Pregunta
¿Debe la iglesia aceptar dinero si fue obtenido de una manera contraria a los valores de Dios?
Respuesta
La respuesta corta es no: una iglesia no debería aceptar dinero si sabe que fue obtenido de una manera que no honra a Dios. Pero es importante definir qué significa eso en este contexto.
Por ejemplo, una iglesia ciertamente no debería aceptar dinero que provenga de un robo. Hacerlo sería validar o aprobar una acción que es tanto inmoral como ilegal. Una iglesia o ministerio que conscientemente acepta fondos obtenidos de manera ilícita pone en riesgo su integridad y se expone a consecuencias legales.
Un ejemplo bíblico de un "ministerio" que se negó a aceptar ciertas ofrendas aparece en Mateo 27. Cuando Judas Iscariote quiso devolver las treinta monedas de plata que recibió por traicionar a Jesús, los principales sacerdotes dijeron: "No es lícito ponerlas en el tesoro del templo, puesto que es precio de sangre" (Mateo 27:6, NBLA). Sabían que no era correcto usar un dinero que se había destinado a algo injusto. La ironía, por supuesto, es que fueron ellos mismos quienes le habían pagado a Judas en primer lugar (Mateo 26:14–16). Su preocupación fue bastante hipócrita.
Ahora bien, hay situaciones que no son tan claras. Definimos lo que es contrario a Dios como "pecaminoso" u "opuesto a la voluntad de Dios", pero muchas personas trabajan en industrias o empleos donde algunas prácticas podrían ser cuestionables. Si las iglesias investigaran el origen de cada ofrenda para determinar si fue ganada de manera "piadosa", se impondría una carga excesiva sobre la iglesia y se generarían dilemas difíciles sobre qué se considera aceptable o no.
Las iglesias del Nuevo Testamento animaban a los creyentes a trabajar con responsabilidad y a dar generosamente para apoyar a la iglesia local y la obra misionera. Pablo escribió en Hechos 20:35: "En todo les mostré que así, trabajando, deben ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: "Más bienaventurado es dar que recibir"" (NBLA). También dijo en 1 Corintios 4:12: "Nos agotamos trabajando con nuestras propias manos" (NBLA; ver también 1 Tesalonicenses 2:9).
Es muy probable que muchos creyentes en la iglesia primitiva trabajaran en oficios seculares donde, a veces, se daban prácticas no del todo justas. Aun así, el énfasis estaba en honrar a Dios a través del trabajo (Colosenses 3:16–17) y ser generosos.
Cada iglesia local tiene la responsabilidad de establecer sus propios principios y discernir qué ofrendas puede aceptar y cuáles no. Una congregación, por ejemplo, podría decidir no aceptar donaciones que tengan fines políticos evidentes o que estén directamente vinculadas a la venta de alcohol.
En resumen, hay ciertos tipos de ofrendas que una iglesia debería rechazar. Algunas son claramente inaceptables, mientras que otras pueden requerir discernimiento. Cada iglesia debería definir con claridad qué tipo de donaciones no recibirá, y, a la vez, enseñar a sus miembros a tener una ética de trabajo que honre a Dios y a cultivar la generosidad como una forma de adoración.
Por ejemplo, una iglesia ciertamente no debería aceptar dinero que provenga de un robo. Hacerlo sería validar o aprobar una acción que es tanto inmoral como ilegal. Una iglesia o ministerio que conscientemente acepta fondos obtenidos de manera ilícita pone en riesgo su integridad y se expone a consecuencias legales.
Un ejemplo bíblico de un "ministerio" que se negó a aceptar ciertas ofrendas aparece en Mateo 27. Cuando Judas Iscariote quiso devolver las treinta monedas de plata que recibió por traicionar a Jesús, los principales sacerdotes dijeron: "No es lícito ponerlas en el tesoro del templo, puesto que es precio de sangre" (Mateo 27:6, NBLA). Sabían que no era correcto usar un dinero que se había destinado a algo injusto. La ironía, por supuesto, es que fueron ellos mismos quienes le habían pagado a Judas en primer lugar (Mateo 26:14–16). Su preocupación fue bastante hipócrita.
Ahora bien, hay situaciones que no son tan claras. Definimos lo que es contrario a Dios como "pecaminoso" u "opuesto a la voluntad de Dios", pero muchas personas trabajan en industrias o empleos donde algunas prácticas podrían ser cuestionables. Si las iglesias investigaran el origen de cada ofrenda para determinar si fue ganada de manera "piadosa", se impondría una carga excesiva sobre la iglesia y se generarían dilemas difíciles sobre qué se considera aceptable o no.
Las iglesias del Nuevo Testamento animaban a los creyentes a trabajar con responsabilidad y a dar generosamente para apoyar a la iglesia local y la obra misionera. Pablo escribió en Hechos 20:35: "En todo les mostré que así, trabajando, deben ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: "Más bienaventurado es dar que recibir"" (NBLA). También dijo en 1 Corintios 4:12: "Nos agotamos trabajando con nuestras propias manos" (NBLA; ver también 1 Tesalonicenses 2:9).
Es muy probable que muchos creyentes en la iglesia primitiva trabajaran en oficios seculares donde, a veces, se daban prácticas no del todo justas. Aun así, el énfasis estaba en honrar a Dios a través del trabajo (Colosenses 3:16–17) y ser generosos.
Cada iglesia local tiene la responsabilidad de establecer sus propios principios y discernir qué ofrendas puede aceptar y cuáles no. Una congregación, por ejemplo, podría decidir no aceptar donaciones que tengan fines políticos evidentes o que estén directamente vinculadas a la venta de alcohol.
En resumen, hay ciertos tipos de ofrendas que una iglesia debería rechazar. Algunas son claramente inaceptables, mientras que otras pueden requerir discernimiento. Cada iglesia debería definir con claridad qué tipo de donaciones no recibirá, y, a la vez, enseñar a sus miembros a tener una ética de trabajo que honre a Dios y a cultivar la generosidad como una forma de adoración.