Pregunta
¿Cuál es la diferencia entre alabanza y adoración?
Respuesta
Entender la diferencia entre alabanza y adoración puede darle una nueva profundidad a la manera en que honramos al Señor. A lo largo de la Biblia hay numerosos mandatos de "alabar al Señor". A los ángeles y a los ejércitos celestiales se les ordena alabar al Señor (Salmo 89:5; 103:20; 148:2). A todos los habitantes de la tierra se les instruye que alaben al Señor (Salmo 138:4; Romanos 15:11). Podemos alabarlo cantando (Isaías 12:5; Salmo 9:11), gritando (Salmo 33:1; 98:4), danzando (Salmo 150:4) y con instrumentos musicales (1 Crónicas 13:8; Salmo 108:2; 150:3-5).
La alabanza es el recuento gozoso de todo lo que Dios ha hecho por nosotros. Está muy ligada a la acción de gracias, ya que le ofrecemos a Dios nuestra gratitud por Sus obras poderosas a nuestro favor. La alabanza también puede formar parte de otras relaciones. Podemos alabar a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestro jefe o incluso a un repartidor. La alabanza no exige nada de nosotros; es simplemente el reconocimiento sincero de los actos justos de otro. Como Dios ha hecho muchas obras maravillosas, Él es digno de alabanza (Salmo 18:3).
La adoración nace de un lugar más profundo en nuestro interior. Debe reservarse solo para Dios (Lucas 4:8). Adorar es entregarse por completo a alguien que consideramos digno. La alabanza puede formar parte de la adoración, pero la adoración va más allá. Alabar es fácil; adorar no lo es. La adoración toca lo más íntimo de lo que somos. Para adorar verdaderamente a Dios, debemos dejar de centrarnos en nosotros mismos. Tenemos que estar dispuestos a humillarnos delante de Él, rendirle cada parte de nuestra vida y adorarlo por quién es, no solo por lo que ha hecho. La adoración es un estilo de vida, no una actividad ocasional. Jesús dijo que el Padre busca a quienes lo adoren "en espíritu y en verdad" (Juan 4:23).
En la Escritura, la alabanza se presenta generalmente como algo ruidoso, gozoso y sin inhibiciones. Dios invita a toda Su creación a alabarlo de muchas maneras. Jesús dijo que, si las personas no alaban a Dios, hasta "las piedras clamarán" (Lucas 19:40, NBLA). Sin embargo, cuando la Biblia habla de adoración, el tono cambia. Leemos versículos como: "Adoren al Señor en vestiduras santas" (Salmo 96:9, NBLA), y "Vengan, adoremos y postrémonos" (Salmo 95:6, NBLA). A menudo, la adoración va acompañada del acto de inclinarse o arrodillarse, lo cual refleja humildad y arrepentimiento (2 Crónicas 29:28; Hebreos 11:21; Apocalipsis 19:10). Es a través de la verdadera adoración que invitamos al Espíritu Santo a hablarnos, convencernos y consolarnos. Por medio de la adoración, realineamos nuestras prioridades con las de Dios y lo reconocemos una vez más como el único Señor de nuestras vidas.
Así como la alabanza está relacionada con la gratitud, la adoración está ligada a la entrega. Es imposible adorar a Dios y a otra cosa al mismo tiempo (Lucas 4:8). Los actos físicos que muchas veces acompañan la adoración—inclinarse, arrodillarse, levantar las manos—ayudan a crear la actitud de humildad necesaria para una adoración genuina. Los líderes de adoración sabios saben cómo estructurar un servicio para que los participantes puedan tanto alabar como adorar al Señor. Muchas veces, los servicios comienzan con cantos de alabanza alegres y luego pasan a un momento más tranquilo e introspectivo de adoración.
La adoración es una actitud del corazón. Una persona puede hacer todos los gestos externos y no estar adorando realmente (Salmo 51:16-17; Mateo 6:5-6). Dios ve el corazón, y Él desea y merece una alabanza y una adoración sinceras y de todo corazón.
La alabanza es el recuento gozoso de todo lo que Dios ha hecho por nosotros. Está muy ligada a la acción de gracias, ya que le ofrecemos a Dios nuestra gratitud por Sus obras poderosas a nuestro favor. La alabanza también puede formar parte de otras relaciones. Podemos alabar a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestro jefe o incluso a un repartidor. La alabanza no exige nada de nosotros; es simplemente el reconocimiento sincero de los actos justos de otro. Como Dios ha hecho muchas obras maravillosas, Él es digno de alabanza (Salmo 18:3).
La adoración nace de un lugar más profundo en nuestro interior. Debe reservarse solo para Dios (Lucas 4:8). Adorar es entregarse por completo a alguien que consideramos digno. La alabanza puede formar parte de la adoración, pero la adoración va más allá. Alabar es fácil; adorar no lo es. La adoración toca lo más íntimo de lo que somos. Para adorar verdaderamente a Dios, debemos dejar de centrarnos en nosotros mismos. Tenemos que estar dispuestos a humillarnos delante de Él, rendirle cada parte de nuestra vida y adorarlo por quién es, no solo por lo que ha hecho. La adoración es un estilo de vida, no una actividad ocasional. Jesús dijo que el Padre busca a quienes lo adoren "en espíritu y en verdad" (Juan 4:23).
En la Escritura, la alabanza se presenta generalmente como algo ruidoso, gozoso y sin inhibiciones. Dios invita a toda Su creación a alabarlo de muchas maneras. Jesús dijo que, si las personas no alaban a Dios, hasta "las piedras clamarán" (Lucas 19:40, NBLA). Sin embargo, cuando la Biblia habla de adoración, el tono cambia. Leemos versículos como: "Adoren al Señor en vestiduras santas" (Salmo 96:9, NBLA), y "Vengan, adoremos y postrémonos" (Salmo 95:6, NBLA). A menudo, la adoración va acompañada del acto de inclinarse o arrodillarse, lo cual refleja humildad y arrepentimiento (2 Crónicas 29:28; Hebreos 11:21; Apocalipsis 19:10). Es a través de la verdadera adoración que invitamos al Espíritu Santo a hablarnos, convencernos y consolarnos. Por medio de la adoración, realineamos nuestras prioridades con las de Dios y lo reconocemos una vez más como el único Señor de nuestras vidas.
Así como la alabanza está relacionada con la gratitud, la adoración está ligada a la entrega. Es imposible adorar a Dios y a otra cosa al mismo tiempo (Lucas 4:8). Los actos físicos que muchas veces acompañan la adoración—inclinarse, arrodillarse, levantar las manos—ayudan a crear la actitud de humildad necesaria para una adoración genuina. Los líderes de adoración sabios saben cómo estructurar un servicio para que los participantes puedan tanto alabar como adorar al Señor. Muchas veces, los servicios comienzan con cantos de alabanza alegres y luego pasan a un momento más tranquilo e introspectivo de adoración.
La adoración es una actitud del corazón. Una persona puede hacer todos los gestos externos y no estar adorando realmente (Salmo 51:16-17; Mateo 6:5-6). Dios ve el corazón, y Él desea y merece una alabanza y una adoración sinceras y de todo corazón.