 Corintios 10:13). Con esto quiere decir que no nos dejará postrados, como prometió en el Salmo 55:22.

La tercera afirmación - "él cuida de ti"- nos da la motivación que hay detrás de Sus otras promesas. Nuestro Dios no es indiferente, insensible o caprichoso. Por el contrario, es nuestro amoroso Padre celestial, cuyo corazón es compasivo para con Sus hijos. Jesús nos recuerda que, al igual que un padre terrenal no negaría el pan a sus hijos, de la misma manera Dios ha prometido darnos "buenas cosas" cuando se las pedimos (Mateo 7:11).

Con la intención de pedir buenas cosas, primero debemos orar y decirle al Señor que entendemos lo que dice en Juan 16:33, donde Jesús dice: "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo". Luego, debemos pedirle al Señor que nos muestre cómo Él ha "vencido" nuestros problemas, nuestras preocupaciones, nuestra ira, nuestros miedos y nuestra culpa.

El Señor nos revela a través de Su Palabra, la Biblia, que podemos tener buen "ánimo", y que podemos:

1) alegrarnos de nuestros problemas porque Dios los usará para nuestro beneficio. "sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza" (Romanos 5:3-4);

2) ver nuestras "preocupaciones" como una oportunidad para practicar Proverbios 3:5-6, "Fíate del Señor de todo tu corazón,

Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas";

3) contrarrestar nuestra ira obedeciendo Efesios 4:32, "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo"; y

4) tratar con cualquier sentimiento pecaminoso creyendo y actuando sobre la verdad de 1 Juan 1:9, "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". Todos nuestros problemas pueden ser superados mediante la simple fe en la Palabra de Dios.

Dios es más grande que todas nuestras preocupaciones y problemas juntos, y debemos darnos cuenta de ello si queremos tener alguna victoria en nuestras vidas. Todo el mundo sufre con estas dificultades, porque la Biblia enseña que la tentación es "común" a la humanidad (1 Corintios 10:13). No debemos dejar que Satanás nos engañe pensando que todos nuestros problemas son culpa nuestra, que todas nuestras preocupaciones se harán realidad, que toda nuestra ira nos condena o que toda nuestra culpa proviene de Dios. Si pecamos y nos confesamos, Dios perdona y limpia. No tenemos que sentirnos avergonzados, sino aceptar la palabra de Dios de que Él perdona y limpia. Ninguno de nuestros pecados es tan pesado como para que Dios no pueda quitárnoslos y arrojarlos a lo más profundo del mar (ver Salmo 103:11-12).

En realidad, los sentimientos provienen de los pensamientos, así que, aunque no podamos cambiar la forma en que nos sentimos, sí podemos cambiar la forma en que pensamos. Y esto es lo que Dios quiere que hagamos. Por ejemplo, en Filipenses 2:5, se les dice a los cristianos: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús". En Filipenses 4:8, se les dice a los cristianos que piensen en cosas "verdaderas", "honesto", "justas", "puras", "amable" y "dignas de alabanza". En Colosenses 3:2, se nos dice: "Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra". Por lo tanto, cuando lo hacemos, disminuyen nuestros sentimientos de culpa.

Así que, cada día, dando un paso a la vez, debemos orar para que la Palabra de Dios nos guíe, leer o escuchar la Palabra de Dios, y meditar en la Palabra de Dios cuando los problemas, las preocupaciones y las ansiedades de la vida se presenten. El secreto para entregar las cosas a Cristo no es en realidad ningún secreto: es simplemente pedirle a Jesús que tome nuestra carga del "pecado original" y sea nuestro Salvador (Juan 3:16), además de someternos a Jesús como nuestro Señor en nuestra vida diaria.

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