Pregunta
¿Quién es el dios no conocido de Hechos 17:23?
Respuesta
En Hechos 17, Pablo llega a Atenas, la ciudad de los muchos dioses griegos. En ella se encontraba el Areópago, o colina de Marte, donde se reunía un consejo de líderes cívicos encargado de los asuntos religiosos y educativos.
Al estar en Atenas, Pablo se sintió profundamente perturbado al ver la gran cantidad de ídolos. Como era su costumbre, fue a la sinagoga y dialogó con los judíos y los gentiles temerosos de Dios. También predicaba en la plaza, donde se encontró con filósofos epicúreos y estoicos, quienes siempre estaban buscando alguna "novedad" para debatir. Los epicúreos eran seguidores de Epicuro (341–270 a.C.), quien enseñaba que la felicidad era la meta suprema de la vida. Los estoicos consideraban a Zenón (340–265 a.C.) como su fundador, conocido por promover la razón por encima de la emoción. Ambos grupos creían en muchos dioses.
Al oír a Pablo hablar sobre Jesús, los filósofos lo llevaron al Areópago y le pidieron que les explicara esa enseñanza "nueva" y extraña que estaba proclamando. De pie en medio del Areópago, Pablo les dice que ha notado cuán religiosos son los atenienses, al ver la gran cantidad de objetos de adoración. Pero entre todos ellos, uno llamó especialmente su atención. En ese altar se leía la inscripción: "AL DIOS NO CONOCIDO". En su ignorancia, los griegos habían erigido un altar para cualquier dios que, por descuido, hubieran dejado fuera de su panteón. Pablo aprovecha esta oportunidad para presentarles al único Dios verdadero.
Ya que los griegos claramente no sabían quién era ese dios, Pablo les explica que el "Dios no conocido" es el Dios de la Biblia, el Creador del cielo y la tierra, que no habita en templos hechos por manos humanas. De hecho, Dios es la fuente de vida para todas las naciones, y es justamente a Él a quien, sin saberlo, estaban buscando. Pablo afirma que Dios no está lejos; de hecho, "en Él vivimos, nos movemos y existimos" (Hechos 17:27–28, NBLA). Pero como los griegos no podían encontrar al Dios verdadero por su cuenta, fue Dios quien salió a buscarlos. Él llama a todos los seres humanos al arrepentimiento y a aceptar a Jesucristo, quien resucitó de entre los muertos y juzgará al mundo con justicia.
Cuando Pablo mencionó la resurrección, los filósofos reaccionaron de distintas maneras. Algunos se burlaron abiertamente. Otros dijeron que querían escucharlo en otra ocasión (Hechos 17:32). Gracias a Dios, algunos creyeron. Uno de los miembros del Areópago, llamado Dionisio, puso su fe en Cristo, y también otros atenienses se convirtieron ese día.
El "Dios no conocido" desea ser conocido. Por eso nos ha hablado a través de Su Palabra; por eso envió a Su Hijo al mundo (Lucas 10:22). Podemos conocer a Dios por medio de la fe en Jesucristo. Jesús dijo: "El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre" (Juan 14:9, NBLA).
Al estar en Atenas, Pablo se sintió profundamente perturbado al ver la gran cantidad de ídolos. Como era su costumbre, fue a la sinagoga y dialogó con los judíos y los gentiles temerosos de Dios. También predicaba en la plaza, donde se encontró con filósofos epicúreos y estoicos, quienes siempre estaban buscando alguna "novedad" para debatir. Los epicúreos eran seguidores de Epicuro (341–270 a.C.), quien enseñaba que la felicidad era la meta suprema de la vida. Los estoicos consideraban a Zenón (340–265 a.C.) como su fundador, conocido por promover la razón por encima de la emoción. Ambos grupos creían en muchos dioses.
Al oír a Pablo hablar sobre Jesús, los filósofos lo llevaron al Areópago y le pidieron que les explicara esa enseñanza "nueva" y extraña que estaba proclamando. De pie en medio del Areópago, Pablo les dice que ha notado cuán religiosos son los atenienses, al ver la gran cantidad de objetos de adoración. Pero entre todos ellos, uno llamó especialmente su atención. En ese altar se leía la inscripción: "AL DIOS NO CONOCIDO". En su ignorancia, los griegos habían erigido un altar para cualquier dios que, por descuido, hubieran dejado fuera de su panteón. Pablo aprovecha esta oportunidad para presentarles al único Dios verdadero.
Ya que los griegos claramente no sabían quién era ese dios, Pablo les explica que el "Dios no conocido" es el Dios de la Biblia, el Creador del cielo y la tierra, que no habita en templos hechos por manos humanas. De hecho, Dios es la fuente de vida para todas las naciones, y es justamente a Él a quien, sin saberlo, estaban buscando. Pablo afirma que Dios no está lejos; de hecho, "en Él vivimos, nos movemos y existimos" (Hechos 17:27–28, NBLA). Pero como los griegos no podían encontrar al Dios verdadero por su cuenta, fue Dios quien salió a buscarlos. Él llama a todos los seres humanos al arrepentimiento y a aceptar a Jesucristo, quien resucitó de entre los muertos y juzgará al mundo con justicia.
Cuando Pablo mencionó la resurrección, los filósofos reaccionaron de distintas maneras. Algunos se burlaron abiertamente. Otros dijeron que querían escucharlo en otra ocasión (Hechos 17:32). Gracias a Dios, algunos creyeron. Uno de los miembros del Areópago, llamado Dionisio, puso su fe en Cristo, y también otros atenienses se convirtieron ese día.
El "Dios no conocido" desea ser conocido. Por eso nos ha hablado a través de Su Palabra; por eso envió a Su Hijo al mundo (Lucas 10:22). Podemos conocer a Dios por medio de la fe en Jesucristo. Jesús dijo: "El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre" (Juan 14:9, NBLA).