Pregunta
¿Cuál es la diferencia entre predicar y enseñar?
Respuesta
En el uso común, los términos predicar y enseñar a menudo se utilizan como sinónimos. Sin embargo, hay una diferencia importante entre ellos. Cada uno cumple una función única tanto en la evangelización como en el crecimiento espiritual de los creyentes. Para entender bien la diferencia entre predicar y enseñar, es útil examinar los términos griegos originales usados en el Nuevo Testamento, explorar referencias bíblicas y comprender cómo ambos sirven a la misión de la iglesia.
La palabra griega traducida como "predicar" es kēryssō, que se refiere a una proclamación pública de la verdad bíblica. En el Nuevo Testamento, la iglesia primitiva proclamaba el evangelio por todo el Imperio romano. Esta proclamación buscaba mover a los pecadores al arrepentimiento. Por ejemplo, Jesús comenzó Su ministerio con este llamado: "Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 4:17, NBLA). El objetivo de la predicación, entonces, es provocar arrepentimiento.
Por otro lado, el término griego traducido como "enseñar" es didaskō, que se refiere a impartir conocimiento e instrucción de manera sistemática. En el Nuevo Testamento, enseñar implica una exposición bíblica para edificar al cuerpo de Cristo. Un excelente ejemplo de esto se encuentra en Hechos 2:42: "Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración" (NBLA). Los apóstoles compartían las mismas enseñanzas que habían recibido de Jesús durante Su ministerio terrenal y después de su resurrección.
El Nuevo Testamento da muchos ejemplos de predicación y enseñanza. Por ejemplo, durante sus viajes misioneros, Pablo predicaba y enseñaba la verdad del evangelio. Hechos 28:30–31 dice: "Pablo se quedó por dos años enteros en la habitación que alquilaba, y recibía a todos los que iban a verlo, predicando el reino de Dios y enseñando todo lo concerniente al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbo" (NBLA). Al proclamar (predicar) el reino de Dios, Pablo también se dedicaba a enseñar sobre la vida, muerte y resurrección de Cristo de forma sistemática.
El Sermón del Monte es un ejemplo claro de enseñanza (Mateo 5–7). Jesús expone la ley y ofrece una comprensión más profunda de la verdadera justicia, una que va más allá de la justicia externa de los escribas y fariseos. En contraste, el sermón de Pedro en Pentecostés es un ejemplo de predicación: proclama la resurrección de Jesús y exhorta a todos a arrepentirse y bautizarse (Hechos 2:38). Aunque Pedro también expone las Escrituras, su mensaje tiene un fuerte llamado emocional.
En el contexto de una iglesia local, la predicación se enfoca principalmente en la conversión y el arrepentimiento, y se suele dirigir a quienes aún no conocen a Cristo o a creyentes que necesitan comprometerse más con Él. Además, la predicación suele ser más dinámica y emocional, con el fin de provocar una respuesta.
La enseñanza, en cambio, se enfoca en el discipulado y la madurez espiritual, y se caracteriza por un enfoque más sistemático, explicativo e incluso interactivo. Esto es fundamental para el fortalecimiento de la iglesia, ya que los creyentes deben entender bien su fe y aplicar las verdades bíblicas a su vida diaria. Sobre la importancia de enseñar, Pablo escribe:
Él mismo constituyó a unos como apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo (Efesios 4:11-13, NVI).
Aunque hay diferencias entre predicar y enseñar, ambas se complementan, y un ministerio eficaz necesita de las dos. En términos generales, la predicación apunta al corazón y la enseñanza a la mente. Tanto el corazón como la mente deben estar bajo el control del Espíritu, así que ambas funciones son necesarias en el ministerio. La predicación sin enseñanza puede producir una fe entusiasta pero superficial; y la enseñanza sin predicación puede llevar a creyentes bien informados pero sin motivación. La predicación y la enseñanza se necesitan mutuamente. El objetivo del predicador es que su audiencia haga algo—y la enseñanza ayuda a saber qué hacer. El objetivo del maestro es que su audiencia entienda algo—y la predicación ayuda a motivar a poner ese conocimiento en práctica.
La palabra griega traducida como "predicar" es kēryssō, que se refiere a una proclamación pública de la verdad bíblica. En el Nuevo Testamento, la iglesia primitiva proclamaba el evangelio por todo el Imperio romano. Esta proclamación buscaba mover a los pecadores al arrepentimiento. Por ejemplo, Jesús comenzó Su ministerio con este llamado: "Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 4:17, NBLA). El objetivo de la predicación, entonces, es provocar arrepentimiento.
Por otro lado, el término griego traducido como "enseñar" es didaskō, que se refiere a impartir conocimiento e instrucción de manera sistemática. En el Nuevo Testamento, enseñar implica una exposición bíblica para edificar al cuerpo de Cristo. Un excelente ejemplo de esto se encuentra en Hechos 2:42: "Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración" (NBLA). Los apóstoles compartían las mismas enseñanzas que habían recibido de Jesús durante Su ministerio terrenal y después de su resurrección.
El Nuevo Testamento da muchos ejemplos de predicación y enseñanza. Por ejemplo, durante sus viajes misioneros, Pablo predicaba y enseñaba la verdad del evangelio. Hechos 28:30–31 dice: "Pablo se quedó por dos años enteros en la habitación que alquilaba, y recibía a todos los que iban a verlo, predicando el reino de Dios y enseñando todo lo concerniente al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbo" (NBLA). Al proclamar (predicar) el reino de Dios, Pablo también se dedicaba a enseñar sobre la vida, muerte y resurrección de Cristo de forma sistemática.
El Sermón del Monte es un ejemplo claro de enseñanza (Mateo 5–7). Jesús expone la ley y ofrece una comprensión más profunda de la verdadera justicia, una que va más allá de la justicia externa de los escribas y fariseos. En contraste, el sermón de Pedro en Pentecostés es un ejemplo de predicación: proclama la resurrección de Jesús y exhorta a todos a arrepentirse y bautizarse (Hechos 2:38). Aunque Pedro también expone las Escrituras, su mensaje tiene un fuerte llamado emocional.
En el contexto de una iglesia local, la predicación se enfoca principalmente en la conversión y el arrepentimiento, y se suele dirigir a quienes aún no conocen a Cristo o a creyentes que necesitan comprometerse más con Él. Además, la predicación suele ser más dinámica y emocional, con el fin de provocar una respuesta.
La enseñanza, en cambio, se enfoca en el discipulado y la madurez espiritual, y se caracteriza por un enfoque más sistemático, explicativo e incluso interactivo. Esto es fundamental para el fortalecimiento de la iglesia, ya que los creyentes deben entender bien su fe y aplicar las verdades bíblicas a su vida diaria. Sobre la importancia de enseñar, Pablo escribe:
Él mismo constituyó a unos como apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; y a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo (Efesios 4:11-13, NVI).
Aunque hay diferencias entre predicar y enseñar, ambas se complementan, y un ministerio eficaz necesita de las dos. En términos generales, la predicación apunta al corazón y la enseñanza a la mente. Tanto el corazón como la mente deben estar bajo el control del Espíritu, así que ambas funciones son necesarias en el ministerio. La predicación sin enseñanza puede producir una fe entusiasta pero superficial; y la enseñanza sin predicación puede llevar a creyentes bien informados pero sin motivación. La predicación y la enseñanza se necesitan mutuamente. El objetivo del predicador es que su audiencia haga algo—y la enseñanza ayuda a saber qué hacer. El objetivo del maestro es que su audiencia entienda algo—y la predicación ayuda a motivar a poner ese conocimiento en práctica.