Pregunta
¿Cuál es la definición de adoración?
Respuesta
En la Biblia, la palabra hebrea que se traduce como "adorar" es shachah y denota literalmente el acto de inclinarse. La palabra griega proskuneō, traducida como "adorar", significa "encontrarse con Dios y alabarlo". Ambos términos parecen definir la adoración como una actividad o una acción. Sin embargo, una descripción precisa de la adoración bíblica va más allá de la mera actividad. Una definición mejor y más completa de adoración se puede resumir en esta afirmación: "La adoración es la respuesta de reverencia de la creación a la magnificencia omnipresente de Dios" (McCaulley, E., "Worship", Lexham Theological Wordbook, ed. Douglas Mangum et al., Lexham Press, 2014).
En su libro Real Worship, Warren Wiersbe presenta esta definición de adoración: "La adoración es la respuesta del creyente con todo lo que es —mente, emociones, voluntad y cuerpo— a todo lo que Dios es, dice y hace....Es una respuesta amorosa equilibrada por el temor al Señor, y es una respuesta que se profundiza a medida que el creyente llega a conocer mejor a Dios" (Wiersbe, W., Real Worship, Oliver Nelson, 1986, p. 27).
La adoración es el propósito último y esto es para lo que fueron creados los seres humanos. Dios dijo: "Los he creado para mi gloria" (Isaías 43:7, NTV; ver también Salmos 29:1-2; 1 Corintios 10:31; Efesios 1:3-6; Filipenses 2:9-11). La adoración es la forma de vida del creyente (1 Corintios 10:31; Colosenses 3:17). Todo lo que decimos y hacemos debe ser un acto de adoración ante Dios.
La adoración no puede definirse únicamente por las prácticas físicas, porque la verdadera adoración bíblica se centra en Dios y en Su grandeza incomparable. No se trata de asistir a un servicio religioso, cantar, tocar un instrumento, levantar las manos en alabanza e inclinarse. Todos estos actos son elementos de la adoración (Salmo 95:2-3; Hechos 13:2; Hebreos 13:15; 1 Corintios 11–14; Efesios 5:19–20; 1 Timoteo 4:13), pero no lo constituyen en su totalidad. También pueden ser evidencia de adoración, pero la adoración auténtica va más allá de las manifestaciones externas o las actuaciones corporales, y se traduce en innumerables expresiones del corazón humano que responde a la revelación de Dios de sí mismo, de Sus propósitos y de Su voluntad. La adoración se origina en una postura interior del corazón que siempre se inclina con humildad y reverencia ante el valor de Dios, honrándolo y venerándolo en todo momento como la autoridad suprema sobre la vida (Salmo 51:17; 95:6; Apocalipsis 4:11).
Jesús dijo a los fariseos y a los escribas que eran como el pueblo de los días de Isaías, que honraban a Dios con los labios, pero su corazón estaba lejos de Él (Mateo 15:7-9; cf. Isaías 29:13). Según Jesús, esa adoración era una farsa. La verdadera adoración solo puede provenir de un corazón que ha sido redimido y está en una relación correcta con Dios. Debemos nacer de nuevo y estar llenos del Espíritu Santo antes de poder conocer a Dios y responderle "en espíritu y en verdad" (Juan 4:23; ver también Isaías 59:2; Oseas 6:6; 1 Corintios 2:11; 2 Timoteo 3:5).
Adorar a Dios en espíritu y en verdad implica amarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas (Marcos 12:30; Lucas 10:27). La definición de adoración del apóstol Pablo reflejaba esta devoción total de la vida de uno a Dios: "Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes" (Romanos 12:1).
La verdadera adoración se centra en Dios. Él es el único objeto apropiado de nuestra adoración. Adorar a cualquier otra cosa o persona es idolatría (Éxodo 20:3; Deuteronomio 5:7; 1 Crónicas 16:25; Isaías 2:8). La adoración genuina y centrada en Dios exalta solo al Señor; se ofrece únicamente para complacerlo a Él, porque solo Él es digno (Éxodo 34:14; 1 Crónicas 16:25-19; Salmo 86:9-10).
Una definición simplificada de adoración puede expresarse como una actitud continua del corazón, de inclinarse con reverencia y humildad ante el Señor supremo y Creador del universo. La adoración es el latido del corazón de la existencia del creyente, una celebración de toda la vida de la dignidad de Dios. Adorar es responder con todo tu ser en adoración, exaltación, sumisión humilde y obediencia a Dios (Juan 4:24; Marcos 12:30).
"Vengan, adoremos y postrémonos;
Doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor.
Porque Él es nuestro Dios,
Y nosotros el pueblo de Su prado
y las ovejas de Su mano".
(Salmo 95:6-7)
En su libro Real Worship, Warren Wiersbe presenta esta definición de adoración: "La adoración es la respuesta del creyente con todo lo que es —mente, emociones, voluntad y cuerpo— a todo lo que Dios es, dice y hace....Es una respuesta amorosa equilibrada por el temor al Señor, y es una respuesta que se profundiza a medida que el creyente llega a conocer mejor a Dios" (Wiersbe, W., Real Worship, Oliver Nelson, 1986, p. 27).
La adoración es el propósito último y esto es para lo que fueron creados los seres humanos. Dios dijo: "Los he creado para mi gloria" (Isaías 43:7, NTV; ver también Salmos 29:1-2; 1 Corintios 10:31; Efesios 1:3-6; Filipenses 2:9-11). La adoración es la forma de vida del creyente (1 Corintios 10:31; Colosenses 3:17). Todo lo que decimos y hacemos debe ser un acto de adoración ante Dios.
La adoración no puede definirse únicamente por las prácticas físicas, porque la verdadera adoración bíblica se centra en Dios y en Su grandeza incomparable. No se trata de asistir a un servicio religioso, cantar, tocar un instrumento, levantar las manos en alabanza e inclinarse. Todos estos actos son elementos de la adoración (Salmo 95:2-3; Hechos 13:2; Hebreos 13:15; 1 Corintios 11–14; Efesios 5:19–20; 1 Timoteo 4:13), pero no lo constituyen en su totalidad. También pueden ser evidencia de adoración, pero la adoración auténtica va más allá de las manifestaciones externas o las actuaciones corporales, y se traduce en innumerables expresiones del corazón humano que responde a la revelación de Dios de sí mismo, de Sus propósitos y de Su voluntad. La adoración se origina en una postura interior del corazón que siempre se inclina con humildad y reverencia ante el valor de Dios, honrándolo y venerándolo en todo momento como la autoridad suprema sobre la vida (Salmo 51:17; 95:6; Apocalipsis 4:11).
Jesús dijo a los fariseos y a los escribas que eran como el pueblo de los días de Isaías, que honraban a Dios con los labios, pero su corazón estaba lejos de Él (Mateo 15:7-9; cf. Isaías 29:13). Según Jesús, esa adoración era una farsa. La verdadera adoración solo puede provenir de un corazón que ha sido redimido y está en una relación correcta con Dios. Debemos nacer de nuevo y estar llenos del Espíritu Santo antes de poder conocer a Dios y responderle "en espíritu y en verdad" (Juan 4:23; ver también Isaías 59:2; Oseas 6:6; 1 Corintios 2:11; 2 Timoteo 3:5).
Adorar a Dios en espíritu y en verdad implica amarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas (Marcos 12:30; Lucas 10:27). La definición de adoración del apóstol Pablo reflejaba esta devoción total de la vida de uno a Dios: "Por tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es el culto racional de ustedes" (Romanos 12:1).
La verdadera adoración se centra en Dios. Él es el único objeto apropiado de nuestra adoración. Adorar a cualquier otra cosa o persona es idolatría (Éxodo 20:3; Deuteronomio 5:7; 1 Crónicas 16:25; Isaías 2:8). La adoración genuina y centrada en Dios exalta solo al Señor; se ofrece únicamente para complacerlo a Él, porque solo Él es digno (Éxodo 34:14; 1 Crónicas 16:25-19; Salmo 86:9-10).
Una definición simplificada de adoración puede expresarse como una actitud continua del corazón, de inclinarse con reverencia y humildad ante el Señor supremo y Creador del universo. La adoración es el latido del corazón de la existencia del creyente, una celebración de toda la vida de la dignidad de Dios. Adorar es responder con todo tu ser en adoración, exaltación, sumisión humilde y obediencia a Dios (Juan 4:24; Marcos 12:30).
"Vengan, adoremos y postrémonos;
Doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor.
Porque Él es nuestro Dios,
Y nosotros el pueblo de Su prado
y las ovejas de Su mano".
(Salmo 95:6-7)