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Pregunta: "¿Qué es la doctrina de la sustitución?"

Respuesta:
La sustitución es uno de los temas principales de la Biblia. Dios instituyó el principio de sustitución en el Jardín del Edén cuando Adán y Eva pecaron. Con el sacrificio de un animal para cubrir su desnudez (Génesis 3:21), Dios comenzó a pintar un cuadro de lo que se necesitaría para que la humanidad volviera a tener una relación correcta con Él. Él continuó ese tema con Israel, Su pueblo elegido. Cuando les dio la Ley, les mostró Su santidad y les demostró que no podían alcanzarla. De esta forma, Dios les concedió un sustituto para pagar el precio de su pecado, mediante sacrificios de sangre (Éxodo 29:41-42; 34:19; Números 29:2). Al sacrificar un animal inocente según las especificaciones de Dios, las personas podían obtener el perdón de sus pecados y entrar en la presencia de Dios. El animal moría en lugar del pecador, permitiéndole así quedar libre, justificado. Levítico 16 habla del macho cabrío, sobre el que los ancianos de Israel colocaban sus manos, transfiriendo simbólicamente los pecados del pueblo al animal. El macho cabrío quedaba entonces libre en el desierto, llevando lejos los pecados del pueblo.

El tema de la sustitución se encuentra en todo el Antiguo Testamento a modo de prefiguración de la venida de Jesucristo. La fiesta de la Pascua presentaba un sustituto. En Éxodo 12, Dios da instrucciones a Su pueblo para que se prepare para la llegada del destructor que mataría al primogénito varón de cada familia para juzgar a Egipto. La única manera de escapar de esta plaga era tomar un cordero macho perfecto, matarlo y poner la sangre en los dinteles y postes de sus casas. Dios les dijo: "Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto" (Éxodo 12:13). Ese cordero de la Pascua era un sustituto de cada primogénito varón que lo aceptara.

Dios mantuvo ese tema de la sustitución en el Nuevo Testamento con la venida de Jesús. Él había preparado el escenario para que la humanidad entendiera exactamente lo que Jesús vino a hacer. Segunda de Corintios 5:21 dice: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él". El Cordero perfecto de Dios tomó sobre sí los pecados del mundo, entregó Su vida y murió en nuestro lugar (Juan 1:29; 1 Pedro 3:18). El único sacrificio aceptable por el pecado es una ofrenda perfecta. Si nosotros muriéramos por nuestros propios pecados, no sería un pago suficiente. No somos perfectos. Sólo Jesús, el Hombre-Dios perfecto, cumple con el requisito, y Él entregó voluntariamente Su vida por la nuestra (Juan 10:18). No podíamos hacer nada para salvarnos, por eso Dios lo hizo por nosotros. La profecía mesiánica de Isaías 53 aclara ampliamente la muerte sustitutiva de Cristo: "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados" (versículo 5).

La sustitución de Jesús por nosotros fue perfecta, a diferencia de los sacrificios de animales del Antiguo Testamento. Hebreos 10:4 dice: "Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados". Alguien podría decir: "¿Entonces todos esos sacrificios que hicieron los judíos no sirvieron para nada?". El escritor está aclarando que la sangre de los animales en sí no tenía ningún valor. Era lo que esa sangre simbolizaba lo que marcaba la diferencia. El valor de los antiguos sacrificios era que el animal era un sustituto del pecado del ser humano y que anunciaba el sacrificio final de Cristo (Hebreos 9:22).

Algunas personas cometen el error de pensar que, como Jesús murió por los pecados del mundo, todos irán al cielo algún día. Esto es incorrecto. La muerte sustitutiva de Cristo tiene que aplicarse personalmente a cada corazón, de la misma manera que la sangre de la Pascua tuvo que aplicarse personalmente a la puerta (Juan 1:12; 3:16-18; Hechos 2:38). Antes de que podamos llegar a ser "la justicia de Dios en Él", debemos cambiar nuestra vieja naturaleza pecaminosa por Su naturaleza santa. Dios ofrece el Sustituto, pero nosotros debemos recibir ese Sustituto personalmente aceptando a Cristo por fe (Efesios 2:8-9).

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