Pregunta

¿Qué significa que el amor nunca deja de ser (1 Corintios 13:8)?

Respuesta
La frase "el amor nunca deja de ser" proviene del capítulo más conocido de la Biblia sobre el amor: 1 Corintios 13. Entre sus muchas expresiones memorables se encuentra esta parte del versículo 8: "El amor nunca deja de ser".

La frase que sigue contrasta el amor con otros dones espirituales: "Pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará" (NBLA). Las profecías, las lenguas y el conocimiento son dones temporales. El amor, en cambio, es eterno. Como el amor es un atributo esencial de Dios (1 Juan 4:8) y Dios es eterno, entonces el amor también será eterno. El amor nunca deja de ser.

La Biblia revela que el amor de Dios por nosotros es eterno, un amor que no falla. Dios nos escogió (Juan 17:24; Efesios 1:4–5), murió por nosotros (Romanos 5:8) y jamás nos abandonará (Hebreos 13:5). De hecho, nada puede separarnos del amor eterno de Dios: "Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:38–39, NBLA).

El término griego que se traduce como "nunca deja de ser" en algunas versiones está relacionado con un verbo que significa "caer". Al decir que "el amor nunca deja de ser", la Biblia está afirmando que el amor de Dios no cae ni se desvanece. Permanece firme por siempre. Como dice Dios en Jeremías 31:3: "Con amor eterno te he amado" (NBLA).

Esta verdad también se ha reflejado en la literatura clásica. En la famosa escena del balcón de la obra Romeo y Julieta, Romeo comienza a declarar su amor diciendo: "Dama, por la bendita luna allá juro / que de plata cubre las copas de estos árboles frutales". Pero Julieta lo interrumpe: "¡Oh, no jures por la luna, la inconstante luna, / que cada mes cambia en su órbita redonda, / no sea que tu amor resulte igual de variable!" (Acto II, escena ii). Julieta tenía razón. El amor no debería crecer y menguar como la luna; debe ser firme y constante, una luz perpetua en un mundo oscuro.

El amor verdadero no es caprichoso. No se basa en emociones pasajeras o en deseos momentáneos. El amor es sólido como una roca, enfocado en el bien del ser amado, sin importar el costo. El amor de Dios nunca deja de ser, y nunca termina.